Un líder que marcó al mundo

Nelson Mandela, ex presidente sudafricano y líder en la lucha contra el apartheid, falleció tras un agravamiento de los problemas pulmonares que arrastraba desde hace años por las secuelas de una tuberculosis desarrollada durante su estancia en la isla-cárcel de Robben Island, junto a Ciudad del Cabo, donde estuvo 18 de los 27 años de detención en las prisiones del régimen racista de su país.

Durante ese largo tiempo, bajo un sol intenso, en medio de una polvareda que dañó para siempre su aparato respiratorio, tuvo que pasar interminables jornadas picando piedra. Aun así nunca pensó en la venganza e intentó, al contrario, entender a sus enemigos, aprendiendo su lengua, el afrikáans, y apreciando a sus poetas. “Sabía perfectamente que el opresor tiene que ser liberado, igual que el oprimido. Un hombre que priva a otro hombre de su libertad es prisionero de su odio, está encerrado detrás de los barrotes de sus prejuicios”, explicó Mandela en referencia a sus años de prisión.

Liberado en 1990, Mandela empezó a negociar con un régimen exhausto la organización de comicios universales y democráticos. En 1993 recibió el Premio Nobel de la Paz con el último presidente del régimen del apartheid, Frederik de Klerk, por su papel en la instauración de una democracia multirracial en Sudáfrica. Tras su elección triunfal como primer presidente negro de su país en 1994 (y hasta 1999), se convirtió en un predicador incansable de la reconciliación de las razas. Fue un dirigente de consenso que supo ganarse el corazón de la minoría blanca, cuya opresión había combatido.

Casado en tres oportunidades, tuvo en total seis hijos que se prolongaron en 17 nietos y 12 bisnietos. Mandela se retiró de la vida política poco tiempo después de dejar la presidencia. Sus compatriotas lo llaman el “padre de la Nación” y en el extranjero fue y seguirá siendo ícono de paz y perdón. Simbólicamente, la última aparición pública de Mandela fue ante la humanidad entera, cuando saludó a la multitud el día de la final del Mundial de Fútbol en 2010 en Sudáfrica, con millones de espectadores siguiéndolo en directo por televisión.

De ahora en adelante, Sudáfrica se prepara para una vida sin el gran líder, y algunos miembros de la antes dominante minoría blanca temen que el espíritu de reconciliación de Mandela se esfume después de su muerte. Cuando el apartheid terminó hace casi dos décadas, los blancos se preparaban para lo peor. Condicionados por años cuidándose de la “swart gevaar” (amenaza negra), temían ser arrojados al mar. Tal profecía nunca se materializó. Cuando se convirtió en el primer presidente negro sudafricano en 1994, Mandela cerró un sombrío capítulo de su vida en la cárcel y tuvo contacto con sus antiguos opresores hasta el punto de tomar el té con la viuda del arquitecto del apartheid, Hendrik Verwoerd.