Joyas restauradas
| 11 de Junio de 2012 | 00:00
En el marco de los trabajos de puesta en valor para los festejos del Bicentenario, el mobiliario del Salón Dorado del Teatro Colón fue restaurado en su totalidad, en un arduo trabajo artesanal que llevó entre seis y ocho meses y en el que trabajaron una bordadora, doradores a la hoja, restauradores,
tapiceros, ebanistas y lustradores.
El Salón Dorado es una de las salas más preciadas por su elegancia y porque su estética no tiene nada que envidiar a los palacios de Versailles o de Schoenbrunn. Sobre la calle Libertad, su espacio se ve cortado por amplias columnas talladas con toques de oro, detalle que se repite en cada una de las piezas que lo equipan. De allí su nombre tan fastuoso, pues describe el lujo que encierra.
En general, los muebles son todos de estilo francés, con mucho trabajo de marquetería, tapizados hilados a mano, grandes arañas, vitraux y un elaborado piso de madera.
Así, la historia se hace presente en este salón y allí se pueden ver Canapés de esquina y otros de dos y tres cuerpos, sillones con brazos Reina Ana y sillas del mismo estilo, sillones georginanos con brazos, sillas y sillones Luis XV. Todos ellos fueron restaurados de manera artesanal, con un espíritu conservativo y con respeto a la vida que cada pieza ha tenido.
ARDUO TRABAJO
Entre los trabajos realizados por Fontenla, la firma que ganó la licitación para restaurar el mobiliario del Salón Dorado y también de las butacas de la sala principal, se destaca la quita de los tapizados de los canapé y la limpieza de las estructuras con alcohol isopropílico (es especial para este
trabajo pues mantiene el dorado a la hoja) que era aplicado con hisopos y se arreglaron sus esqueletos de madera.
Los detalles que estaban rotos se conservaron para que se note el paso del tiempo. Solo en algunos casos el tapizado tuvo que ser cambiado, en esas piezas se
eligieron textiles que fueron traídos del exterior.
Por su parte, los sillones Reina Ana tienen tapizados de pana bordados pero, en su mayoría, los hilos estaban muy deteriorados. Entonces, se recuperaron los hilos que servían y se restauraron una a una las hebras del bordado. Para tener una idea del estado previo, en muchos sillones se veía el dibujo pero ya no había fibras que lo formaran.
En las sillas Luis XV hubo que trabajar sobre los respaldos esterillados, muchos se hicieron a nuevo. En esas piezas el patinado se conservó demostrando que el original podía lucir su experiencia vivida.
En todo el proceso de restauración, que llevó entre 6 a 8 meses, trabajaron una bordadora, doradores a la hoja, restauradores, tapiceros, ebanistas y lustradores, en un trabajo que significó un gran desafío por el cuidado que cada detalle merecía.
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