El país de las primeras cosas
Edición Impresa | 26 de Noviembre de 2017 | 09:11

Por MARCOS NÚÑEZ
La protagonista de esta historia es una niña que tiene miedo de quedarse sola para siempre. El colectivo del que se bajó ahora se aleja por la ruta; a la vera del camino espera la llegada de su abuela. Pasará una temporada en el campo, no lo decidió ni podría haberlo hecho: sigue el caprichoso dictado de los más grandes, por caso su madre. Cuando la abuela la recoja y lleguen a destino, la ciudad habrá quedado todavía más lejos: “La casa no es como mamá me contó”. En unas pocas líneas iniciales, Leila Sucari –nacida en 1987, estudiante de artes visuales, periodismo y filosofía– presenta a la protagonista y sus circunstancias. En adelante, esa voz crecerá enormemente.
Esta niña sin nombre descubre en los paisajes rurales una fuga, un refugio. Pronto se habrá olvidado de la ciudad. La inmensa negrura de la noche en el campo ya no será una amenaza mientras tenga para abrazar a la chancha de la vecina o pueda sacar a pasear a su lagarto, darle de comer a escondidas; o mientras pueda subirse al árbol del que espía a su compañera de colegio, a su familia y sus desayunos idílicos; o mientras pueda seguir pasando frente a la tranquera de la casa donde vive Joaquín. Su abuela, su prima y luego su madre pasarán a ser un ruido molesto en la casa, algo con lo que deberá convivir, pero todo tendrá sentido mientras haya lugar para los rituales que se inventó.
Esta niña descubre en los paisajes rurales una fuga, un refugio
Se ha dicho de la novela de Sucari -editada por Tusquets luego de obtener el primer premio del Fondo Nacional de las Artes en 2016- que es una novela de iniciación, y a grandes rasgos podría serlo, puesto que narra el tránsito de una niña hacia la madurez. Sin embargo, una de las características de este género es que el protagonista generalmente está acompañado por la figura de un guía o mentor y en Adentro tampoco hay luz ésta no aparece como una figura definida.
El gran acierto de la novela, como ya se dijo, es la construcción de una voz sólida que no muestra fisuras. Sucari logra una mirada extrañada sobre las cosas que vive la protagonista; hay frescura en la sorpresa, el entusiasmo y la decepción que suscita todo lo que se prueba y todo lo que sucede por primera vez. Quien narra no hace un balance ni saca conclusiones, no hay una lectura en perspectiva ni condescendencia; lo narrado está sucediendo, se precipita, y la narradora, la niña innominada, no lo juzga, lo vive.
Se dice que los buenos relatos dejan la sensación de haber conocido a alguien. Tras la lectura de Adentro tampoco hay luz nos preguntamos qué será de esa muchacha que mandaron al campo a vivir con su abuela y que un día volvió a la ciudad.
Autor: Leila Sucari
Editorial: Tusquets
Páginas: 208
Precio: $ 289
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