Dardo Rocha en Tolosa
| 10 de Abril de 2017 | 16:14

Dardo Rocha en Tolosa
Roberto G. Abrodos
Aquellos primeros recuerdos de las actividades del fundador de La Plata el Doctor Dardo Rocha, eran su entusiasmo por la obra, hija de su genio creador, su incansable laboriosidad, su espíritu comunicativo, que hacía muy agradables y liberales sus tertulias con vecinos antiguos y los más allegados colaboradores, en su modesto despacho tolosano, lleno de planos, como proyectos y presupuestos y siempre con sus zapatos llenos de tierra o de barro según la estación.
Contemporáneamente a la fundación, se estableció en Tolosa en el “Hotel de Ginebra” en la calle 29 actual 529 entre 1 y 2, cuyo nombre responde al origen suizo de su dueño. En este hotel, discretamente instalado y servido, según las condiciones imperantes en aquella época lejana, el Doctor Rocha organizó su primera oficina, que podríamos llamar de “construcción”. Asimismo, de vez en cuando, le agradaba mucho reunirse en pequeñas tertulias con antiguos vecinos y algunos de sus más cercanos colaboradores. Particularmente en aquellas ocasiones que “para ganar tiempo” pernoctaba en el mencionado hotel.
Desde ese rinconcito tolosano es que dirigió, por largos meses, todo lo relacionado con los trabajos iníciales, preparatorios de la construcción de la gran ciudad capital, que su mente soñara en toda su futura grandeza, y como una necesidad perentoria de sus afanes y los desvelos, tendrían a la mano la pronta realización de la gran concepción que es hoy la ciudad de La Plata.
Lo cierto es que después de la colocación de la piedra fundamental, preocupaba a Rocha la llegada próxima de un fuerte contingente de personal obrero contratado en Italia y destinado, en su mayor parte, a la iniciación de los trabajos inherentes a la construcción de las vías férreas, de Tolosa a Pereyra y a Ferrari (Brandsen), como asimismo para proceder al relleno y nivelación de las ocho manzanas locales designada para los futuros talleres del Ferrocarril de la Provincia de Buenos Aires que después fue del Oeste, a los cuales debían ser trasladados los antiguos, existentes en la Capital Federal.
Esta preocupación se transformaba en dinamismo y se tradujo de inmediato en la construcción de más grandes y bien ventilados galpones, de madera y zinc, con adecuados compartimientos, en el sitio donde años más tarde estuvo la Dirección de Suministros. En ellos se dio albergue al importante elemento trabajador que vino con la fuerza de sus brazos a cooperar en la ardua y común labor de hacer realidad el sueño de la nueva capital.
Así es que en los comienzos del año 1883, es que se pusieron en práctica los trabajos, precursores de otros más importantes, que al poco tiempo debían cambiar la fisonomía del inmenso desierto de lomadas y cardales. En aquellos primeros pasos en Tolosa, en breves tertulias en que fueron a saludar al Dr. Rocha los antiguos vecinos, señores Julio Juillerat, Gervasio Campoamor, Bautista Bértoli, José Marelli y Vicente Bernard, este último amigo personal de Rocha, que fuera también el primer comisario de policía, a todos con esa amable familiaridad tan peculiar, para los que consideraban sus buenos amigos, como eran aquellos antiguos vecinos, alguno de los cuales continuaron siendo sus compañeros, en las largas noches de truco, a todos le decía que estaban de parabienes, que al iniciarse los trabajos previos a la construcción de los grandes talleres ferroviarios que hemos proyectados, una vez terminados y en pleno funcionamiento, su numeroso personal obrero y directivo significará un importante aporte al progreso local, y con el comienzo de los referentes a la línea férrea a Pereyra y a Ferrari que acortarán, la primera el viaje a Buenos Aires y la segunda, pondrá a la ciudad en comunicación directa con el sur de la provincia.
A propósito del ferrocarril, durante la época del comisionado municipal Sr. Doyhenard, el “Centro Iraola” de Tolosa le pidió una entrevista respecto a la gestiones iniciadas para obtener el levantamiento de las vías de la avenida 1 o en su defecto, el cambio del alambrado campero que la cercaba, por una más adecuada verja de hierro, que es precisamente, la que tiene actualmente.
Muchos sueños tenía el fundador, muchos se hicieron realidad, pero lo bueno y recordado es que tan democráticamente supo convivir con aquellos viejos vecinos de Tolosa que, desde los primeros momentos, le inspiraron confianza y que supieron recoger de él su genio creador y expansivo, las sucesivas expresiones de su espíritu de iniciativa y del amor que con su dialéctica, siempre interesante, definía sus concepciones de buen gobernante en esas familiares tertulias tolosanas.
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