Duros desafíos y una cuenta que sigue pendiente

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Alejandra Ziziemsky
aziziemsky@eldia.com

La visita del papa Francisco a Chile recién empieza y ya está dejando mucha tela para cortar. Es una misión que puede salir muy bien o muy mal. El pontífice llegó a un país en el que la imagen de la Iglesia está muy golpeada por los casos de pedofilia. Y tendrá la oportunidad de llevar un mensaje claro de condena a los curas abusadores y de pedido de disculpas a las víctimas de abusos. Pero si esto no ocurre, la imagen de la Iglesia en el país trasandino podría hundirse aún más.

Datos de la Conferencia Episcopal indican que alrededor del 76% de los chilenos son católicos. Pero en los últimos años se viene observando una drástica baja en cantidad de matrimonios y bautismos. Y una encuesta reciente de Latinbarómetro revela que, interrogados sobre cuál es la religión con la que se identifican, sólo un 45% de los chilenos afirmaron ser católicos.

Además, el estudio, cuyos resultados se conocieron el viernes pasado, mostró que Chile es el país que tiene la peor valoración de Jorge Bergoglio.

El Papa inicia esta visita, como se ve, con fuertes desafíos. A los que se suma su “no visita” a Argentina. Otra vez vuelve a estar a un paso de nuestro país. Pero no viene. Están los que afirman que no quiere generar más divisiones en una sociedad profundamente herida por la mentada “grieta”. Pero otros tantos sostienen que justamente su visita podría ayudar a neutralizar esa grieta. Lo cierto es que Francisco ha regresado a Latinoamérica. Pero el retorno a su tierra todavía es una cuenta pendiente.

 

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