La banda de los polichorros volvió a atacar en Olmos y esta vez picaneó a un quintero
Edición Impresa | 9 de Enero de 2018 | 02:13

Terminaba otra jornada de trabajo en los invernáculos y el crepúsculo indicaba el descanso, con el aseo y la cena. Fue la hora del infierno. A las 21.30, en la quinta ubicada a pocas cuadras de la calle principal de Olmos, bordeando las vías, irrumpió una banda de ladrones con caracterización de policía dispuestos a todo, hasta usar una picana para llevarse los ahorros de la casa, en total unos 10 mil pesos y electrodomésticos.
Según el testimonio de las víctimas, eran entre cinco y seis, tomaron la vivienda por asalto: “Había ido a la Ciudad y al final de la tarde, a eso de las ocho y media, fui a abrir el riego -a la quinta-. Después, entré en la casa. Al rato, patearon la puerta y se metieron. Estaban divididos en dos grupos, unos venían de la calle y otros de acá atrás, como de los invernáculos”, contó Ramiro Valdez, un joven productor que habita una parte de la vivienda de madera de la quinta junto a su pareja y una pequeña hija. También viven allí Eliseo Lamas, junto a su mujer. Los acompaña siempre, y antenoche también estaba, otra mujer de 60 años que vive en la zona.
Los asaltantes ataron a la mujer mayor y se concentraron en el amedrentamiento a Valdez hasta llegar a la tortura: “Tenían una picana y me descargaron electricidad cinco a seis veces en las manos y la espalda. Antes, la habían usado con los perros”, contó el joven Quintero.
También lo golpearon en busca de dinero. “Encontraron algo que teníamos pero querían más y me pegaban”, dijo. Desde el baño donde se duchaba, Lamas advirtió lo que venía cuando la banda entró en la finca y pudo escapar a campo traviesa a pedir ayuda: “Vi la situación y salí. Uno me siguió pero no pudo alcanzarme ni verme y se volvió. Llegué a la casa de los vecinos y volví con ellos”.
Cuando Eliseo estaba de vuelta con seis campesinos que viven a unos pocos cientos de metros, en la quinta aledaña, ya había pasado lo peor. “Fueron unos cinco minutos en los que entraron, nos ataron agarraron la plata y unos artefactos electrónicos y se fueron. Habían llegado divididos en dos grupos y se fueron todos juntos, pero antes hicieron un llamado desde un celular, como pidiendo que los pasen a buscar”, contó Valdez.
La calle 52 termina en esa casa. A esa altura, es un sendero casi devorado por pastos crecidos a los costados. Recién en la esquina, a unos cien metros, empiezan las viviendas que le dan ambiente urbano a un barrio ubicado a 3 o 4 cuadras del complejo carcelario de Olmos y el centro de la localidad.
Los ladrones desaparecieron en las sombras, con la plata, un televisor, un equipo de dvd y un ventilador. “Nos matamos laburando de gusto”, lamentó Valdez. Cada uno por su lado, los quinteros llegaron de Bolivia hace varios años y con sus parejas, tienen proyecto de futuro en la zona. Todos trabajan para el establecimiento en el que viven.
Hace un año, en vísperas de Navidad, ahí mismo sufrieron otro asalto de motochorros. Todo fue rápido. Como de aquellos ladrones, en la quinta esperan novedades en torno al esclarecimiento de este último robo. La Policía, llegó sobre la medianoche y aún no hay rastros de los ladrones.
La zona es un foco de atención para este tipo de bandas. Hace una semana en 197 y 56, una familia padeció un procedimiento similar, que dejó al dueño de casa desmayado y una amenaza de secuestro de un nene de 2 años. También vestían como policías. Una fuente de la investigación policial dijo que podría tratarse de la misma banda. El investigador indicó que no hay elementos que vinculen la caracterización de los ladrones con la Policía. Dijo en ese sentido que “a veces usan chalecos que se confunden con los antibala de la Policía”.
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