"El gol de la final me cambió el documento para siempre"
| 29 de Junio de 2016 | 01:23

Por NICOLAS NARDINI
José Luis Brown revive el Mundial con la misma emoción con que lo protagonizó hace tres décadas . Acepta la invitación de este diario y viaja 30 años atrás en la máquina del tiempo. El Tata de Ranchos, a corazón abierto:
- ¿Es difícil asimilar que ya pasaron 30 años de aquel inolvidable logro?
- Me cuesta creer que ya pasó tanto tiempo, porque fue algo muy profundo lo que logramos y lo queremos seguir viviendo en el día a día, lo llevamos muy adentro del corazón. Es algo que todos nosotros llevamos con un orgullo tremendo, es una de las tantas cosas que me han pasado en mi carrera de jugador que me acompañarán por siempre. Muchas veces marco que el gol de la final me cambió el documento para siempre. Al día de hoy, la gente te saluda con un afecto tremendo, con una sonrisa. La gente me para cuando voy a La Plata y me felicitan por los títulos con Estudiantes y por el título mundial. Después llego a mi casa y no puedo dormir por tanto cariño recibido.
- Vayamos al momento decisivo de aquella gesta: ¿Cómo vivieron las horas previas a la gran final?
- Fue algo tremendo, porque la concentración que teníamos todos nosotros era impresionante. Hacía muchos meses que veníamos trabajando en Ezeiza en el Sindicato de Empleados de Comercio y después allá en el América. Siempre que nos juntábamos en alguna habitación, nosotros éramos de hablar todas las cosas de frente. Hasta el último segundo nos juramentamos seguir trabajando para alcanzar el objetivo que teníamos cada vez más cerca. Me acuerdo que Carlos (Bilardo) hablaba mucho de cómo debían pararse Batista y Giusti en el medio, siempre nos decía que un error nuestro era un gol seguro de ellos, que no fallaban. Carlos nos encerraba en una habituación y nos decía al detalle cómo se paraban los rivales y yo por ahí era el que tenía que ayudar, por conocerlo de toda la vida en Estudiantes, para que el resto de los muchachos entendieran todo. Todo eso lo fuimos cumpliendo a rajatabla hasta que gracias a dios llegó el día de la final. Todos pensábamos en lo mismo, en lo colores de nuestra camiseta, en Argentina, en que debíamos ganar sí o sí, porque estábamos muy bien preparados. Nos decíamos a nosotros mismos que íbamos a ser campeones. Los alemanes son potentes y tienen una concentración tremenda, pero nosotros queríamos ser mejores que ellos y lo logramos. Mientras hablo con vos estoy en un salón lleno de fotos de México `86 y aún me emociono.
- ¿Cómo recuerda los minutos previos a la salida al campo de juego para la gran final?
- Ya en el vestuario me acuerdo que sonó el silbato de Arppi (NdelaR: Romualdo Arppi Filho, el brasileño que arbitró la final) y mamita querida, lo que era eso. Salir del túnel a la mitad de la cancha con un Maradona que ya se asomaba dentro del grupo y gritaba `dale eh, tenemos que ser los mejores del mundo´. Encima de eso, después te parabas frente al banco nuestro y cuando sonaba el himno, para nosotros era la máxima motivación que podía existir.
- Rápidamente llegó su gol y de pelota parada, tras tanto machacar en esa faceta del juego...
- Fue algo tremendo, qué alegría por favor! El premio que merecíamos todos, porque Carlos también lo merecía, era un tipo laburador como pocos, una máquina de trabajar sin parar. Cuando empezamos con todos los movimientos tácticos y la pelota parada, venían los muchachos de Independiente a los entrenamientos y para ellos era chino básico, entonces Carlos no tuvo mejor idea que decirles que ante cualquier duda me preguntaran a mí, así que imaginate, no paraban de preguntarme, ja. Teníamos un equipo con mucha gente inteligente y que se transformó en un rival muy difícil para todos. Gracias a Dios ganamos, fuimos campeones y lo disfruto de una manera impresionante.
- Si algo de épica le faltaba a esa final fue verlo a usted jugando el tramo final ante los alemanes con el hombro luxado...
- Yo te puedo asegurar que no salía de la cancha por nada del mundo. Ahora mismo estoy hablando y no sabés lo que me duele el hombro, los días de humedad son un sufrimiento, tengo el brazo derecho totalmente dormido. Yo jugando una final no salgo ni loco, esas son cosas que me las inculcó Estudiantes, el club que me educó deportivamente.
- ¿Cómo fue planificar una final ante un equipo tan potente en todo sentido como Alemania?
- Era un partido donde hacía falta mucha concentración. Yo el golpe que tuve en el hombro fue por una distracción de uno de los nuestros, porque Carlos nos había avisado que ellos ponían siempre a uno a chocar contra los mejores cabeceadores nuestros. Y yo en una acción sufrí ese choque, quedé hecho bolsa, pero dimos la vuelta y volvimos campeones, eso fue lo más lindo que pudo haber pasado.
“BILARDO ES EL TIPO MAS IMPORTANTE DE MI CARRERA”
- ¿Qué sensaciones lo invadieron tras el pitazo final?
- Cuando sonó el silbato y terminó el partido me vinieron a la memoria mis padres, toda la familia, infinidad de cosas y recuerdos. Me puse a llorar sin parar, porque ganar un campeonato mundial no pasa mucho, son vivencias para elegidos y lo disfruté de manera espectacular. Me acordé de mi infancia, de mi juventud, de todo lo que Estudiantes me dio, que ha sido mucho y lo pude poner en práctica en un Mundial, no haber defraudado a nadie y sobre todo a una persona como Bilardo, que cuando era un pibe me llevó a la Primera de Estudiantes. Al día de hoy lo llamo a Carlos y le digo `gracias por habértela jugado por mí´. Es el tipo más importante de mi carrera, Carlos nunca dudó de mí, tendría que vivir 120 años más y aún así no me alcanzaría el tiempo para agradecerle.
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