Chino Darín: en la piel y los huesos de un dirigente tupamaro

El actor argentino protagoniza el filme de Álvaro Brechner sobre el encarcelamiento del ex presidente Mujica, Eleuterio Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, a quien encarna en un rol para el que perdió 12 kilos

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Todavía no tiene 30 años y ya es un actor de exportación: El Chino Darín heredó el magnetismo de su padre y lo vuelca en “La noche de 12 años”, un drama más existencial que político que ilustra las torturas y vejaciones que padecieron el ex presidente José Mujica (Antonio de la Torre), Mauricio Rosencof (Darín) y Eleuterio Fernández Huidobro (Alfonso Tort) a manos de los militares.

“Ha sido el papel que más me costó abordar y del que más me costó salir”, dice el actor argentino sobre el filme que, tras mostrarse en el Festival de San Sebastián, tendrá su estreno en salas locales mañana. Entusiasmado con la idea de representar a una figura histórica, Darín tuvo que adelgazar doce kilos para ponerse en la piel de un personaje encarcelado, un reto físico que le afectó en lo mental: “Sentí angustia, irascibilidad, intolerancia. Sentí palpitar el hambre en carne propia y en un momento me asusté, sentí que se me iba un poco de las manos”.

Un esfuerzo físico compartido con sus compañeros de reparto, Antonio de la Torre y Alfonso Tort. Los tres interpretan a Rosencoff, José Mujica -que llegaría a ser presidente de Uruguay- y Eleuterio Fernández Huidobro, posteriormente ministro de Defensa. Miembros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, opositor a la dictadura militar uruguaya (1973-1985), pasaron doce años en la cárcel, sufriendo todo tipo de penalidades, como rehenes del Estado.

Es en ese periodo en el que se centra la película “La noche de 12 años”, dirigida por el uruguayo Álvaro Brechner (“Mr. Kaplan”). Según Darín, “esta historia trasciende porque son tipos que después pudieron desarrollar sus vidas casi exponencialmente respecto a lo que era su vida pública previa a toda esta situación”.

Una película que va más allá de la humanidad, que se centra en la supervivencia, en la esperanza y en la desesperanza, resalta el actor, quien pudo conocer muchos de los detalles reales directamente a través de Rosencof, que fue muy generoso al hablarle de sus “sueños, pesadillas, felicidad, esperanzas, angustia e inclusive de la sexualidad” en el encierro.

Información que le ayudó mucho a meterse en la piel de Rosencof en un filme en el que Brechner ficciona la realidad, respetando los hechos, pero utilizando herramientas cinematográficas para transmitir la historia, con el beneplácito de los protagonistas reales.

“Mauricio nos dijo, ‘esta historia es nuestra, nosotros la vivimos, nosotros ya la escribimos, ya la contamos. Ahora les toca a ustedes hacerla propia’”, recuerda Darín. Con esa premisa trabajó Brechner con los actores, para trasladar a la pantalla una historia que les obligó a “una inmersión muy tormentosa en todos los sentidos”.

Una experiencia “muy interesante y apasionante por momentos, y por momentos muy desesperanzadora también. Fue realmente una montaña rusa emocional”, afirma Darín sobre un papel que le ha permitido “descubrir algo sobre la humanidad en general, más allá de Mujica, Rosencof y Huidobro”.

Es algo que le apasiona de su trabajo y del cine en general. Porque estudió dirección de cine, aunque no lo finalizó, y acaba de meterse en la producción porque le interesan todas las facetas de una película. “Me entusiasmo con las cosas que me voy encontrando, cuando veo las posibilidades que esconden”, asegura Darín, a quien no le gusta planificar su carrera y prefiere pensar “proyecto a proyecto”. “Soy un poco enemigo de las expectativas porque no me gusta decepcionarme”, sentencia.

 

 

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