Intrépida aventura de buzos platenses entre los tiburones blancos

Por primera vez, un grupo de buzos platenses se le animó a los tiburones blancos, considerados los más temibles depredadores del mundo marino. Para ser precisos, fueron siete vecinos de nuestra ciudad y una joven chilena quienes, en un periplo que recorrió parte de la costa sudafricana, se sumergieron varios metros abajo de la superficie, en los océanos Atlántico e Índico, y nadaron a la par de ese pez que causa terror y admiración al mismo tiempo. Este equipo, entre los que se encontraban tanto expertos como intrépidos aficionados, asegura que la fama ganada de “devorador de hombres” es más un mito que una realidad.

Instructor de buceo, Maximiliano López Doyhenard - 47 - cuenta entre sus antecedentes varios fondos de mar recorridos; por ende, lleva vistas las más diversas especies de la vida submarina, incluidas distintas clases de tiburones. Pero ese escualo enorme, de lomo grisáceo, vientre blanco y aspecto terrorífico, figura temeraria de las producciones catástrofes de Hollywood, era su asignatura pendiente. Entonces, organizó un viaje al sur de Sudáfrica y le propuso a los alumnos que entrenan buceo bajo su guía en piletas de natación de La Plata visitar False Bay, una bahía no muy reconocida como destino turístico pero célebre por ser un santuario de tiburones blancos. Hacía allí fueron, además de López Doyhenard; Carlos Falón, y sus hijos Nicolás y Tomás (de 20 y 18 años, respectivamente); Alcides Marino; Santiago Sanfilippo; Gerardo Cortada; y la mujer que se sumó desde Chile Tamara Aguilera. La experiencia de inmersión en las profundidades no había pasado, para ellos, dos semanas atrás, antes de emprender el vuelo que los dejó en Ciudad del Cabo, de las aguas del Atlántico Sur, algunos lagos de montaña argentinos y canteras de la provincia de Buenos Aires, lugares todos a los que los integrantes del grupo suelen frecuentar para la práctica de buceo.

EL Itinerario

El itinerario en Africa bordeó por tierra, en una van, las playas de esa bahía de aguas frías y clima que, por estos días (también otoñales) es algo áspero. Después de aterrizar en la capital legislativa de Sudáfrica, el grupo emprendió un viaje que lo llevó a visitar las localidades “recargadas” del objeto de su búsqueda: Simon´s Town, Seal Island, Mossel Bay, Plettenberg Bay, y la “meca” de los tiburones blancos, Gansbaii. En esos lugares, según el caso, vieron cómo los tiburones “voladores” pescan, saltando a tres metros de altura sobre el nivel del mar, su presa más preciada, el lobo marino; y descendieron a lo profundo del océano con y sin jaula, dos vivencias muy diferenciada una de otra. “Es cierto que se trata de una experiencia con alta adrenalina, pero en este viaje pudimos confirmar que esos animales no devoran hombres como suele decirse. Es más, pasan cerca de uno como indiferentes, a lo sumo curiosean, pero no atacan. Es muy emocionante tenerlos tan cerca”, contó López Doyhenard.

Para Carlos Falón - 50, profesor de Educación Física - de todos los que ha hecho y hará, el que acaba de llegar, será, seguramente, su viaje más significativo. Es que lo compartió con Nicolás y Tomás, sus hijos, que años atrás se contagiaron de las aventuras bajo el agua que practicaba su padre y hoy son dos avezados buzos.

“Es una vivencia que no tiene precio porque la verdad que el tiburón blanco es un animal que impresiona, pero después, cuando lo tenemos cerca, nos damos cuenta de que no nos va a hacer ningún daño”, dijo el experto en buceo, para quien, bajar al fondo abismal de los océanos es comparable a la experiencia de los astronautas.

“Es como estar en otro planeta y a merced de sus habitantes”, concluyó.