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Oscar León guarda en secreto su técnica de reducción de cabezas. En su casa de Lobos exhibe una colección que incluye las de zorros, gatos, antílopes y caballos. Un personaje solitario y excéntrico: el jíbaro de las pampas
Por EZEQUIEL FRANZINO Y MARISOL AMBROSETTI
El único hombre que, al día de hoy, sabe reducir cabezas vive en una casa modesta a 150 kilómetros de La Plata. Ha dejado la cabeza de un caballo del tamaño de la de un gato; y a la de un gato como de ratón.
Por accidente descubrió que a través de una com binación de ácidos podía disminuir el tamaño de los animales. Por este hallazgo, cuando Enrique Sdrech lo conoció lo llamó “el jíbaro de las pampas”. Y lo hizo famoso por un día a través del diario Clarín, allá por la década del 1980.
Los jíbaros o “shuar” son un pueblo amazónico que habita la selva peruana y ecuatoriana. Cuando se enfrentan a otra tribu y resultan vencedores tienen por costumbre reducir la cabeza del líder perdedor. El jefe jíbaro lo hace solo, en profunda meditación y ayuno.
Los jíbaros o "shuar" son un pueblo amazónico que habita la selva peruana y ecuatoriana. Cuando se enfrentan a otra tribu y resultan vencedores tienen por costumbre reducir la cabeza del líder perdedor
El único reducidor de cabezas que no pertenece a esa temible tribu, está signado, al parecer, por el reino animal: vive en Lobos y su apellido es León. Nunca le redujo la cabeza a ninguna de estas dos especies. Si no se imagina a alguien así, tendrá que viajar a esa pequeña ciudad bonaerense y preguntar por Oscar o por el jíbaro. “Yo soy autodidacta, me pusieron el mote de jíbaro para las noticias pero yo no tengo nada que ver con ellos, mi técnica es única y propia”, aclara de entrada.
Este hombre de canas largas, camisa hawaiana que luce lentes para sol dentro de su casa muestra su obra con orgullo. Para dedicarse a una actividad tan excéntrica, hay que llevar un look acorde.
De adolescente notó que, así como les sucede a las prendas de vestir lavadas con agua caliente, las cabezas de animales, inyectadas con un menjunje secreto de ácidos, se achican hasta en un 70 por ciento. Sorprende observar la fisonomía de un caballo devenido pequeño poni.
Para resaltar la reducción de las cabezas, suele dejar en tamaño original algunos rasgos singulares de los animales. Los bigotes del gato o los cuernos del antílope permanecen en su tamaño original y el cráneo, con todos sus ingredientes (hocico, ojos, orejas, etc), aparece diminuto. El contraste da la pauta de los cambios de escala.
LA PRIMERA VEZ
Cuando se saca las gafas los ojos azules de León - una especie de híbrido entre Albert Einstein y Hulk Hogan–, escrutan a su interlocutor: “de joven practicaba la taxidermia, que consiste en la disecación de animales, y también el embalsamamiento, que se hace con químicos que permiten conservar los cuerpos”.
El punto crucial de su hallazgo se produjo por amor. De chico había criado y corrido detrás de un tero, al que quería como mascota. Cuando el animal murió quiso “inmortalizarlo”, y comenzó a mezclar esas técnicas que ya había ensayado con otras criaturas. El intento decantó en terito. El ave había menguado de manera notoria. “Pero me quedó despareja la reducción”, recuerda León, “así que decidí mejorar la fórmula”.
Casi por accidente se había encontrado con lo que años más tarde le diera originalidad, reconocimiento de la prensa internacional y hasta de Thalía, sí, de la cantante mexicana, que contó por Twitter que había quedado “impresionadísima” por la reducción de cabezas al ver a León en una entrevista concedida a la cadena Televisa.
De adolescente notó que, así como les sucede a las prendas de vestir lavadas con agua caliente, las cabezas de animales, inyectadas con un menjunje secreto de ácidos, se achican hasta un 70 por ciento. Sorprende observar la fisonomía de un caballo devenido pequeño poni
A su casa se ingresa por una sala pequeña. Allí, donde el común de la gente pondría un sillón y un televisor, él tiene nueve cabezas llevadas a su mínima expresión, exhibidas como en un museo; dentro de cajas de vidrio algunas, y dentro de una vitrina con llave, las otras. La pared de la derecha está cubierta de recortes de revistas. Las hay de Estados Unidos, de Bulgaria, Francia, México, Sudáfrica y hasta de Omán. Hasta la BBC de Londres realizó una nota sobre la historia de este personaje, que jura haber tenido un puma de 70 kilos, regalo de La Pampa, al que paseaba con correa por las calles de Lobos ante la mirada aterrada de sus vecinos.
Su casa está al fondo de un laboratorio de análisis clínicos, donde él oficia de cuidador. Convive con más de diez gallos y gallinas, un canario, una perra y dos gatitos recién nacidos, a los que les da leche en una mamadera improvisada en un tarrito de Savora. A pesar del excéntrico pasatiempos de su amo, ellos pueden estar tranquilos: “Los trabajos los hago siempre con cabezas de animales ya muertos”, afirma León; “soy un fiel amante de la naturaleza”. Entonces, todos respiramos más tranquilos.
Cuenta que a los animales muertos los levanta en la ruta, cuando sale a andar en bicicleta, su otra pasión. Para Oscar esta actividad es apenas un pasatiempo. “Me quedo con las cabezas o las regalo, son como mis hijos, solo si aparece una buena propuesta acepto venderlas”. A cada una de las piezas le asigna un valor: “Esta vale 3 mil dólares”, afirma y señala un alce.
UN DEPORTISTA
León tiene 67 años y físico de 45. Así como consigue evitar la descomposición de los animales también logra mantenerse joven. Parece que desayunase cereales con formol, pero no. Oscar Silvestre recorre en bicicleta, enfundando en riguroso traje de ciclista profesional, con calzas, casco y cantimplora, unos 90 kilómetros diarios. En su entrenamiento para las competiciones de Rural Bike llevó un bisturí. Tenía previsto detenerse si encontraba alguna “pieza” muerta, su materia prima.
Dice que es jubilado. Pero sobre su trabajo y su casa guarda misterio. De repente, en medio de la entrevista, mira la hora y pide disculpas. Entra a la pieza, busca su traje de ciclista y vuelve a la cocina no sin antes cerrar la habitación con llave.
Mientras ceba mate hace un compendio de sus andanzas: qué le regaló un zorrino embalsamado a Argentino Luna, que es fanático de Pappo, que en Lobos, “el lugar a donde llegan los que están de vuelta”, se hizo amigo de Camila Perisé y que celebró sus 50 años como reducidor de cabezas con una fiesta en Niceto Club, de barrio porteño de Palermo, con una exposición de sus piezas.
PASIONES SMALL
Quizás por ser una persona solitaria, reniega de los envases en tamaño familiar. Tiene un fetiche por lo pequeño y a todo aquello que lo rodea, bien le caben los diminutivos. Las cabezas reducidas exhibidas en el living, son apenas la punta de un iceberg.
Ama los árboles y, como no podía ser de otra manera, le apasionan muy especialmente los bonsais. Durante años se encargó de confeccionarlos. También supo estar en pareja con una mujer 30 años menor. Cuando él tenía 50 años, su enamorada apenas alcanzaba la mayoría de edad. La única vez en su vida que hizo reducciones de cabeza en compañía de alguien fue junto a esa mujer. Si ella hubiera prestado atención, hoy sería la única heredera de la técnica. Pero León está seguro de que no lo hizo. Esta seguro y así quiere que sea.
Él es el único que conoce el procedimiento y lo guarda en su mente, nunca lo escribió. Es más inaccesible que la fórmula de la Coca-cola. “No quiero herederos”, dice en voz alta y con una media sonrisa jura que ese secreto, muere con él.
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