Científicas contra el terror de las madres: los piojos

Investigadoras platenses cuentan cómo se contagian y las mejores formas para combatirlos

Son el terror de las madres. Pero también objeto de estudio de científicas platenses del Conicet. Se trata de los piojos. Parásitos prehistóricos contra los cuales, a la hora de combatirlos, el hombre corre con una gran desventaja: “Hay demasiados mitos”, subraya la bióloga e investigadora del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (Cepave), Marcela Lareschi.

Pertenecientes al grupo de los ectoparásitos, o parásitos externos, afectan a “animales silvestres, domésticos y a humanos, pero nunca pasarán de un animal a un chico, por ejemplo, ya que son sumamente específicos”, dice Lareschi y echa por tierra uno de los tantos mitos: ningún niño tendrá piojos porque estuvo jugando con su mascota.

“Son tan pero tan específicos que hay uno para cada sitio del organismo. El hombre tiene tres, el de la cabeza, el del cuerpo y el púbico (ladilla), y ninguno irá a la zona del otro”, explica la científica. Y añade que en nuestro país prevalece el de la cabeza, y sobre todo en niños.

formas de contagio

Otro mito. “No por bañarse más un chico va a tener menos piojos o menos probabilidades de tenerlos, ya que no hay relación con la falta de higiene”, apunta la bióloga platense, y describe cómo se comportan respecto de los humanos.

“Existe una relación de pareja entre el parásito y el hospedador. Hay individuos que por una serie de variables como sexo, edad, estado hormonal, salubridad y otras, son más susceptibles a ser colonizados”, dice Lareschi, y acota que “es una característica de todos los parásitos (piojos, pulgas, garrapatas) el hecho de que se concentran muchos en pocos hospedadores”, realza.

Y pone un ejemplo bien casero. “Yo tengo tres perros, y sólo a uno lo afectan las garrapatas”, comenta.

Ahora bien, ¿cómo se contagian? Aquí entra a jugar otro mito, pues un chico podría estar sentado días y días junto a un compañerito de escuela que tiene piojos y no contagiarse.

Es que el piojo es un insecto que no salta ni vuela. Pero si alguna vez los chicos “juntan las cabezas para jugar, o intercambian gorras o vinchas con pelos, allí se produce el traspaso”, advierte la investigadora del Cepave.

Así, ese parásito que se alimenta de la sangre de humanos y animales desde por lo menos el 6900 a.C., y que puede vivir entre 30 y 40 días en la cabeza de un niño para dejar a sus herederos (huevos o liendres) si no es combatido, sólo pasa de una cabecita a otra por contacto directo o mediante ese tipo de vías de transmisión.

Compartir peines, fundas de almohadas, sábanas, gorros, bufandas, son puentes de contagio. Es así que “las nenas presentan una mayor susceptibilidad a partir de ciertos hábitos como el uso del pelo largo o suelto, jugar a peinarse, hacerse trenzas, prestarse gorros o colitas para atarse el cabello”, apunta la científica Sandra González, quien junto a Marcela Lareschi y otros colegas disertará sobre esta problemática en el Conicet La Plata -8 N° 1467, 62 y 63-, mañana a las 16.

Luego de recomendar el “peine fino metálico” y un “chorrito de vinagre en el último enjuague de la cabeza”, Lareschi afirma que la mejor forma de combatir a los piojos es la prevención y la actuación colectiva.

“Si un padre revisa a su hijo un lunes y otro un martes, ya no sirve. ¿Lo ideal? Que en las escuelas diseñen cronogramas para que todos los alumnos sean revisados los mismos días; mínimo, dos veces a la semana”, remarca.

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