La mezquindad del segundo tiempo lo empujó a un empate con sabor a poco

Gimnasia lo ganaba, hasta que se metió atrás y dejó agrandar a su rival, que le arrebató la chance de festejar

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Por NICOLAS NARDINI
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Gimnasia no supo construir la victoria. Se encontró con una ventaja que no tuvo manera de consolidar, producto de un claro quedo en la parte final. Quizás el factor físico, tras el desgastante viaje por la Sudamericana, tuvo una influencia. Pero al margen de lo puntual, en lo general el Lobo quedó en deuda en lo futbolístico y lo terminó pagando con un empate en uno con sabor a poco.

La historia comenzó con un sorprendente plateo de parte de Temperley, que en los primeros minutos quiso presionar en los últimos metros del campo y, de ese modo, dejó desairado al Lobo, que de ningún modo imaginaba esa postura de su adversario.

Así, los del sur del Gran Buenos Aires lograron obtener las segundas pelotas, aquellas que derivan de los rebotes o de balones sucios que quedan sueltos cerca del área. Al equipo de Alfaro le costó triangular con la pelota y empezó a sufrir horrores el juego por las bandas -sobre todo la izquierda- para hacerle daño al Lobo. La contraparte del equipo tripero fue la firmeza de sus marcadores centrales y la notable tarea, una vez más, de Alexis Martín Arias.

Después de aquel comienzo sorprendente, Gimnasia logró recomponer su juego. Rinaudo creció considerablemente, se convirtió en el patrón de la zona media y sacó a su equipo del asedio propuesto por el celeste. De la mano de Fito, asomó la figura del uruguayo Alemán que, a fuerza de poner la pelota contra el suelo, supo generar daño en el cuadro visitante.

Después de 441 minutos, Gimnasia volvió a recibir un gol en contra. La larga racha con la valla invicta que llevaba el arquero Alexis Martín Arias incluía partidos por el torneo y el jugado por la Sudamericana

Adelante, Mazzola perdió, en el primer tiempo, más de lo que ganó en su duelo particular con los centrales foráneos. Pero el pícaro Niell fue una amenaza constante para la defensa contraria. Así, de una acción astuta del Enano, nació el gol tripero. Presionó el ex Argentinos y, tras ello, Faravelli puso un disparo fabuloso, esquinado, preciso, fenomenal. Fue el 1 a 0 que le dio confianza al Lobo para crecer como equipo. El desnivel llegó cuando el elenco de Alfaro más lo necesitaba. Fue una bocanada de aire fresco para el juego albiazul.

De allí al final del primer acto, los mens sana merodearon el arco de Ibáñez, con chances ciertas y concretas para ampliar la distancia en el marcador. La cuestión es que ese viento de cola duró poco, Gimnasia fue otro en el complemento.

COMPLEMENTO PARA EL OLVIDO

La parte final tuvo un cariz oscuro para el Lobo. Quizás le jugó una mala pasada el desgaste del viaje copero, al que se le añadió la pesadez de un terreno de juego al que azotó la lluvia de los últimos días en la región. Con esos ingredientes ineludibles, bien vale marcar, no obstante, que se apreció una clara intención de Gimnasia de retroceder en el campo, entregar el manejo de la pelota a su adversario y encomendarse a las notables atajadas de Alexis Martín Arias. Se vio, desde lo postural, a un equipo empecinado más en aguantar que en jugar. Y esas decisiones suelen tener consecuencias mucho más temprano que tarde.

Sólo la colosal tarea de Martín Arias retrasó lo que parecía una consecuencia lógica, que era el gol de la visita. Pero fueron tantas las ventajas que dio un elenco tripero demasiado metido atrás, que en la media hora de la parte final, llegó el empate que terminó de complicar definitivamente la historia para el Lobo. Peralta, cara a cara con el gran arquero tripero, no perdonó y despojó al Lobo de su victoria parcial.

De allí al final, Gimnasia, con más desesperación que inteligencia, fue en búsqueda de una victoria que finalmente no llegó. Fueron arrestos nerviosos carentes de astucia los protagonizó el Lobo. Se quedó sin nafta. Ideas no tuvo casi nunca. Fue un empate con sabor a poco para Gimnasia y con ribetes de premio merecido para Temperley.

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