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José P. Castelli expresa: “Cuando el terror se instala en la población, es el comienzo del fin. No se concibe que para esclarecer crímenes se demoren años en averiguar y descubrir a los culpables. Cuando la Justicia llega tarde y mal, no sirve. La delincuencia ha anidado en las villas donde por necesidad se han asentado trabajadores. Pero al no haber control, estas situaciones se han desbordado. Hoy pocos están seguros de regresar a su casa, sea que tengan mucho o tengan poco. No importa. El valor de la vida ha variado. De ser lo sagrado, pasó a ser algo sin valor. Hemos tenido épocas en las que la población fue sacrificada en aras de un ideal. Hoy se hace lo mismo con base en un producto comercial que alguien quiere y carece de dinero. Es triste que nos hayan cotizado y ver que nuestro valor está en la mínima expresión. Llegamos a una situación de tal magnitud, que encauzar a la población que se acostumbró a la inseguridad y la corrupción será una tarea titánica. El respeto por la vida ajena se perdió y se cruzó la línea en que ya no importa si se mata o no. Uno de los tantos factores que forzó a ese desbande es la falta de trabajo de los padres y el abandono de los hijos”.

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