La mutilación de árboles no debe ser la respuesta ante el problema de los estorninos

El año pasado se vio a nuestra ciudad, como nunca antes, invadida por el flagelo de los estorninos –una especie de ave exótica que no sólo genera un bullicio cercano a lo ensordecedor, sino que cubre las veredas y calzadas con un verdadero manto de deposiciones de olor nauseabundo- y decidió combatirlo practicando operativos de podas mutilatorias, tal como ocurrió, entre otros lugares, con varias cuadras del barrio de Tribunales.

Lo cierto es que, tal como lo detalla un informe publicado recientemente en este diario, sólo se consiguió que el problema se trasladara a pocas cuadras de allí, tal como ocurre en el tramo de la diagonal 74 que corre entre 47 y 50. Si se siguiera con el mismo criterio, habría que devastar entonces la arboleda existente en el lugar y así, sucesivamente, hasta que no quede un árbol con copa en toda la ciudad.

Lo cierto es que la poda mutilatoria que se efectuó sobre álamos y tilos de añosa existencia –con cortes de ramas que, en muchos casos, se acercaron hasta el tronco del ejemplar- a la luz de los resultados demostró no ser en modo alguno la solución del problema, sino que, en todo caso, lo traslada. Los especialistas, que calculan que en La Plata hay unos 30 dormideros de estorninos con 200 a 1.000 ejemplares cada uno, desaconsejaron por completo las podas drásticas por su alto impacto negativo en lo ambiental y porque lo único que se logra es que los pájaros provoquen trastornos en otro lugar.

Lo cierto es que en los últimos tiempos se han permitido demasiadas talas sin sentido, podas mutilatorias –desmedidas y no autorizadas- entre otras formas de ataque, en situaciones que pusieron de relieve la absoluta desprotección del arbolado ante los intereses de particulares, comerciantes o emprendedores inmobiliarios que apuestan a la clandestinidad -y la posterior impunidad- para ejecutar acciones penadas por las normas vigentes.

Hace poco, frondosos tilos eliminados del frente de edificios en construcción, con los troncos aserrados a medio metro del piso, en perfecto estado fitosanitario, sin huecos ni desgajamientos, causaron la sorpresa e indignación de muchos vecinos, en una zona altamente transitada. También en la zona céntrica aparecieron árboles “anillados”, un procedimiento que busca provocar la muerte de los ejemplares en el mediano plazo.

A esos ejemplos ciertamente descalificadores de la tradición forestal de nuestra ciudad, se sumó el año pasado –y está, de algún modo latente- el programa de verdadera devastación arbórea que se inició, inexplicablemente, para combatir la presencia de los estorninos. Entre tanto, se sabe que los últimos relevamientos oficiales advirtieron sobre la creciente falta de árboles en la Ciudad.

Lo cierto es que, a partir de una incomprensible desidia de no pocas administraciones, se abrieron, por así llamarlas, alternativas indeseables, tales como la realización de podas mutiladoras o, directamente, las talas clandestinas que causaron gravísimos daños tanto en el casco céntrico como en la periferia. La falta de muchos árboles en las veredas –que pertenecen al dominio público y no a los frentistas- se hace sentir.

Sin duda que deben buscarse fórmulas para resolver el grave problema que plantean los estorninos. Pero nunca la solución podrá sobrevenir atacando el rico patrimonio forestal platense, que forma parte de la mejor identidad ciudadana. Y que, fundamentalmente, cumple con una función ambiental que cada día es más básica para enriquecer la calidad de vida.