Brasilia: manifestantes pidieron la renuncia de Dilma

Por su parte, la presidente brasileña aseguró que se trata de "una ruptura institucional que se forja en los sótanos"

Miles de manifestantes exigieron la renuncia de la presidenta brasileña Dilma Rousseff y defendieron al juez anticorrupción Sérgio Moro en una manifestación celebrada anoche frente al Palacio del Planalto en Brasilia, mientras en San Pablo hubo choques entre la policía y activistas.

Cerca de 6.000 personas se concentraron frente al Palacio del Planalto, cercado por un cordón de

policías con escudos, sobre el cual proyectaron la palabra "Impeachment" en color verde con un cañón de rayo láser.

Luego el grupo se trasladó al Parlamento, donde escribió con láser la frase "Fuera Dilma" y en el gramado extendió una bandera brasileña, reseñó Ansa.

Las protestas están referidas a las acusaciones que pesan sobre la mandataria respecto de hechos de corrupción ocurridos en la estatal Petrobras, y que dieron origen a un proceso de juicio político o impeachment que actualmente tramita el Parlamento brasileño.

Prácticamente a la misma hora que ocurría esa protesta en Brasilia, en San Pablo un grupo de estudiantes opositores estacionó un camión con parlantes y un escenario en lo alto frente a la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, un tradicional reducto de la izquierda.

Más tarde otros estudiantes simpatizantes del gobierno insultaron a los opositores, lo que dio lugar a una serie de amenazas que terminó cuando la Policía Militarizada dispersó a los jóvenes con gases lacrimógenos y balas de goma.

Las marchas en contra y a favor del gobierno se han multiplicado desde el 13 de marzo, cuando una multitud repudió a Rousseff y a su antecesor Lula, en la mayor concentración desde los años 80, según la encuestadora Datafolha.

"RUPTURA INSTITUCIONAL"

Por su parte, la mandataria brasileña endureció hoy el discurso y denunció como un intento de "golpe" el trámite iniciado por el Congreso para un posible juicio político con miras a su destitución. 

"Si es necesario movilizar a la sociedad en una campaña por la legalidad", que "quede claro que me sobran energías, disposición y respeto a la democracia para el enfrentamiento necesario a la conjura que amenaza la estabilidad institucional y democrática", dijo en un acto con juristas y activistas de movimientos sociales. 

En uno de los discursos más duros que haya pronunciado desde que está bajo amenaza de un juicio político, Rousseff aseguró que está en marcha "una ruptura institucional que se forja en los sótanos" de la política y pretende "desconocer el legítimo mandato" que le dieron las urnas. 

Aseguró que tiene "la conciencia tranquila de quien no cometió ningún acto ilícito" y negó en particular que haya incurrido en un "delito de responsabilidad", de lo que la acusa la oposición sobre la base de unas irregularidades descubiertas en los balances que el Gobierno presentó en 2014 y 2015. 

Según Rousseff, en la situación que vive Brasil "no caben las medias palabras, pues lo que está en curso es un golpe contra la democracia" y "no importa si el arma es un fusil, una venganza o las ganas de algunos por llegar más rápido al poder". 

Así como en otras ocasiones, afirmó que "jamás" renunciará a su mandato y que "los golpistas no pasarán", lo que fue saludado por el auditorio al grito de "no habrá golpe", que sus partidarios han convertido en un himno. 

 

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