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El 31 a medianoche, cuando la mayoría de los platenses esté brindando, ellos vivirán en la efervescencia de su rutina laboral. Un mago, un coordinador de viajes de egresados a Bariloche, un médico de guardia y un operador del 911 cuentan cómo es recibir el nuevo año trabajando
Por CINTIA KEMELMAJER
Hay fiestas sorpresa, hay fiestas organizadas por un anfitrión y otras organizadas por un papel con muchos números y algunas letras: el calendario gregoriano. Navidad y año nuevo son dos de ellas: momentos del año en que nos vemos compulsivamente obligados a festejar… más por el rigor que por las verdaderas ganas. Son momentos en los que tenemos que verle la cara a nuestros parientes, querramos o no; en los que debemos soportar el furor de las compras navideñas; en los que se nos impone, casi de manera inconsciente, a hacer un balance del año. Pero no todos lo viven igual.
Ulises Palomeque, Santiago Alló, Mario Fernández y Dimitri Donadío son cuatro platenses para los que las fiestas son justamente lo contrario: momentos en los que el trabajo se incrementa y no queda otra que cumplir horario, brindar –si tienen suerte- con algún desconocido de turno y añorar a sus seres queridos mientras ellos comen vitel toné y huevos rellenos. Los tres son platenses que pasarán el próximo 31 de diciembre a medianoche cumpliendo sus rutinas, como el resto del año. Para ellos fiesta y trabajo, esos extremos diametralmente opuestos, son casi lo mismo.
AÑO NUEVO DETRÁS DE LA LÍNEA
Desde el 2007, Dimitri Donadío trabaja en La Plata, en la línea de emergencias del 911. Año tras año le tocó cubrir alguna de las denominadas fiestas de fin de año, sino las dos. Este año, por ejemplo, su suerte no fue la mejor: ya trabajó en Navidad y lo volverá a hacer el martes próximo. La primera vez que le tocó la experiencia le pareció directamente “triste”. Además de pasarlo lejos de la familia, esa jornada laboral transcurrió más cerca del teléfono que nunca: la cantidad de llamadas de emergencia se incrementó tanto que Dimitri no pudo parar ni un segundo. Y lo que más lo desgastó fue el estado de alteración de los que llamaban. “Los años siguientes –dice- ya estaba más curtido por el trabajo y me sentí agotado nomás”.
¿Cómo es trabajar el 31 en el 911? “Es una noche de trabajo incesante”, señala Dimitri. En general, durante la noche del 31, después de la cuenta regresiva y cuando el reloj clava sus agujas dos minutos antes de las doce, todos respiran en la sala de llamados de emergencia. Es el único momento de la jornada laboral en el que desaparecen los ring-ring: “Es como si de pronto se apagaran todos los teléfonos de toda la provincia, y ahí los operadores aprovechamos para brindar, con gaseosa, desde nuestras posiciones de trabajo”. Una vez pasado el chin-chin, a las 12 en punto, la locura regresa a las líneas: “Los teléfonos explotan y ya no paramos de trabajar hasta que termina nuestro turno”.
Si Dimitri tuviera que elegir lo mejor y lo peor de las fiestas, no sabría qué decir. “Realmente –confiesa- no se me ocurre nada bueno”. Y explica por qué: “En general, el llamante promedio maltrata al operador del 911 como si éste, en vez de estar ayudándolo, fuera quien provocó la emergencia que lo hizo llamar. Son los nervios y la tensión del momento. Eso sucede todos los días del año, pero en las fiestas es mucho peor: el operador del 911, en vez de estar compartiendo con su familia, se ve forzado por su trabajo a convertirse en un receptor de toda la mala onda de lo que sucede”. Dimitri respira hondo. Sabe lo que se le viene encima cuando acabe el año.
ABRACADABRA
Ulises Palomeque es mago especialista en monedas. Empezó practicando como hobbie por su cuenta, hasta que hace doce años se convirtió en profesional de la magia a tiempo completo. En realidad, todo fue por gracia del padre de un amigo, que veinte años atrás le hizo un truco de magia en donde desaparecían unas monedas. Ulises quedó impresionado y nunca supo cómo lo había hecho, así que decidió investigarlo por su cuenta. Investigó tanto, que desde hace diez que lo contratan para todo tipo de eventos, especialmente, para las fiestas de fin de año.
Para él, pasar el 31 sorprendiendo a los comensales que se juntan para recibir el año nuevo en compañía es una rutina más. La cena show en la que trabajará el próximo martes será en Pilar y durará hasta dos o tres minutos antes de las doce. Lo prefiere: como es de año nuevo, dice, la paga es mucho mejor. Después de la cuenta regresiva y cuando todos alcen sus copas, Ulises pondrá en marcha su Ford K y emprenderá el regreso a La Plata. “Eso es lo peor de la noche... el viaje. La noche se torna peligrosa en todo sentido, mucha gente alcoholizada manejando, algún que otro descontrol en la calle… vuelvo manejando tan tensionado que para mí es como otro trabajo extra”.
Para Ulises, trabajar en las fiestas no representa un estorbo. Si a las doce de la noche manda un mensaje o llama a alguien de su familia, lo hace más por ellos que porque le haya agarrado nostalgia: el mago ya está acostumbrado. De hecho, trabajar en las fiestas le gusta: “La gente está más distendida y es más receptiva al artista que en otras épocas del año”. Los trucos que tiene previstos para fin de año son, como siempre, de magia de cerca, es decir: cosas chicas, con las manos, que son proyectadas en una pantalla gigante para que todo el público pueda apreciarlo por igual. Invitará, como siempre, a algún invitado del público para que esté en la mesa de trucos con él y vea los juegos, las demostraciones de naipes y los juegos con monedas desde bien cerca. Y cerrará con su clásico acto de ventriloquía, “Hércules”, una charla desopilante sobre el amor y las relaciones con su alter ego de juguete.
NUEVO AÑO EN GUARDIA
Juntan el dinero durante el día para costear todo. Y a eso de las 23.30, es “el” momento de la guardia. Los residentes se ocupan de decorar el salón común adonde media hora antes de las doce todos van a compartir un rato antes de que comience la locura. Las bandejas con comida suben en el ascensor, sobre las camillas. Cada médico o residente a la mesa algo dulce –budín, chocolates, pan dulce-, y todos disfrutan para comer algo rápido y hacer un brindis con gaseosa. Si tienen suerte, ven los primeros fuegos artificiales, algún que otro mensaje o llamado con la familia, y ahí nomás, los cuarenta profesionales que se encuentran de guardia en ese hospital platense, vuelven a sus puestos, expectantes. Ya saben que en minutos, comenzará el festival de los damnificados por el fin de año: descompuestos por el calor, por los excesos, por alguna cañita voladora que equivocó su rumbo.
Antes de las doce, todos los que caen a la guardia lo hacen con el apuro típico de fin de año: quieren sacarse algún problema de salud de último momento de encima, para volver a sus casas a festejar. “La guardia comienza tranquila, los que vienen durante el día sólo son urgencias y a las 9 ya calma”, cuenta Mario, que no le rehúye a quedarse las fiestas trabajando en el hospital. Esta es la tercera vez que le toca pasar una fiesta trabajando, desde que empezó a trabajar en el área de cirugía, hace veinte años. “En la guardia somos muchos los que vinimos del interior a estudiar Medicina y nos quedamos en La Plata, entonces, la Provincia nos queda lejos para ir con nuestras familias. Decidimos ponerle onda acá, y defender nuestro deber como médicos”, dice.
Las quemaduras por pirotecnia son lo más común de la noche, aunque también otro caso típico y no tan tenido en cuenta, apunta Mario, es el de los corchos: “Muchos accidentes de fin de año suceden cuando se destapan las botellas y los corchos se rebelan”. También hay más peleas familiares de lo normal, y accidentes de tránsito propiciados por el alcohol.
Desde la 1.30 en adelante, la guardia para Mario se pone tensa. Llegan los chiquitos quemados –“que manipulan pirotecnia sin saber cómo se hace- y otros casos críticos que el cirujano, junto a su equipo, debe resolver. Y ahí es cuando, para él, el fin de año queda lejos: comienza uno nuevo, en donde todo sigue como estaba, trabajando para restituir la salud de las personas.
FESTEJAR ENTRE EGRESADOS
Cuando Santiago Allo tenía edad de adolescente, era de los que se sentaban adelante con toda la tarea hecha. Un poco tímido, bastante aplicado. “En el colegio me iba muy bien”, dice desde su oficina en La Plata Santiago Allo, perfumado, de camisa a cuadros recién planchada, el pelo impecable. El teléfono, que titila en silencio, lo requiere a cada rato. En quinto año, admite, fue su destape: la necesidad hizo que tuviera que aportar a la economía familiar. Santiago encontró un trabajo sencillo y para pasarla bien: ser coordinador de Bariloche, algo que le permitía, durante el año, seguir con sus estudios como Contador Público. Además, él le imprimía su plus al trabajo: era muy responsable. Simpatizaba con los chicos que viajaban, pero nunca olvidaba su rol como responsable del grupo.
El trabajo temporario se extendió tanto que hoy, quince años después y junto a un socio, Santiago tiene una empresa que organiza viajes de egresados de miles de chicos de quinto año de La Plata, San Isidro y Tandil: el negocio dio sus frutos. Por eso, este fin de año, Santiago lo vivirá como suele sucederle en los últimos años: entre egresados de diecisiete años, excursiones y coordinadores que están a su cargo.
El martes a eso de las 9, cenará en el hotel en el que estarán alojados los egresados de Tandil a los que llevarán en micro hasta Bariloche. Será una cena de gala: las chicas lucirán sus mejores vestidos y los chicos camisas y jeans cancheros pero formales. Santiago también se arreglará para la ocasión. Comerá con ellos y el resto del staff y los llevará a todos a Genux, el boliche en el que se estila que festejen Año Nuevo. Santiago, con la mesa chica de los organizadores de los viajes, planea hacer lo de siempre: escapar, luego, al bar Antares para brindar con sus compañeros de trabajo y pronto, a descansar. Llamar a su hija Camila de diez años, y después a la cama. “Imaginate”, dice él, “aún quedan diez días por delante en los que soy el máximo responsable de los egresados”. Suficiente para que el año empiece como termina: trabajando.
*Los nombres de algunos entrevistados fueron cambiados con el fin de preservarlos en su ámbito laboral.
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