Francesca Serra: “Todas las mujeres son pornolectoras”

La ensayista y crítica italiana Francesca Serra, autora de “Las buenas chicas no leen novelas”, un ensayo publicado por Península en el que dice de forma tajante que “todas las mujeres son pornolectoras” pero aclara que “de forma obligada desde que el libro se convierte en mercancía”.

El llamado “porno para mamás”, encarnado en el fenómeno de “Cincuenta sombras de Grey”, de E.L. James, tiene su origen en siglo XVIII, su apogeo en el XIX con Madame Bovary y culmina con Marylin Monroe leyendo el “Ulises” de James Joyce.

“Todas las lectoras lo somos, sin excepción”, asegura la italiana, porque, en su opinión, esos arquetipos que se crearon a mediados del siglo XVIII, con la Revolución industrial y la novela como industria cultural, llegan heredados hasta hoy cuando “las mujeres son las que más leen pero, también, las mayores víctimas de un mercado editorial machista”.

“La mujer tiene ya a mitad del XVIII una iconografía muy concreta. Se trataba de una mayoría que estaban leyendo casi desnudas, en ropa interior encima de la cama, y viendo esto me di cuenta de que se trataba de una alegoría perfecta”, añade.

COSA DE ELLAS

“Las mujeres no solo leían con la inteligencia sino con otras partes de su cuerpo, con sensualidad y para comerse el mundo a bocados, porque así lo alimentaba ya el mercado, mientras que los hombres leían tratados, poesía u otros textos”.

Serra sostiene que la imagen de la mujer “pornolectora” tiene su máximo apogeo en el siglo XIX, con “Madame Bovary”, escrita por Gustavo Flaubert en 1857.

“Ella reúne tres condiciones, y es que es adúltera, consumidora, lectora voraz y al final se suicida. Y luego llegamos a Marylin Monroe -recalca-, que representa la quintaesencia de mi planteamiento, con esa imagen que ha traspasado el mundo, leyendo el `Ulises` de Joyce”.

El consumo masivo hoy se ejemplifica con el fenómeno comercial de las “50 sombras de Grey”. “Este y otros libros que están publicando de forma veloz las editoriales para atrapar lectoras, serían el final del camino, en el que las lectoras se han convertido realmente en consumidoras de porno blando o ligero, y es aquí donde emerge el estereotipo de aquellas mujeres”, afirma.

“Además -puntualiza- a las propias mujeres les cuesta cambiar. Este libro pretende poner un espejo para que las mujeres puedan mirarse, pero no les gusta lo que ven”.

“En el mundo de la edición trabajan muchas mujeres -continúa-, incluso suele estar dirigido en muchos casos por mujeres, pero éstas repiten los mismos modelos y estereotipos para ganar dinero. En realidad es una operación de marketing que empezó hace tres siglos”, concluye.

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