El estreno de “La Flor”: catorce horas de puro cine desde el margen
Edición Impresa | 9 de Abril de 2018 | 04:30

Seis relatos -cuatro que empiezan y no terminan, uno que sí lo hace y un sexto que acaba sin terminar- forman parte de las tres partes que conforman “La flor”, una de las cintas más esperadas de la próxima edición del BAFICI, que comienza el miércoles: se trata de la nueva película de Mariano Llinás, quien hace diez años estrenaba “Historias Extraordinarias”, sacudiendo los cimientos del Nuevo Cine Argentino con un terremoto de cine puro e inmenso.
Que fuera realizada desde los márgenes, donde habita con comodidad y convicción El Pampero Cine, la productora que nuclea a Llinás y otros talentos, no es un hecho casual: quizás aquella cinta de cuatro horas no podría haberse concebido bajo los cánones de la industria y las instituciones del cine, que orientaban por aquellos años su producción hacia ciertos tipos de cinematografías, pero más que una película “en contra”, fue una película que, desde su absoluta independencia, reivindicó la posibilidad de hacer cine sin concesiones.
Esa premisa rupturista se aplica todavía hoy, en tiempos de crisis en el INCAA, y de tanques hollywoodenses comiéndose toda la cartelera mucho más aún que en aquel 2008: Llinás propone en este proyecto misterioso recuperar el cine con una cinta que explora episodios que remiten al cine clase B, a historias sentimentales, espías, confabulaciones, magias y cine sobre cine, un cóctel que se disfrutará a fuego lento, porque entre varias experimentaciones formales, explica su productora, la platense Laura Citarella, está la experimentación con la duración del filme. Las películas, relata Citarella, tienen una duración estandarizada “de una hora y media más que nada por la venta de las películas para televisión, y hay películas a las que le falta tiempo”: “La Flor” durará catorce horas, emitidas en tres partes durante el festival.
Puede haber allí, dice Citarella, un gesto político, “sobre todo en un contexto donde la gente se encierra a ver series 72 horas seguidas”, pero la experimentación con el tiempo (que excede la duración del filme y se extiende a la duración del rodaje: se filmó en diez años, con las protagonistas, las actrices del colectivo Piel de Lava, cambiando ante la cámara, a la vez que las mismas cámaras cambian) es apenas uno de los juegos formales: “Se ponen en crisis cuestiones narrativas, estéticas, y la consecuencia es una película de 14 horas, pero los planos no están hechos para llegar a esa duración, la película llega de manera orgánica a esa duración, experimentando con ciertas formas llega a poner en crisis la idea de la duración estándar de las películas”.
Una película así, está claro, no podría haber sido hecho bajo el paraguas de una institución o un socio capitalista que ponen criterios, tiempos, fechas límite. Y esa, dice Citarella, es una de las claves del cine de El Pampero y de “La Flor”: “El mainstream no te va a permitir hacer una película con estos tiempos”, explica, y aunque acepta la excepción de “Boyhood” (que considera no aprovecha su premisa de explorar el paso del tiempo) dice que la cuestión del tiempo va más allá de la duración del rodaje, y se extiende hacia el tiempo necesario de cada plano. “En la industria es muy difícil que el tiempo para producir una imagen sea el que necesita esa imagen, y no el que necesitan los productores y los sindicatos. Está todo puesto en una estructura donde lo que comanda ese tiempo de rodaje es otra cosa. Ahí hay algo clave, el tiempo y la paciencia para encontrar una imagen produce materiales diferentes que los que vienen de los apurones de la industria”.
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