Pablo Curatella Manes: el mayor escultor platense

Fue uno de los grandes artistas plásticos que se destacó en Europa durante gran parte de la primera mitad del siglo pasado

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Si bien durante algún tiempo fue una figura de la cultura argentina en cierto modo olvidada, la revalorización de la obra de los máximos artistas plásticos argentinos, ha vuelto la atención a la producción del excéntrico escultor nacido en nuestra ciudad. Para muchos críticos el platense se encuentra entre los principales escultores argentinos.

Sus principales obras se encuentran en museos y colecciones privadas del Viejo Continente, aunque algunas de ellas se exhiben en la galería Zurbarán y en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Hijo de Clara Manes, una inmigrante griega, y del italiano Antonio Curatella, Pablo nació el 14 de diciembre de 1891. Su niñez transcurrió plácidamente en La Plata, en donde por aquel entonces se emplazaban muchas de las primeras grandes esculturas en distintos espacios verdes de la ciudad. Esas obras llamaron fuertemente la atención del pequeño Pablo, quien en su casa, intentaba ya a muy corta edad, dar distintas formas a ladrillos y piedras utilizando para ello clavos u otros elementos punzantes.

Comenzó a trabajar en 1905 como tipógrafo en una imprenta, aunque un accidente sufrido algunos meses más tarde hizo que desistiera de proseguir en ese empleo. Y como lo que más le interesaba se las ingenió para viajar a la Capital Federal y convertirse en aprendiz del escultor Arturo Dresco.

Cuando su familia se mudó en 1907 a Buenos Aires se matriculó en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Allí, su espíritu rebelde y autodidacta lo llevó a mantener acaloradas discusiones con sus profesores, lo que finalmente determinó que fuera expulsado del establecimiento educativo. En 1908 comenzó a estudiar como aprendiz de Lucio Correa Morales, con quien colaboró en gran cantidad de trabajos encargados por el Director de Espacios Públicos, el afamado paisajista Carlos Thays.

Luego de las elecciones de 1910, creó una medalla conmemorativa de oro para el Vicepresidente electo Victorino de la Plaza, quién poco después le concedió una beca de estudios en Florencia y Roma, lo que le posibilitó viajar por Italia y gran parte de Europa occidental.

En su regreso a la Argentina en 1912 organizó su primera exposición en Buenos Aires, tras lo cual regresó a Europa, radicándose en París para estudiar con los maestros Aristide Maillol y Emile-Antoine Bourdelle, pero dos años después se vio forzado a regresar a Argentina al estallar la Primera Guerra Mundial.

Vino a vivir a La Plata y con sólo 23 años, encaró con gran éxito la apertura de una galería de arte a la que denominó “Salón de otoño”, desde la que brindó la oportunidad para exponer a muchos artistas plásticos que por entonces hacían sus primeras armas.

En 1920 regresó a París nuevamente becado por el gobierno nacional, para estudiar con los mejores escultores de la época. Por aquellos días exploró el Cubismo, y sus esculturas se volcó al estilo avant-garde; también estableció su taller, donde adquirió el curioso hábito de crear y destruir esculturas en un día.

Se casó con la pintora francesa Germaine Derbecqre en 1922 y en 1926, obtuvo un puesto laboral en la Embajada Argentina. Al regresar a la Argentina en 1929, exhibió su escultura “Las tres gracias” obra que significó una transición al arte abstracto. Regresó a París y abrió un taller en la calle Lauriston. Sus obras “Tierra monumental Argentina” y “Los dos hemisferios” lo llevaron a integrar el jurado de escultura de la Exposición de París de 1937.

Continuó esculpiendo y desempeñándose en distintos cargos diplomáticos durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

Una repentina y seria enfermedad forzó su regreso a Buenos Aires donde falleció el 14 de noviembre 1962, a los 70 años de edad.

 

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