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Revista Domingo |NOTA DE TAPA

Tres platenses que desafían la rutina: el artista escondido

Darío Maccarini es pintor de cuadros con materiales no convencionales, Javier Accqua hace talla en madera y Jorge Zanzio es guionista, director audiovisual y poeta. Ninguno de ellos vive de su trabajo artístico. La historia de tres platenses que desafían la rutina diaria y expresan su interioridad, a través de la innovación artística

8 de Septiembre de 2013 | 00:00

Por CLARISA FERNANDEZ

Decir que uno hace cosas “por amor al arte” es un cliché. Pero la ciudad de La Plata es semillero de artistas que crean por fuera de los circuitos comerciales o desde las sombras de las oficinas ministeriales. He aquí la historia de tres platenses que muestran su artista escondido.

Darío Maccarini tiene 45 años, está casado con Soraya desde los 27 y juntos tienen una hija: María Constanza. Entrar a su casa es como ir a un museo de arte moderno plagado de cuadros, adornos decorativos y colores fuertes que lo invaden todo. Es que Darío tuvo un ‘touch and go’ con el dibujo cuando era chico y quedó flechado para siempre: nunca más paró de dibujar y pintar. La brocha que hoy le da de comer es la de pintor de obra, oficio que heredó de su papá José, a quien ayudaba de a ratos mientras estudiaba bioquímica en la Universidad de La Plata, allá por el ´86. Hizo tres años de bioquímica y dejó, después otros tres de dibujo publicitario en Lomas y volvió a dejar: “faltaba la parte de usar las manos para hacer algo”, dice sonriendo.

Javier Accqua no tuvo una infancia fácil. Su padre murió cuando él tenía cinco años y su mamá tuvo que salir a trabajar para sostener la familia. A los 14 dejó el colegio y a los 17 entró de correo en judiciales, donde hizo carrera administrativa y hoy, a los 53, tiene el mayor cargo del área: jefe de despacho de presidencia de la Cámara Civil. En el medio se casó con Laura, con quién tuvo dos hijas, Florencia y María José, y dos nietos, Felipe y Agustina. Después terminó el secundario e hizo tres años de Diseño gráfico en Bellas Artes: “dejé porque entre el estudio y el trabajo me pasó una vez que estuve como 10 días sin ver a mi hija despierta, y eso no lo aguanté”, recuerda. Laura hacía manualidades y pintaba, mientras Javier la miraba admirado: “siempre me gustó el arte, pero nunca me tuve fe”, admite.

Jorge Zanzio tiene 46 años. Fue peón de albañil, empleado en una casa de fotografía, en una pinturería y filmó fiestas. Desde los 40 trabaja en la Dirección de Jubilaciones del Ministerio de Educación, y está casado desde hace 10 con Mercedes, con quien tiene un hijo de 7 años, Joaquín. Cuando tenía 8, Jorge cortaba en tiritas los papeles de las cajas de zapatos, y con el proyector Cinegraph que le habían regalado le pasaba películas a su primo y sus amigos. De los 12 a los 14 fue a dibujo con Isabel, una señora que le preparaba el café con leche después de la escuela: “para mí era como un ritual”, recuerda. Después estuvo cinco años aprendiendo dibujo con Ernesto Winitzky, pero ya extrañaba la cámara: “Er nesto siempre me marcaba que me gustaba contar historias -cuenta Jorge- porque mis dibujos eran muy literarios”.

EL ARTE COMO CAMINO

El año 1993 fue bisagra para los tres platenses: Darío empezó a pintar de forma independiente y a mechar su creatividad en el trabajo, Jorge se compró su primera cámara y Javier conoció a quien sería su maestro en el arte de la talla en madera.

Y en el trabajo dicen...
Marcelo Gaona tiene 28 años. Recuerda que durante los últimos 7 que trabaja pintando con Darío, cada vez que "El Moncho", como le dice, se dedica a pintar cuadros de pared o a decorar jardines ajenos, se tranquiliza: "le genera mucho entusiasmo, pone la mente en eso y deja de pensar en trabajo, le da calma"

“Empecé a experimentar con latex y esmalte sintético haciendo pátinas que la gente veía en las revistas y les gustaban -cuenta Darío – y después incorporé materiales decorativos y dibujos en paredes de interior y exterior”. Pero el reencuentro fuerte con su parte artística ocurrió a fines del 2009: “yo estaba muy deprimido por la muerte de mi viejo, tuve que ir al psicólogo y al psiquiatra, quienes me recomendaron que retomara la actividad artística”, recuerda. El aliento de familiares y amigos hicieron que el “escape psíquico” se transformara en una verdadera innovación artística: la utilización de materiales de obra para la elaboración de cuadros. Pinturas mezcladas, barnices, revestimiento de paredes, tergopol, alambres, cartones, cemento, polifán, caños, son algunos de los materiales que Darío usa para hacer sus cuadros, que nunca son de menos de un metro cuadrado. Darío pinta en mesas, no en atriles, y usa la técnica de pintura a chorro. Sus cuadros son abstractos y tienen mucho rojo, el que, según dice, le genera una sensación energética placentera.

Lo de Javier fue de sopetón: un día llevaba a su hija al dentista y pasó por el Museo Almafuerte, donde sabía que estaban dictando clases de talla en madera. Paró el auto, se bajó y entró. Justo estaban dando el taller, se quedó un rato a ver la clase y el profesor, Jorge Álvarez, le dijo: “venite sí o sí”. Javier no lo dudó. Después de terminar la primera talla, agarró un cuaderno que tenía Álvarez donde había fotos de trabajos de diferente complejidad. Sin decirle nada al profesor, eligió una de las más difíciles y un mes después se la mostró terminada:

-¿Vos hiciste esto? –le preguntó Álvarez sorprendido

-Sí

-Listo, a partir de ahora podés hacer lo que quieras –autorizó el profesor

Y en el trabajo dicen...
Pilar Monsalve tiene 40 años y hace 20 es compañera de Javier en Judiciales: " Con su trabajo artístico es igual de responsable que con su trabajo acá en la oficina, aunque sí bien da la impresión de ser una persona seria, la verdad es que puede salir con cualquier cosa, es muy divertido"

Ese diálogo marcó al hombre de judiciales, que estuvo hasta el `99 estudiando talla con Álvarez y hasta lo ayudó con sus clases. “La talla es muy distinta a la escultura, –cuenta Javier – porque no podés ir agregando material, una vez que sacás ya lo perdiste”. El bloque de madera se convierte en un cuadro tridimensional, que puede trabajarse con luces y sombras, diversos niveles y técnicas de coloración, como barniz, cera o pintura. Javier no sólo estudió talla, sino también telar aborigen, telar de banco, soguería y pintura. Empezó con tallas de espejos y cuadritos, después hizo una serie de escudos y las más recientes son homenajes a pintores como Diego Rivera, Juan Gris o Emilio Petorutti, para los cuales llevó el mismo dibujo de los cuadros a la madera.

En el `93 Jorge tenía 33. Quiso conquistar a una chica con poemas pero no lo logró: “la poesía me conquistó a mí”, afirma. Leía a los poetas malditos, Rimbaud, Baudelaire, de quienes lo seducía cierto halo oscuro y tormentoso, y admiraba la melancolía de cineastas como Kieslowski, Woody Allen o Berman. Mientras escribía poesía también filmaba, y comenzó a acercarse al teatro como dramaturgo. Escribió el guión de un unipersonal que se estrenó en el 2002 y desde ahí no paró: dirigió un largometraje testimonial y uno documental, otro mediometraje documental, guionó obras de teatro, creó letras de canciones y escribió dos libros de poesía. Incursionó en el género policial, el video danza y la comedia negra. Actualmente está trabajando en nueve proyectos nucleados en Pisando Pliegos, la productora que creó con su mujer en el 2004: “yo siempre estoy experimentando –admite Jorge- aunque me siento más cómodo con la ficción porque exorcizo mis monstruos, me involucro más psicológicamente”.

POR AMOR AL ARTE

Si bien Darío y Javier se consideran artistas, dicen que “todavía les falta mucho para pulir”, mientras que Jorge prefiere denominarse como “productor de arte”. Darío vendió unos doce cuadros y regaló otros tantos, mientras que Javier no piensa en comercializarlos, sino en crear tallas y pinturas que les puedan gustar a otras personas, y así generar nuevos vínculos en el ambiente artístico. Para Jorge la no comercialización de sus productos es una cuestión política: “Para mí es un arte independiente, nunca sentí influencia de nadie ni tomé una postura por una presión de afuera. Hacer arte es hacer ideología”, comenta.

Y en el trabajo dicen...
Gabriel Benavente tiene 36 años y hace 6 que trabaja con Jorge en el Ministerio de Educación: "Además de ser muy responsable es muy detallista, tanto en la manera de hablar como en el trabajo, casi obsesivo te diría"

Ninguno de estos tres platenses vive de su trabajo artístico, pero todos sueñan con poder hacerlo. “Me encantaría tener un galpón de arte, vivir de eso sería lo ideal. Capaz que en algún momento se dé”, imagina Darío. “A mí lo que me gustaría sería no trabajar más y dedicarme a esto –comenta Javier - conectarme con gente, compartir muestras y talleres”. Para Jorge, su lado B es el Ministerio, y la producción artística su pasión y de lo que le gustaría vivir.

Javier llevó una de sus tallas para decorar la oficina, Darío usa los materiales que le quedan de las obras para sus cuadros, y Jorge armó un grupo de facebook que se llama Ministeriarte, donde todos aquellos del ministerio que produzcan artísticamente pueden colgar sus creaciones. Cada uno a su manera busca destapar al artista escondido, sacarlo de las sombras y fusionar esos dos mundos en los que viven todos los días.

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