Una topadora emocional para toda una generación

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Por Pedro Garay

En un pueblo hay un monstruo suelto y se alimenta del miedo de la población, y solo los inadaptados pueden defendernos: los perdedores son los héroes en la alegoría de “It” que funciona tanto para la era Reagan, cuando fue escrito el libro, como para la era Trump, momento en que la segunda adaptación de la obra llega a los cines para advertir sobre los peligros de ceder al miedo y el poder del colectivo, uno de los motivos por los cuales se puede comprender que se esté convirtiendo en la película más vista de la historia; otro motivo, más allá de la resonancia política, es la calidad del trabajo del director argentino Andy Muschietti, que transforma lo que podría haber sido un ejercicio de nostalgia en un paseo por los puntos altos del cine de aventuras.

Muschietti comentó en conferencia de prensa antes del estreno en Argentina que sus dos adaptaciones preferidas de Stephen King son “El resplandor” y “Cuenta conmigo”: algo de ambas hereda su propia adaptación del clásico libresco de 1986 que se volvió miniserie de culto gracias a los gastados VHS intercambiados por toda una generación y a pesar de algunos rasgos sumamente televisivos de aquella miniserie que recordamos como “ochentosa” pero que fue lanzada en 1990.

Quizás porque Muschietti fue parte de esa misma generación, tomó nota de los elementos que generan poderosa nostalgia y los amplificó: el corazón del filme es la pandilla, pura química, y el guión acierta al llevar a los niños, que en la original transitaban los 10 años, a la preadolescencia, y el conflicto amoroso burbujea convirtiéndose en motivación de algunas de las acciones heroicas del filme. Entre bicis, videojuegos (la acción se mueve de los ‘50 a los ‘80) y aventuras en la naturaleza en la era pre-internet, El Club de los Perdedores es reconstruido en plan “Cuenta conmigo”, solo que con un payaso asesino.

La parte del payaso, interpretado por Bill Skarsgard, es la menos atractiva: mostrar a Pennywise desde la primera escena ciertamente le quita misterio al personaje, aunque la decisión es recompensada con algunos de los pocos momentos del cine de terror a la luz del día, en una era marcada por los trucos de luz. Y el trabajo de Skarsgard goza de momentos inspirados, aunque algunas de sus escenas tienen un elemento predecible que aminora su impacto: “It” brilla cuando los chicos son el centro, pero las partes destinadas a causar pavor en el espectador asoman menos siniestras e inspiradas, más obvias, calculadas y formulaicas, que en “Mamá”, el trabajo que llevó a Muschietti a ser uno de los directores más codiciados de Hollywood.

Pero como una topadora emocional la película se sobrepone a todo, incluso a cierta burocracia y formalidad a la hora de presentar a la pandilla y sus miedos, repasando uno a uno los encuentros con el payaso: “It” es un triunfo para cualquiera que no entre al cine con una ceja arqueada, en cuyo caso, de todos modos, probablemente no se interese en registrar una de las mejores adaptaciones de la obra del maestro del terror, Stephen King.

(**** MUY BUENA)

 

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