Debe valorarse el aporte que brindan en los barrios las biblioetcas populares
| 12 de Mayo de 2016 | 03:01

No dejan de causar renovada admiración las bibliotecas populares que, haciendo frente a la falta de recursos y a otras condiciones externas negativas para ellas, sigan cumpliendo en la Región un rol cultural y social trascendente, principalmente para los lectores más jóvenes. De modo que no cabe sino el elogio al aporte trascendente que, desde siempre, estas bibliotecas le vienen brindando a los distintos barrios en los que están asentadas y en donde son instituciones preponderantes.
Asimismo, resulta digna de mención la capacidad de estas entidades para evolucionar, cumpliendo así una función primordial, como ser difusoras de conocimientos. Sólo por hablar de los últimos tiempos, puede decirse que a pesar del auge de Internet y del previo apogeo de los medios audiovisuales, que modificaron profundamente los comportamientos de la población, ellas supieron renovarse y permanecer acompasadas a las cambiantes demandas de la sociedad.
En ese contexto, no puede menos que ponderarse la actitud de vecinos de Abasto que se reunieron para salvar la única biblioteca popular de esa localidad, destacándose la actitud de uno de ellos que, tal como se reflejó en este diario, ofrece parte de su propiedad para mudar allí a la institución cultural que estuvo a punto de cerrar por falta de una sede, al haber vencido el contrato de alquiler del local en donde funcionaba.
Según detallaron integrantes de la Junta Abasto - San Ponciano, que en su momento se encargó de la recolección inicial de libros y organizar el funcionamiento, la biblioteca cuenta con unos 2.000 volúmenes y a ella asisten entre 20 y 30 chicos por día. Además de clases de apoyo escolar, se dictan allí talleres de ajedrez y de literatura.
Corresponde recordar que la realidad de los distintos barrios y localidades vecinos no es la misma que se vive en los sectores céntricos y que allí, en esas zonas habitadas por familias de recursos medios o bajos, no es tanta la merma que sufren en cuanto a demanda de préstamos de libros y a consultas. Asimismo, las bibliotecas barriales conservan una buena cantidad de lectores, principalmente alumnos de primaria y de secundaria, pero también de vecinos, adultos, con inquietudes con la lectura.
Se ha señalado que la creciente relación de las bibliotecas populares con las escuelas ubicadas en su radio de acción constituye otro paso positivo. Como se remarcó en otras oportunidades en estas columnas, consecuencia de la unión de la política educacional de Domingo Sarmiento y de las inquietudes que llegaron a nuestro país de la mano de la inmigración, las bibliotecas populares en la Región tuvieron un rápido desarrollo y contribuyeron a la formación de generaciones de platenses que, de otra manera, no hubieran tenido fácil acceso al libro.
Cada uno de los barrios platenses cuenta con una o dos bibliotecas populares que lograron convertirse, a lo largo de tantas décadas de esforzado funcionamiento, en focos culturales de primer orden. De allí que merezca ponderación el servicio prestado por tantos dirigentes y personas que, con todo desinterés, fortalecieron la presencia de estas entidades. Y como se dijo, en pleno avance de la era de internet y de los escasos recursos que disponen, es valiosa la labor en estas bibliotecas populares para que sigan de pie.
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