Depósito de la fe

Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN

Queridos hermanos y hermanas.

Se llama “depósito de la fe” lo contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura, lo que fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia; y la función de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral y escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, es decir a los Obispos en comunión con el sucesor de Pedro, quienes ejercitan esa función en el Nombre de Jesucristo.

En Cesaréa de Filipo, después de manifestar Simón Pedro su fe en la divinidad de Jesús: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, el Señor proclama ante el conjunto de los Apóstoles: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el Cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16, 13-19).

Es importante comprender que el Magisterio de la Iglesia no está por encima de la Palabra de Dios, sino que está a su servicio, para enseñar únicamente lo que ha sido transmitido, a fin de que, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, el mismo Magisterio escuche piadosamente, custodie santamente y exponga con fidelidad aquella Palabra; y, de ese único depósito de la fe, saque todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído.

Todos los fieles cristianos, teniendo en cuenta lo que Jesús dijo a los Apóstoles: “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a Aquel que me envió” (Lc 10, 16), recibimos con docilidad las enseñanzas y disposiciones que los Obispos -sucesores de los Apóstoles- en comunión con el Papa nos van dando de diferentes maneras.

El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que recibió de Jesús cuando define dogmas, es decir cuando propone -de una forma que nos estrecha a todos en una adhesión irrevocable de fe- verdades contenidas en la Revelación divina o verdades que tienen con ellas un vínculo necesario.

El conjunto de los fieles cristianos no podemos equivocarnos en lo que creemos. Con ese sentido de la fe -que el Espíritu de Verdad suscita y mantiene- el Pueblo de Dios, bajo la dirección del Magisterio, se adhiere indefectiblemente a la fe confiada de una vez para siempre a la Iglesia, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más plenamente en la vida.

Gracias a la asistencia del Espíritu de Dios, la comprensión de las verdades contenidas en el depósito de la fe pueden desarrollarse o crecer en la vida de la Iglesia: cuando los fieles las contemplan y estudian, meditándolas en el corazón; cuando comprenden interiormente los misterios que viven; y, cuando las proclaman los Obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la Verdad.

La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Los tres, cada uno según su condición, y bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de los creyentes. Quiera Dios concedernos a todos la dicha de creer sin claudicar y de vivir según nuestra fe.

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