La casa que se vendía con un cuerpo momificado
Edición Impresa | 2 de Agosto de 2017 | 03:08

El caso de los dos ancianos hallados esqueletizados en la localidad bonaerense de Florida hizo recordar a otros dos hechos similares ocurridos en el mismo partido de Vicente López.
El más insólito sucedió el 22 de mayo de 2008, cuando un vecino se presentó en la comisaría 2da. de Vicente López para denunciar que un hombre llamado Juan Carlos Barbero (61) le había ofrecido comprar una casa con un muerto. Contó que Barbero le ofreció la propiedad de la calle Lavalle 2392, de Florida, a tan sólo 50.000 dólares -un tercio de lo que valía entonces en el mercado-, porque tenía un “problema”: el cadáver de su dueño.
La policía allanó la vivienda y encontró en la cama de uno de los dormitorios el cadáver momificado del dueño de la propiedad, Miguel Santamarina, nacido el 7 de mayo de 1922. La autopsia determinó que habría muerto a los 81 años en 2003, algo coincidente con una boleta de gas encontrada en un bolsillo de un pantalón de la víctima, que vencía ese mismo año.
Según la investigación del fiscal de Vicente López Alejandro Guevara, Barbero era un vecino de confianza de Santamaría que vive en la misma cuadra, solía asistir y cuidar del anciano y tenía las llaves de su casa. Los vecinos indicaron que hacía años que no sabían nada de Santamaría y que cada vez que le consultaban a Barbero, éste les decía que estaba en un geriátrico o que se había ido de viaje. La causa se archivó.
El otro antecedente ocurrió el 8 de enero de 2014 en una casa ubicada en Fray Cayetano Rodríguez 3374, de Carapachay, donde por las denuncias de los vecinos sobre un olor putrefacto, la policía encontró los cadáveres de un hombre y una anciana sentados en la mesa de la cocina.
El hombre, identificado como Claudio Alferi, quien de acuerdo a testimonios se dedicaba al cirujeo y tenía problemas psiquiátricos, estaba sentado en una silla pero tirado hacia un costado y presentaba una descomposición de alrededor de 30 días.
Pero la sorpresa de los peritos se dio cuando en la misma mesa pero en otra silla los peritos encontraron el cadáver de la madre, Margarita Aimar de Alferi, cubierto con bolsas y frazadas y prácticamente momificado por el paso del tiempo.
Por su aspecto, los peritos calcularon que la mujer llevaba muerta en esa silla entre ocho y diez años, período durante el cual su hijo convivió con el cadáver.
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