Después de sacarse la corbata, políticos se dejan la barba

En los encuentros políticos del verano, la barba fue un tema central. En tono humorístico o sarcástico, el nuevo look de varios dirigentes -la mayoría del ex oficialismo- se convirtió en una referencia ineludible. No ha sido por falta de temas “serios” -que, por cierto, abundan- sino porque la coincidencia ya parece marcar una tendencia y hablar, quizá, de algo más de lo que se ve a simple vista.

En todos los casos, la barba está a tono con la nueva realidad de los dirigentes que la exhiben. Marca, de alguna forma, una nueva vida, más alejada del poder y, en algunos casos, quizá más cerca de viejos tiempos militantes.

El dato se ha hecho más llamativo y generalizado en las filas del kirchnerismo: Amado Boudou, Carlos Kunkel y Aníbal Fernández son los que reaparecieron en estos días con barbas tupidas después de un breve ostracismo en el comienzo del año. Pero no es exclusivo de ese sector. Florencio Randazzo -en una posición más distante del ultrakirchnerismo- también reapareció con barba. Y en el radicalismo, mostró un look parecido Ernesto Sanz. En este caso, el significado sería muy distinto. Sanz sería exactamente lo opuesto a un “perdedor”, en términos políticos, pero la barba parece hacer juego con su decisión personal de no integrar el gabinete de Macri y dedicarle más tiempo a su familia.

Hace tiempo que la política se había sacado la corbata. Y ese rasgo se acentuó en el nuevo Gobierno. Ahora, muchos se dejan la barba. Quizá haya que consultar a los psicólogos para interpretar más allá de la superficie.

Por lo pronto, hay que anotar este cambio estético como síntoma de un nuevo paisaje en la política argentina. Cuando se miran al espejo, muchos ven que las cosas ya no son como eran antes.