Tiempos de ocio

Roberto G. Abrodos

Ya en los últimos días del año pensamos en el descanso, es ya verano y la distensión es la regla, el calor aprieta y todo se pone más lento, es una cosa cíclica que se va repitiendo año tras año, pero ¿cómo fueron las cosas en los principios de nuestra ciudad?.

Recordemos que la ciudad nace en 1882. Pasados los primeros años la sociedad platense manejaba su tiempo de ocio de una manera muy distinta que la actual, la influencia de los calores modificaba sensiblemente y hacían muy distinta la vida mundana.

 

Al caer la tarde el paseo era hacia la plaza de la Legislatura a sentarse en sus cómodos bancos y escuchar la banda de música. Eso era habitual en todas las plazas: estos paseos estaban ligados a la clase más prestigiosa de la sociedad platense, era una costumbre muy europea, el lucir las mejores ropas y los mejores carruajes.

 

Asimismo, el paseo del bosque era la cita obligada de los domingos, este esparcimiento se realizaba en carruajes debidamente acondicionados donde las damas lucían sus vestidos, sombreros  y sus tocados, ese era el juego de mostrarse y ver a los demás. Recordemos que las pautas sociales para las mujeres de aquella época eran mus estrictas.

 

De aquellos juegos de miradas se concretaban diversas relaciones que conducían al matrimonio, podemos imaginar en nuestro “pequeño Palermo” como se lo denominaba entonces los coches circulando muy lentamente por la avenida principal del bosque y en las veredas donde los jóvenes observaban a la “niña” más bonita, con el agregado que la avenida proponía disfrutar de la brisa fresca de los eucaliptos, los paseos en bote eran otra variante que proponía el lago.

 

Se buscaban otras opciones hacia 1890 que conjugaban los espacios verdes con el agua. Consistía en realizar un paseo en vapor hacia la distante entonces, Isla Santiago o Paulino. Al llegar se realizaba un pic-nic que se amenizaba con música en ocasiones especiales y otros se dedicaban a pescar, aquel era un viaje de todo el día que culminaba con la caída de la larga tarde estival.

 

Según relatos de aquellos tiempos los primeros viajes de fin de curso podrían haber nacido de este esparcimiento, el diario daba cuenta “las señoritas que han terminado sus estudios normales acompañados por algunas profesoras y la señora directora han pasado un día de esparcimiento y distracción”.

 

Eran otros tiempos evidentemente donde parecía que había más tiempo, esto hace pensar en que el tiempo es relativo: el que se pasa en diversión transcurre rápido.

 

En aquellos veranos no existían todavía las heladeras, se utilizaban lo que se llamaba “fiambrera” una caja con una malla muy fina de alambre que impedía que las moscas tomaran contacto con los alimentos.

 

Recordemos que la acepción de la palabra ocio hace referencia a la diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman por descanso de otras tareas, aprovechemos entonces este tiempo de reposo para estar con uno mismo y no perder el gusto por las buenas conversaciones, y no olvidemos que en tiempo de holganza han brotado hermosas contribuciones del espíritu al género humano.

 

 

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