El bombero Sampaoli

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Jorge Sampaoli llegaba a Ecuador al día siguiente de la Navidad, 26 de diciembre de 2009. Ya había cumplido su periplo peruano y venía de gran campaña y luego renuncia indeclinable por malos resultados y final caótico en el chileno O’Higgins, de Rancagua. Lo contrató Nassib Neme, aún hoy presidente del Emelec, primer club “grande” en Sudamérica que se interesaba en el inquieto hombre de Casilda. Sampaoli debutó un mes después, 1-1 agónico contra Newell’s ante 40.000 personas en Rosario. Ganó 2-1 la revancha en Guayaquil y se clasificó a la zona de grupos de la Libertadores. El primer golpe en el campeonato, 0-5 contra Liga de Quito, provocó rumores de despido. Eran tiempos en los que Sampaoli llamaba él mismo a los periodistas para pedirles información del rival. Otro 0-5 (ante Nacional) cortó luego la recuperación. Eliminado de la Libertadores, Emelec quedó “obligado” a ganar en Ecuador. La reacción fue tan notable que cerró la primera etapa al tope, clasificado a la final del año y, por primera y única vez en su historia, citado por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) como mejor equipo del mundo de junio de 2010.

La final por el título fue contra la Liga Deportiva Universitaria del Patón Bauza, campeón 2008 de la Libertadores. “Cambiar a esta altura sería un suicidio”, reivindicó Sampaoli su estilo arriesgado. Liga, el protegido de la Federación ecuatoriana, ganó 2-0 la ida en Quito. El 1-0 de la vuelta fue insuficiente. Emelec sumó en el año la cifra histórica de 95 puntos pero no era campeón. “No escucho y sigo”, el buen libro biográfico de Pablo Paván sobre Sampaoli, describe al DT “desencajado” apenas terminó el partido ante lo que sintió como una injusticia. “Pocas veces, por no decir nunca, se vio a un entrenador llorar tan desconsoladamente”. Sampaoli, dice Paván, “tenía en claro que dejaba Ecuador y que difícilmente iba a volver”. Lo hace ahora, casi siete años después, como DT de una selección argentina que juega hoy un partido bisagra. Centro de un país cuyo fútbol, cualquiera sea el resultado en Guayaquil, está en crisis, apenas disimulada por Leo Messi y tres finales seguidas.

Pobre Sampaoli. Fue llamado de emergencia para que sacudiera con su revolución a un equipo dormido. Ahora, tras los empates decepcionantes contra Venezuela y Perú, le pedimos que deje de ser él, que el horno no está para bollos y que guarde decisiones audaces para otro momento. Como si las decisiones “seguras” de su predecesor –justamente Bauza- hubiesen mejorado algo la situación. Echado el chivo expiatorio de Bauza, ahora apuntamos contra Sampaoli. La prensa que antes disfrutaba de las extensas e inútiles entrevistas de Bauza enfurece porque el nuevo DT, además de no mejorar el puntaje, no dialoga con ellos, ni siquiera les anticipa formaciones y los trata como un medio más. “Deficiente mental”, llegó a decirle un político que tiene más apariciones en la TV que votos.

La prensa que antes disfrutaba de las extensas e inútiles entrevistas de Bauza enfurece porque el nuevo DT, además de no mejorar el puntaje, no dialoga con ellos, ni siquiera les anticipa formaciones

Sampaoli, encima, fue fiel a sí mismo también en su discurso, pero recibió burlas porque habló de “paciencia” y de “paz-ciencia”. Apeló al rock de “Las Pastillas del Abuelo”, una de sus bandas preferidas. A la canción “La creatividad”, cuya letra dice que la “paciencia, ciencia de la paz, debe ser herramienta eficaz cuando nos falta creatividad”, porque “cuanto menos lo pensés, menos límites te ponés, y es más fácil volver a nacer”. Paciente, es cierto, proviene de “pati”, que significa “sufrir”. Es decir, el paciente puede ser el que actúa tranquilo aún en medio de la dificultad, como pretende Sampaoli. Pero también puede ser el “enfermo”. La selección argentina actual, por eso, invita a la ironía fácil en las redes sociales. En todo caso, podríamos preguntarnos si la selección es la única enferma. O si, apenas, es la punta más visible de una enfermedad que sufre desde hace tiempo el fútbol argentino. ¿O hay que volver a citar que la selección tuvo tres técnicos distintos en una eliminatoria en la que cambió jugadores, cambió esquema y cambió estadios? ¿En la que cambió hasta la propia conducción de la AFA, aunque muchos se hagan hoy los distraídos para olvidar a esa Comisión Regularizadora que impusieron la FIFA, la Conmebol y el gobierno nacional y que precipitó la salida del Tata Martino, el último que hizo jugar bien a la selección?

¿O hay que recordar también que las selecciones juveniles argentinas de los últimos años vienen dando pena y siendo superadas ya no por potencias europeas, sino por nuestros propios vecinos, por mucho sentimiento racista que eso despierte en algunos comunicadores, como se reflejó en el último partido ante Perú? Está claro, algo está quebrado para que a una selección que tiene atacantes de jerarquía sufra tanto para hacer un gol. El bombero Sampaoli, conciente de la necesidad de renovación y fiel a su audacia, también recurre a otras emergencias, llámese Icardi, Benedetto, Papu Gómez o Salvio. Héroes accidentales, como lo fue Mario Bolatti para ir a Sudáfrica 2010. Como lo puede ser el que nos lleve a Rusia, por resultado propio o defección de los otros. Porque, tal como están las cosas, hay que aceptar que una clasificación puede sonar hoy a milagro.

 

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