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Ambas plagas se han transformado en una pesadilla para vecinos y comerciantes, fundamentalmente en el sector de 8 entre 46 y 47, donde refuerzan las tareas de limpieza
Podrán cortar todos los árboles, pero no podrán detener a los estorninos. Ni a las golondrinas, sus flamantes aliadas a la hora de provocar trastornos en la vida urbana platense. Extremadamente adaptables en materia de hábitat y alimentación, sin predadores naturales de cuidado ni enfermedades que las puedan diezmar, estas especies -a las que se suman las omnipresentes palomas en el catálogo de “pesadillas voladoras”- seguirán poniendo los pelos de punta a vecinos y comerciantes al menos hasta marzo.
Así lo anticipan quienes estudian el comportamiento de las aves, que colonizan con prisa y sin pausa el entorno urbano sin que nadie atine a ponerles freno. Desde la torpeza del intento municipal, años atrás, de podar severamente decenas de árboles frondosos para eliminar los nidos, hasta las sugerencias de liberar aves rapaces o tirar pirotecnia para ahuyentar las bandadas, todo fracasó.
Este año, para peor, a los ya consolidados estorninos se sumó una enorme cantidad de golondrinas, que por estos días pueden verse en la zona del eje comercial de calle 8. Concretamente, quienes tienen negocios en la cuadra de 8 entre 46 y 47 alzaron sus voces para denunciar que las veredas quedan una y otra vez tapizadas por las deposiciones de los pájaros, que generan olores nauseabundos, atraen moscas y son harto difíciles de limpiar.
Sobre las tupidas copas de los ficus plantados en ese tramo del eje comercial se posan, cada atardecer, miles de golondrinas comunes, que después de sobrevolar la zona bajan masivamente hacia las ramas en medio de un batifondo apocalíptico, y allí se quedan para pasar toda la noche. Párrafo aparte para los ficus; se trata de una especie vegetal que no debiera estar en ninguna vereda, ya que no cumple con los parámetros que establece la legislación sobre arbolado, por ejemplo, el de tener hojas caducifolias. En su momento fueron plantados por su tamaño mediano que prometía no romper veredas ni tapar demasiado las vidrieras, pero su follaje permanente es un imán para las aves durante todo el año.
Inicialmente confundidas con los temidos estorninos, las golondrinas llegaron a la Ciudad para quedarse hasta marzo, cuando termine el verano. Y poco se podrá hacer para evitarlo. Así lo confirman los especialistas.
“En los últimos años, diría que hace dos o tres sobre todo, se está consolidando una combinación que es muy brava para quienes viven cerca de los dormideros, que es la de los estorninos con las golondrinas comunes que llegan para nidificar como parte de su ciclo reproductivo” explica Julio Milat, director del Museo Ornitológico de Berisso: “las de pecho blanco son las golondrinas más urbanas, y hacen sus nidos en cualquier hueco; si no contaran con árboles usarían aleros, canaletas, soportes de aire acondicionado, o molduras de edificios”.
“Las que se ve sobrevolando a esa hora en q-ue no es más de día pero aún no es de noche son golondrinas cejablanca o pardas, posiblemente ejemplares juveniles, que aún no han nidificado” advierte Milat, quien desde hace más de tres décadas estudia la fauna aérea de la Región: “se alimentan de insectos, y están adaptadas para pasar la mayor parte del tiempo en el aire por lo que sus patas son relativamente endebles; por eso, a diferencia de los estorninos, que pueden posarse largo rato sobre cables y antenas antes de ir a los dormideros, bajan directo a los árboles y cuando lo hacen ya se quedan ahí”.
El experto anticipa que “van a quedarse entre nosotros hasta marzo, aproximadamente, cuando migrarán hacia el norte, pero sin llegar a California como está instalado en el imaginario popular, ya que la distribución de este tipo de ave llega como mucho hasta América Central”.
Ante los reclamos vecinales, desde la subsecretaría de Gestión Ambiental de la Comuna se adelantó que, en conjunto con profesionales de la UNLP, se encarará un nuevo relevamiento de aves en diferentes sectores del casco histórico. “Vamos a determinar si las molestias son provocadas por los estorninos u otras especies -ya que el año pasado se trataba en la mayoría de los casos de golondrinas-, y a partir de esos datos se trazará un plan para ahuyentar a las bandadas”.
Los voceros indicaron que “se evaluarán posibles estrategias disuasivas para ir llevando los ejemplares hacia zonas rurales, pero no habrá operaciones de cacería; se barajan sólo intervenciones no agresivas para ir corriéndolos del entramado urbano”.
El equipo municipal analizará los rastros de plumas, tomará fotos y luego decidirá de qué forma y bajo qué técnica de corrimiento se intentará mover a estas especies, “que son estacionales y buscan el calor”.
La “plaga” de estorninos lleva más tiempo en la Ciudad que el aluvión de golondrinas, pero todavía es relativamente nueva, y los observadores creen que no alcanzó su pico.
“Probablemente vayan a seguir en ascenso” advierte Julio Milat: “al ser recientes no tienen predadores efectivos, por ejemplo, los halcones y gavilanes prefieren cazar palomas y a los estorninos los ignoran olímpicamente. Por otra parte, son difíciles de atrapar. Sería absurdo talar todos los árboles, y no hay métodos humanos efectivos para echarlos; ya se acostumbraron a las alarmas sonoras, y cada bandada se instala en un dormidero específico y se las arregla para alimentarse con lo que tiene disponible. He visto estorninos comiendo papas fritas frente a locales de comida rápida”.
El estornino o “sturnus vulgaris” comenzó a hacerse notar hace cinco o seis años en el centro platense, cuando incluso llegó al Concejo Deliberante un proyecto, que no prosperó, para declararlos oficialmente como plaga. Oriundo de Europa, y de parte de Asia y África, se caracteriza por ocasionar todo tipo de molestias en la vida urbana y por su aparente invencibilidad, ya que no se conocen casos en los que hayan podido ser erradicados por completo.
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