El Estado no puede ni debe abandonar a su suerte a las bibliotecas populares

La crítica situación que atraviesan las bibliotecas populares de la Región, cuyos representantes se reunieron días atrás y señalaron que no reciben desde hace seis meses la subvención provincial, coloca ciertamente a muchas instituciones al borde del cierre. Por conocida que sea, resulta necesario encarecer una vez más la trascendente función que cumplen las bibliotecas populares, verdaderos centros de conocimiento y divulgación que tanto aportaron a la cultura y a la vida social de la ciudad -y por cierto, de la Provincia y del país- a lo largo de las distintas generaciones.

Lo cierto es que ahora, según surgió del encuentro mantenido por representantes de unas treinta entidades que habían sido convocados por el Colectivo de Bibliotecas Populares Platenses, el sector denunció el grave panorama que pone a las bibliotecas populares ante la alternativa de tener que cerrar sus puertas, ante la imposibilidad de afrontar los gastos de funcionamiento.

Según lo que se detalló, en las administraciones anteriores se registraron retrasos que provocaron que muchos de los bibliotecarios migraran hacia bibliotecas escolares, definiéndose la situación actual como desastrosa. En ese contexto denunciaron que se están concretando numerosos despidos y reducciones de horario, enfrentándose asimismo el crucial problema de alquileres, las cargas sociales, el ART y el pago a proveedores, con erogaciones que resultan imposibles de afrontar y en el marco de una situación a la que se sumaron los tarifazos de los servicios públicos.

Las protestas también alcanzaron al Estado nacional, ya que tampoco la Comisión Nacional de Protección de Bibliotecas Populares -CONABIP-, depositó el subsidio ordinario, así como las sumas de dinero que distribuye para la compra anual de libros.

A raíz de ello la comunidad de bibliotecarios, dirigentes, voluntarios, usuarios, lectores, profesores, talleristas, artistas, escritores locales y protagonistas culturales firmaron un documento en el que solicitaron al Ejecutivo bonaerense se ponga al día con los subsidios que le conciernen, entre otras medidas que faciliten la actividad de las bibliotecas populares, según se reflejó en la nota publicada en este diario.

Más allá de las restricciones presupuestarias que puedan existir hoy en casi todos los niveles gubernativos, resulta evidente que, frente al empuje propio de estas entidades no gubernamentales, no puede menos que aludirse al rol decisivo que debe jugar el Estado en el apoyo que merecen.

Las bibliotecas populares cumplieron -y lo siguen haciendo- un papel que bien se puede calificar de histórico. Como los “reading club” o clubes de lectores inspirados por Benjamín Franklin en los Estados Unidos, aquéllas contribuyeron a democratizar la cultura, llevándola a los rincones más lejanos y modestos.

Fueron, en su momento, un verdadero pilar de la educación, acorde con el ideal sarmientino, y por ello tuvieron a través de las épocas el máximo apoyo oficial, así como la adhesión esforzada y solidaria de innumerables voluntades individuales o corporativas. Ahora nuestras bibliotecas populares reclaman auxilio y lo hacen para continuar brindando su aporte a la cultura general, hoy más que nunca necesitada de sólido apoyo no sólo material sino espiritual por parte de usuarios, vecinos, entes estatales y privados.

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