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Entre el humor y la reflexión

11 de Marzo de 2018 | 05:21
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En Salta quería subsidiar a las rubias y recargar a los morochos 

Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

Tierra adentro, las rubias se cotizan bien arriba. Hace cinco años, comentamos los alcances de un boliche de Nogoyá, en Entre Ríos, que había lanzado una oferta que envalentonaba a las teñidas del distrito: Rubias gratis, y, como siempre, morochos con recargo. Más de una rubiona se sintió estimulada por una propaganda que de entraba auguraba supremacía y mejores chances a la hora del relojeo. La disco fue denunciada, el dueño pidió perdón, las blondas mesopotámicas se quedaron con ganas y todo volvió a la paz, aunque las rubias siguieron agrandadas y con el pelo suelto.

Ahora la disco Amira, de Salvador Mazza, ciudad salteña, recicló aquella oferta con una ganga parecida: rubias gratis y morochos dos por uno, hasta las 2. El valor total de la entrada se aplicaba sólo a pelirrojos y demorados. Eso sí: a los oscuritos que llegaban después de las 2, le cobraban hasta el día del socio. Este dos por uno es la cotización provinciana. Con las rubias no es pecado, decía aquel escritor español que rebatía las sospechas de su esposa. Por estos lados la cosa no está para andar rebajando, dicen los bolicheros. El cuadro tarifario del Gobierno en vez del dos por uno te cobra uno por dos. La antipática invitación de la disco Amira levantó ruido y recelo. El trato era inequitativo y los maridos con trigueñas aclaradas sacaban pecho. Las tostadas se sublevaron, intervino el INADI y al final todas las muchachas hicieron causa común contra este empresario rubicundo que tuvo que pedir perdón porque su oferta avanzaba sobre coloretes y dejaba mal parada a una vecindad que a fuerza de sol y mestizaje siempre está más cerca del dos por uno que del gratis.

La coquetería femenina enseña que el tono del cabello no es inocente ni accidental. Las mujeres siempre asumen su color como parte de una estrategia que busca miradas y ganas desde el flequillo hacia abajo. La insólita promoción daba, a las rubias, mejor hándicap y nuevas expectativas. Las chicas con claritos pedían rebajas y los galanes salteños soñaban levantarse alguna gratuita para ganar puntos. ¿Qué pasa allá? Los viejos gauchos notan que las nuevas zambas ya anunciaban estos cambios. Y creen que la coronación de Isabel Macedo como primera dama abrió una grieta en la identidad de una provincia conservadora. Es cierto que Güemes les había enseñado a empujar los limites. Pero ahora todo se desbarrancó. Los Chalcha cantaban aquello de “Morena cerrillana/con alma y vida te cantaré”. Pero después Los Nocheros se despacharon con “Voy a comerte el corazón a besos/ a recorrer sin límite tu cuerpo”. Y así no hay zarandeo que aguante. Pero eso no fue todo. Esta semana, un boliche de Salta ofreció una lista deslenguada de tragos: “Abre patas”, “Bajas tanga”, “La roncha de tu madre”, una propuesta de cócteles que buscaba halagar el paladar y darle tareas a la entrepierna. Los viejos gauchos salteños se asombran. Añoran aquellas épocas, sin rubias y chupando solamente mate y chicha. Y evocan los bailes carperos, con chinas multicolores que hacían lo que podían para apaciguar los calores de una paisanada que traía una sed que no se calmaba con tragos.

La salta señorial no sabe cómo atajar estas propuestas. El folklore romántico pedía arrumacos y los poetas de hoy quieren que las chicas donosas dejen el montañismo y trepen camas ajenas. En marzo llegaron las ofertas de la disco y los tragos. Y esta semana los salteños tuvieron que ver en TV a su primera dama andar a los besos con un falso Sandro, mientras Urtubey se conformaba con franelear legisladores y tararear “Rosa, rosa...”.

Lo del boliche Amira fue una señal. Las rubias siempre escapan a los controles. Y con estas prohibiciones, su poder simbólico se afirma. Ellas siguen alli, apetecidas y escasas, demandadas y nunca gratis, ocupando el imaginario de un vecindario al que la polvareda los familiarizó con el color tierra. ¿Continuará esta escalada salteña? Ya lo había anticipado Manuel J. Castilla: “Dónde iremos a parar /si se apaga Balderrama”.

Las rubias siempre escapan a los controles. Y con estas prohibiciones, su poder simbólico se afirma

 

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