“Operación Avalancha” Mentira la verdad
| 23 de Noviembre de 2016 | 01:53

Matt Johnson está loco. El cine moderno se cuestiona su razón de ser y su naturaleza artificial para contar verdades obsesivamente, pero pocos lo hacen con la vitalidad lunática con que el canadiense trabaja hoy en día. Y el porqué trasciende la trama “Operación Avalancha”, que se vio esta semana en el Festival de Mar del Plata: Johnson justifica la existencia de su artificio, un falso documental sobre el falso alunizaje, dentro de su trama y reflexiona sobre la forma, pero, lejos de perderse en lo experimental o analítico, juega como un chico con sus propias creaciones y se pierde en la laberíntica lógica de sus ficciones con placer y fruición.
“Avalancha”, una de las películas más disfrutadas en Mar del Plata al momento, se desmarca así de la solemnidad que puede tener un festival internacional con el relato de la falsa llegada del hombre a la Luna. Dos agentes de la CIA (uno es el propio Matt Johnson, y se llama en el filme Matt Johnson; su compañero, Owen Williams, es también su coprotagonista en “The Dirties”, su anterior cinta) descubren mientras buscan un topo en la NASA bajo la falsa pretensión de filmar un documental del programa Apollo que la institución no podrá llegar a la Luna. La solución que presentan a sus superiores es sencilla: filmar en un set de cine el alunizaje bajo la pretensión de continuar filmando el (falso) documental original.
“Intentamos situar al espectador justo dentro de la historia, filmando a la manera de un documental, pero esto es porque gran parte de la película tiene como bisagra la construcción física de sí misma. Revelar esa construcción lo más posible era parte de la diversión”, afirma el cineasta sobre su creación, que incluye un falso cameo de Stanley Kubrick para completar su distorsión de los límites de lo real y lo ficticio.
Ese es el juego que recorre todo el filme: cajas chinas infinitas, contradictorias y que se abren y cierran febrilmente. Así, cuando Matt Johnson, encarnando al personaje Matt Johnson, afirma risueño que es “loquísimo” que mientras Kubrick contrata a la NASA para hacer que la Luna se vea real para “2001”, la misma NASA robará los métodos de Kubrick para hacer que la Luna se vea real para el falso alunizaje, quien se maravilla como un chico ante su propia ocurrencia es el Johnson cineasta, que nos habla a través del personaje.
“Pasé tanto tiempo de mi juventud mintiendo y contando historias que ahora estas películas son mi intento de analizar ese momento de mi vida. Estos filmes mienten y dicen la verdad al mismo tiempo, y espero que hagan reflexionar a las audiencias sobre cuál es la diferencia, si es que hay alguna”, dice este narrador que como personaje y como director se parece mucho a un chico mintiendo y creyendo su propia mentira, y que escribe un contrato cinematográfico con la audiencia al revés: no les pide que crean en su artificio, sino que se pierdan en su mentira. “No es una mentira si te lo crees”, reza el póster del filme.
Así, el Kubrick reconstruido, la conspiración paranoica y el filme todo, son más que un simple gag divertido: reflejan el espíritu festivo y cinéfilo que encarna el filme y profundiza su reflexión sobre la ficción, el artificio, su naturaleza construida y ambigua, la mentira, la verdad, y su manipulación desde “el poder” (la CIA, la NASA) y el mismo cine, creador de imaginarios en los que nos perdemos.
En ese sentido, más allá de la lograda ambientación de época y los triunfos técnicos, es ese entusiasmo, ese espíritu lúdico para retorcer la forma mil veces, el que consigue como una risa contagiosa atravesar la pantalla, rompiendo la formalidad de espectador y filme que atañe a la relación entre el cine y la audiencia (más aún en el marco de un festival): Johnson se entrega a su juego, pero estamos todos invitados a jugar con él.
Pedro Garay
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