LIBRO
Quise ser un libro y no pude. Me había propuesto volar, pero mis páginas eran pocas y no fueron cantidad suficiente de alas, como para ganar altura con ellas.
Sin embargo, cuando me releí me encontré con contenido, a pesar de mis cortedades. El material tenía sustancia, era savia de erudición breve, transformada en mi aspiración textual.
Respiré acotado entre tapa y contratapa y me dormí en los laureles elogiosos emergentes de un prólogo, que no sé quién me lo prestó.
Al final, faltaba tanto para la Feria Internacional, que lo medité y no me edité.
BRÚJULA
Con una brújula se puede leer un destino, escribir un poema que hable del horizonte de un amor y hasta elegir un norte para nuestras vidas.
Por eso, cuando acusaron a mi vecino de ‘apropiación indebida’ y le hallaron en sus bolsillos una brújula robada, no le quedó otra alternativa que confesar que había tomado la decisión de sustraérsela a su futuro yerno, en pos de conocer si éste no iba a llevar a su hija por el camino equivocado.
Cuando lo visité entre rejas y le pregunté qué haría al recobrar su libertad, lo hallé totalmente desorientado.
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