Retrato de un héroe que no se daba por vencido
| 17 de Agosto de 2016 | 02:54

“¿Hasta cuándo esperamos para declarar nuestra independencia?”, reclamaba San Martín en 1816 en una carta a Tomás Godoy Cruz, diputado por Mendoza en el Congreso de Tucumán; un San Martín indignado por los enfrentamientos políticos internos y por el retraso en declarar la independencia en momentos en que el enemigo español avanzaba por toda la región; un San Martín que hoy, a 166 años de su muerte, mantiene el valor de su lucha por la emancipación americana.
“¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional, y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos?”, continuaba en esa carta el “Padre de la Patria”, como fuera reconocido luego en Argentina, o “Protector” como lo designaran en Perú.
Con San Martín y su ejército, acompañado por las guerrillas de Manuel Rodríguez en Chile y por los montoneros en Perú, la revolución avanzaba desde el sur, esa misma revolución independentista que los sectores conservadores temían y obstaculizaban.
Mayo de 1810 había señalado el camino de la emancipación, había iniciado la lucha y las medidas de organización y sostenimiento de la revolución. Pero, como decía San Martín, ya habían pasado 6 años “y los enemigos victoriosos por todos lados nos oprimen”.
“Es increíble lo mortificado que estoy con la demora del director”, volvía a escribir a Godoy Cruz el 16 de julio de 1816 al referirse a Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, “la primavera se aproxima y no alcanza el tiempo para lo que hay que hacer”, decía y se lamentaba porque, junto con la declaración de la independencia, “hubiera deseado que (el Congreso) al mismo tiempo hubiera hecho una pequeña exposición de los justos motivos que tenemos los americanos para tal proceder”.
“En el mismo momento que el director me despache volaré a mi ínsula cuyana”, expresaba con ímpetu y con la urgencia de ponerse al frente de sus hombres y partir hacia Chile primero y Perú después para atacar el foco realista, principal núcleo español.
Mientras tanto, las guerras civiles le estaban jugando una mala pasada a la lucha independentista. Pero detrás de esas divisiones estaba la disputa por distintos proyectos políticos, y fue así como, en medio de la lucha contra el colonialismo, Buenos Aires optó por destruir a Artigas favoreciendo al invasor.
“Tropas de Buenos Aires contra Artigas, y la guerra entre hermanos se descuelga otra vez”, es el título con que se anuncia en diciembre de 1817 una nueva arremetida contra el líder de la Liga de los Pueblos Libres, en la recreación histórica que hace el investigador Jorge Perrone, en el Diario de la Historia Argentina, al referirse al caudillo oriental que entendió la lucha por la independencia como una revolución social y anticolonial, por la libertad y la igualdad.
San Martín, que se negó a reprimir con su ejército a Artigas, buscó interceder en la guerra civil, y en este marco le decía a quien había encabezado años atrás el éxodo oriental, que “cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón”, y le pedía unirse “para batir a los maturrangos que nos amenazan, y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros disgustos, en los términos que hallemos por convenientes, sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice”. Hasta que hacia 1825, toda América Latina había derrotado al Imperio ibérico, y las huellas del Libertador quedarían marcadas en la tierra que lo vio empuñar su sable por la libertad.
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