Hugo Raúl Satas

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Profundas muestras de pesar provocó el fallecimiento del docente e historiador Hugo Raúl Satas, quien dejó su huella marcada a fuego en numerosas generaciones de estudiantes secundarios y universitarios, fundamentalmente en la materia Historia.

Apasionado, didáctico y con un enorme caudal informativo, sus clases fueron elogiadas por los alumnos que pudieron disfrutarlas, pues tan amenas resultaban que los minutos parecían pasar más rápido de lo habitual. Satas estimulaba a involucrarse en los grandes temas que signaban los tiempos de la historia universal más reciente para tratar de seguirle el ritmo.

Había nacido el 12 de octubre de 1928, en Basavilbaso, provincia de Entre Ríos. Fue hijo de Antonio Satas -lituano, y quien fuera ferroviario- y María Eugenia Paggi. Los traslados que demandaron los tiempos laborales de su padre provocaron que Satas llegara a La Plata en 1941, donde estudió en el Colegio Nacional, tras haber realizado la primaria en la escuela pública Manuel Belgrano, de Paraná.

Influenciado por destacados docentes, ingresó a la Universidad para seguir el profesorado de Historia, en la facultad de Humanidades de la UNLP.

En 1958 ingresó en Vialidad Provincial, que consideró su “segundo hogar”. Allí estuvo largos años y a fines de los 60 comenzó a dar cátedras de Historia, que desarrolló en la Escuela de Periodismo y la Universidad de Río Cuarto, entre otras unidades académicas. Ejerció como docente cuatro décadas y llegó a ser vicerrector y rector del Colegio Nacional.

Se casó con la pintora Telma Rijter, con quien tuvo una hija, Irene Satas y nietas.

La historia del siglo XX fue su especialidad, y contaba los acontecimientos fundamentales de esa etapa como si los hubiera experimentado. Su tono contundente, la abundancia de datos puntuales y, en algunos casos, las diversas interpretaciones que transmitió a sus alumnos de manera inigualable llevó a generar la admiración por sus cátedras. También compartió su conocimiento con la edición de diferentes libros.

Amante del cine, formó parte de un grupo de apasionados del séptimo arte que se conectaron con sus colegas de todo el país y pudieron crear un ciclo de 35 milímetros en el Cine París y otro de 16 milímetros, en La Protectora y en la Asociación de Maestros, donde se pudo ver el mejor cine del momento.

 

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