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Información General |las primeras relaciones de pareja

Amor y desamor adolescente, un disparador de crisis emocionales

Con las hormonas en plena ebullición, el amor aparece intenso y hasta puede resultar desgarrador

Por AGUSTINA MUSSIO

8 de Julio de 2015 | 02:22

Son las seis de la tarde y hace frío. Hombres, mujeres y niños bien abrigados caminan a paso rápido por las veredas del centro de la Ciudad. Martina (13) y José (14) andan más tranquilos. Llevan las camperas desprendidas y pasean, tomados de la mano, por calle 8.

Están “saliendo” hace tres semanas, y se conocieron por red social. Entre las sugerencias de Facebook (de amigos para agregar) apareció la cara de Martina. Y como a José le gustó la foto, le mandó invitación. Ella aceptó, pero - como no le gustó la imagen del perfil de quien le hablaba- lo ignoró las cuatro veces que él intentó chatear en los siguientes cuatro meses.

Después el azar los cruzó y se vieron cara a cara. A Martina ahora sí le gustó, y aunque no se animó a saludarlo en ese momento, cuando llegó a su casa, le mandó un mensaje por Facebook. Ese día chatearon más de dos horas. La conversación siguió por WhatsApp, y se extendió por muchas horas más de red social hasta concretar el próximo encuentro.

“El enamorado tiene la cabeza tomada por un rostro, por la expectativa de un encuentro, momentos muy románticos”

 

Cuentan que hablan “todo el tiempo”, todos los días, y que también se ven seguido. No se juran amor eterno porque dicen que no creen en el amor para toda la vida. Para ellos estar en pareja implica estar juntos, disfrutar y acompañarse mutuamente.

Ya pasaron la experiencia de ser rechazados por un amor. Recuerdan que fue muy doloroso, pero se muestran confiados y dicen que no tienen miedo de un nuevo desencanto. José imagina que cada vez duele menos, “porque ya vas sabiendo cómo es”. Martina, en cambio, cree que será el mismo sufrimiento en cada nuevo desengaño.

Paula (16) y Valentino (17) están sentados, bien pegaditos y tomados de la mano, en un rincón de la ventana de McDonald’s. No dudan cuando dicen que existe el amor para toda la vida, y responden al unísono que están enamorados. Les gusta pasar tiempo proyectando una futura convivencia, pensando nombres de hijos e imaginando un futuro juntos. A ella siempre le fue bien en la escuela, él dice que el amor le hizo “sentar cabeza”: “Me concentro más en las clases y estudio más que antes”. En los ocho meses que llevan de relación todo les resulta positivo.

“En la pubertad y en la adolescencia el enamorado tiene la cabeza tomada por un rostro, por la expectativa de un encuentro, momentos muy románticos, plenos de ilusión y también de euforias corporales”, describe la psicóloga Adriana Guraieb, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

También para el psicólogo platense Leopoldo Mancinelli los pensamientos y momentos románticos son característicos del amor adolescente. Y agrega que también suele ser “impetuoso, absorbente, idealista, controlador y sufrido”.

“En ese momento de la vida lo sensorial está en plena ebullición y a veces las expectativas en la relación que comienza son inmensas”, dice la psicóloga Silvia Medina, y explica que por eso los desengaños pueden generar situaciones traumáticas.

Oriana (14) cuenta, con algo de vergüenza, que el año pasado se hizo un corte en la muñeca cuando se enteró que su novio (y primer amor) tenía otra novia, además de ella.

Medina explica que el primer desencanto amoroso puede transformarse en una gran frustración porque tiene que ver con el rechazo del otro, y la autoestima entra en juego. “Es un momento donde lo corporal está muy comprometido porque la seducción pasa fundamentalmente por la imagen”, dice la especialista.

Mancinelli señala que los desengaños amorosos en este momento de la vida suelen responder, en gran medida, a las exigencias exorbitantes que rigen entre los enamorados. “Se despiertan sentimientos de rabia, de rencor, humillación e incluso deseos de venganza”, afirma, y agrega que el duelo por haber sido abandonado, en la mayoría de los casos, dura hasta que se presenta en el horizonte una nueva oportunidad de amar.

“Ese primer amor nos marca para siempre y muchas veces coincide con que también en esa primera relación conocemos el primer dolor por amor”, plantea Guraieb, y señala que el aprendizaje es doble: la hermosa sensación de enamorarse y el sufrimiento que puede traer.

EL LUGAR DE LOS PADRES

Muchas veces los padres no saben qué actitud tomar frente a un hijo, o hija, por primera vez enamorado. Suelen notar cambios en la personalidad del chico, tienen miedo que la incipiente relación afecte el rendimiento escolar, o el conflicto pasa porque no les gusta el enamorado o la enamorada. Aparece la preocupación por las relaciones sexuales y dudas sobre cómo actuar frente a las peleas de los novios.

Medina explica que cuando los chicos atraviesan por primera vez este tipo de situaciones con frecuencia se muestran herméticos frente a sus padres y, por el contrario, se abren más con sus pares. Por eso señala que es importante que los adultos les pregunten acerca de cómo se sienten, que intenten dialogar pero que no los invadan y respeten su privacidad.

Guraieb coincide en este sentido: “Es una etapa en que los hijos privilegian mas el compartir y contar con su grupo de pares, que con sus padres, de allí la enorme importancia de fomentar el dialogo con ellos, estar presentes y evitar en lo posible que se agrande la brecha de la confrontación generacional”.

“Lo sensorial está en plena ebullición y a veces las expectativas en la relación que comienza son inmensas”

 

Medina plantea que un error frecuente entre los padres consiste en intentar trasmitirles sus experiencias de frustración. Sostiene que es una actitud desacertada porque induce a los jóvenes a cerrarse más.

“Lo importante y lo que verdaderamente sirve es prestarles el oído, más que largarse a hablar”, dice.

Cuando los adultos no están de acuerdo con la pareja de los chicos, Medina recomienda decirles una vez lo que piensan y explicarles el por qué. Pero considera que la insistencia puede provocar la reacción inversa y despertar la rebeldía a través de la transgresión.

Frente a una situación de desengaño o abandono, plantea que los padres deben acompañar, proponer actividades, fomentar nuevos contactos y fundamentalmente reforzar la autoestima, que es lo que puede resultar más vulnerado.

“Los padres deben transmitirles la importancia de esa primera experiencia, que puede ayudar a desarrollar relaciones saludables, respetuosas, enriquecedoras y que si hay amor verdadero no habrá maltrato”, dice Guraieb.

La especialista remarca la importancia de enseñarles a diferenciar relaciones violentas o de poder, de los vínculos amorosos.

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