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La Ciudad |Casa solar platense

Una obra de vanguardia derruida y olvidada

Científicos la crearon a fines de los ‘70 como prototipo de un barrio bioclimático. Fue estudiada a nivel mundial

Por CARLOS ALTAVISTA

24 de Diciembre de 2016 | 01:31

Fue pionera en Sudamérica. Fue la primera vivienda bioclimática de interés social que se construyó en el país. Fue objeto de estudio a nivel nacional e internacional. Tras un embarazo de dos años, la casa solar platense vio la luz en 1980. Pero sólo vivió seis. Fue tomada. Una iniciativa avanzadísima para la época (y de punta incluso hoy) quedó trunca. Ninguna autoridad hizo algo para recuperarla. Patrimonio de la Ciudad perdido. La lista se agranda.

Situada en la esquina de 526 y 15, fue el prototipo de un plan de 250 viviendas que se levantarían en la zona a través del Fonavi.

Los temores lógicos sobre un proyecto absolutamente innovador para entonces -la idea nació a mediados de los ‘70-, llevó a sus impulsores, nucleados en la Federación de Arquitectos de La Plata, a proponer la construcción de un prototipo al Instituto de la Vivienda de la provincia de Buenos Aires. El organismo financió el emprendimiento.

En 1978, los arquitectos Elías Rosenfeld, Olga Ravella, Leticia Giancaglini y Ramón Del Cueto proyectaron y dirigieron la obra, que terminó de materializarse en 1980.

“Nunca las casas solares habían funcionado en zonas con clima templado-cálido y con porcentajes de humedad como los de nuestra región”

Comenzaron 5 años de una investigación que habría llevado la tecnología solar a las viviendas de interés social, de la mano del Instituto de Arquitectura Solar La Plata (IAS). Su equipo de trabajo permitió un desarrollo inédito a nivel mundial, obteniendo premios y reconocimiento internacional.

Bajo la dirección de Rosenfeld, estuvo integrado por el físico Jorge Guerrero, los arquitectos Olga Ravella, Graciela Brusasco, Leticia Giancaglini, Norma Mastracchio, José del Cueto, Silvia González y Estela Delgado. Como consultores, el físico Ernesto Crivelli y los ingenieros Alfredo Rapallini y Jorge Souto. Con el tiempo se sumarían como becarios de la CIC Carlos Ferreyro y Carlos Díscoli.

Una mañana de 1986, cuando el equipo llegó a la esquina de 526 y 15, se encontró con todos los libros y el instrumental de medición tirados en la calle. La casa solar había sido tomada y no espontáneamente. Ante la insistencia de los profesionales, los ocupantes los alejaron a punta de pistola.

Ya se había incorporado al grupo el actual director del Laboratorio de Arquitectura y Hábitat Sustentable (Conicet-UNLP), Jorge Daniel Czajkowski, quien recordó: “Luego hicimos numerosos intentos de recuperarla. Pero se cerraron todas las puertas. En una visita al Instituto de la Vivienda provincial, donde acompañé a Rosenfeld en calidad de testigo, el administrador le ‘aclaró’ que nada de ‘eso’ le pertenecía. En la agria reunión se logró, al menos, que los visitantes, que a esa altura eran muchos y de distintos lugares del mundo, pudiesen verla y fotografiarla desde afuera”.

el lustro (y fraccion) de oro

Durante el período 1980-1986, la casa se transformó en un avanzado centro de investigaciones sobre edificaciones “sustentables”, término que no se usaba en ese entonces. Aplicaba el de “arquitectura solar” o “bioclimática”, nacidos -como todo en esta materia- en los Estados Unidos hacia 1930.

Jorge destaca que en el equipo de trabajo había arquitectos, ingenieros, físicos, climatólogos, y describe con humor que la vivienda tenía cables por donde se la mirara. “Parecía algo futurista”, dice.

La estructura “respetó a rajatabla las pautas del Fonavi”. Era un dúplex de casi 60 metros cuadrados totales.

Jorge habla en pasado. Y es lógico. Después de 1986 el equipo perdió el rastro de la vivienda intrusada, que hoy supuestamente sigue ocupada -a decir de los vecinos- y sin ningún rastro de carácter “sustentable”, lo cual la convirtió hace 38 años en objeto de estudio en todo el mundo.

Los arquitectos se “replegaron” en la facultad. Siguieron estudiando e investigando en el entonces Instituto de Estudios del Hábitat (1986-2009), en la unidad de investigación 2. Y la mayoría, ante el insuficiente apoyo de privados y del Estado, se dedicó y se dedica a experimentar sobre sus viviendas particulares o en investigación teórica y experimental a menor escala. Luego lo aplican a proyectos que no terminan de encontrar eco ante el avance parcial y anárquico de viviendas sociales mal ubicadas, insustentables y que rápidamente se degradan.

“La provincia de Buenos Aires tiene un déficit de 1,4 millón de viviendas al que cada año se suman unas 40 mil. Hoy, las casas sustentables tienen un costo similar al de las tradicionales. Y un beneficio a mediano y largo plazo total y absolutamente inconmensurable”, subraya Jorge.

ASPECTOS TECNICOS BASICOS

“Nunca las casas solares habían funcionado en zonas con clima templado-cálido y con porcentajes de humedad como los de nuestra región”, señala el científico. Y enumera los elementos básicos de la casa.

Era muy compacta, es decir que toda la superficie se concentraba en un volumen pequeño para maximizar la eficiencia energética.

Las paredes tenían 5 centímetros de material aislante en la cara interior y los cielorrasos 5 centímetros. Se usaron experimentalmente lana de vidrio, poliuretano y poliestireno expandido.

El frente de la casa, dirigido al norte, estaba aislado con persianas de enrollar plásticas, que cumplen una función similar a la del doble vidriado hermético, el cual no existía en el país en esa época.

Durante el período 1980-1986, la casa se transformó en un avanzado centro de investigaciones sobre edificaciones sustentables

Como el tipo de comportamiento del clima en el invierno platense es “3 días de sol y 5 a 7 nublados”, no se utilizó el tradicional muro trombe, pues este no capta energía solar suficiente durante los 3 días soleados para climatizar la vivienda a lo largo de los 5 a 7 siguientes. Fue así que se creó un muro de agua: latas de 20 litros pintadas de negro mate y repletas de agua concentraban el calor y lo conservaban al menos una semana.

Existía un invernadero, donde también podía secarse el equivalente a una carga de lavarropa.

En el techo había dos paneles solares para generar agua caliente. La chapa actuaba como un colector solar para “aspirar” el aire caliente del interior de la vivienda y refrescarla ayudado por dos chimeneas solares.

Los muros de agua captaban la energía solar para entregar ese calor al interior de la casa, manteniéndola templada en invierno. En verano, de día se cerraba la cortina de enrollar para que no capte el calor exterior y si el interior, refrescándolo. A la noche se abría la cortina y parte del calor se irradiaba al cielo nocturno y el resto salía por las chimeneas. “Este sistema permitía que una familia de bajos recursos pudiera tener agua caliente y confort térmico sin energía adicional. Un concepto que aún hoy no es posible aplicar a las viviendas que construye y entrega el Estado provincial”, subraya Jorge Czajkowski.

“Se llegó a ensayar un sistema de refrescamiento pasivo. Se estaba monitoreando en 1985, cuando ingresé al instituto, por parte del que hoy es jefe de trabajos prácticos en mi cátedra, el arquitecto Carlos Ferreyro”, rememora.

Aparte, realza que “el equipo de Rosenfeld hizo en los ‘80 el primer programa masivo de auditorías energéticas en viviendas e industrias. Llevamos adelante el proyecto Audibaires, financiado por la secretaría de Energía de la Nación, donde se auditaron más de 3.500 viviendas del área metropolitana de Buenos Aires y el Gran La Plata. Algo que nunca más se realizó”.

“Que bueno sería que la Provincia recupere la vivienda y se la convierta en un museo temático que puedan visitar familias y alumnos, para ver el valor de invertir en ciencia y tecnología”, finaliza el investigador.

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