Una contadora platense y sus tres hijos, maniatados en un asalto

Dos ladrones redujeron a la mujer en la cocina. Sus hijos pidieron ayuda. Igual les robaron

“Somos buenos chicos, no te vamos a hacer nada”, repetía, con el arma en la mano, uno de los dos ladrones con los que una contadora se topó de repente en la cocina de su casa de las inmediaciones del Parque Saavedra. En algo cumplieron: no la lastimaron a ella ni a sus tres hijos, que estaban en la planta alta de la propiedad y dos de los cuales pudieron pedir auxilio antes de que los redujeran a todos en una habitación. Los delincuentes escaparon a los pocos minutos con algo de dinero, celulares y bijouterie, justo antes de que llegaran la Policía, personal del sistema de alarma y el marido de la profesional.

Según contaron ayer a este diario dos de los protagonistas, Marta, de 56 años, y uno de sus hijos, de 21, todo comenzó alrededor de las 21.30 del miércoles en la casa donde la familia vive desde hace más de dos décadas, en 11 entre 62 y 63.

“Habíamos vuelto del supermercado; yo bajé las bolsas, mis hijos me ayudaron y seguramente la puerta del frente quedó sin llave”, mencionó la profesional, admitiendo que es probable que la reja que da a la calle tampoco haya estado cerrada. Lo concreto es que ella se puso a acomodar la mercadería en la cocina, mientras sus hijos -dos varones de 19 y 21 años y una chica de 18- estaban las habitaciones de la planta alta. Uno de ellos dormía.

“Fui a tirar algo a la basura y cuando me di vuelta me encontré con estos dos tipos”, relató Marta, describiéndolos como de “unos 20 años”, que estaban a cara descubierta y uno de ellos, “el más loquito”, con un “revólver en la mano”.

Este repetía a modo de mantra “somos buenos chicos, no vamos a hacerte nada”, además de pedir todo el dinero. Sin perder la calma, la dueña de casa les dijo que lo tenía arriba y les aclaró que uno de sus hijos estaba durmiendo, “para que no se sorprendieran por si se despertaba y reaccionaba”, explicó.

Mientras esto pasaba, los dos jóvenes que estaban despiertos escucharon la voz de su madre y supieron que algo malo pasaba. “O hablaba sola o habían entrado ladrones”, dijo uno de ellos, que, convencido de que lo primero no era posible, accionó el pulsador de la alarma. Su hermana, que chateaba por whatsapp con una amiga, le pidió ayuda a ella y mensajeó a su padre, quien se subió al auto y aceleró desde el centro hasta su casa.

Marta subió con los intrusos a la planta alta, donde se sorprendieron al ver a los hijos. “Habrán imaginado que eran chiquitos”, reflexionó la mujer, destacando que aunque a ella le repetían el “no te vamos a hacer nada”, los preocupaba maniatar al más grande de sus hijos.

Los cuatro fueron retenidos en uno de los cuartos y atados de pies y manos con lo que los asaltantes encontraron a mano: “Conmigo usaron el corpiño de una malla y con él (señalando al hijo), un pañuelo”. Todos mantuvieron la calma, incluso cuando los delincuentes amenazaron con llevarse cautiva a la chica de 18 años “y hacerle algo”, porque en la casa no había más que unos 2000 pesos.

“No sé qué imaginan ellos, pero ahora la mayoría de la gente no maneja efectivo ni lo tiene en la casa”, explicó la contadora, quien los convenció de eso sin que nadie saliera lastimado. Los ladrones huyeron con el celular de la mujer, bijouterie que supusieron costosa, la plata de su billetera y los 600 pesos que había ahorrado su hija. “Un minuto después llegaron todos”, concluyó Marta, convencida de que “tienen el tiempo calculado”.

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