En el Palacio de los Crawley no se nota el paso del tiempo
Edición Impresa | 24 de Noviembre de 2019 | 07:31

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA
Las series han venido interactuando con el cine a la hora del trueque de argumentos. Así como un film es la puerta abierta para que su historia se desarrolle con amplitud a lo largo de varios capítulos, también las series han encontrado en el cine una forma estelar de culminación que les pone punto final a sus relatos y les permite seguir recogiendo dividendos.
Hace pocos se estrenó “El Camino: una película de Breaking Bad”, un film que trató de capitalizar el gran éxito de público y crítica que había obtenido una serie que se desplegó exitosamente a lo largo de cinco temporadas. No fue una buena decisión. Ni siquiera a nivel recaudación. Estuvo lejos de la intensidad a veces exagerada de una entrega con fuerte impacto y dos personajes que andaban al borde del abismo final. No hubo nuevos personajes ni subtramas cautivantes ni hallazgos. Escrito y dirigido por el creador de “Breaking Bad” Vince Gilligan, el film detalla a Jesse Pinkman ( Aaron Paul ) y su jubilosa fuga del cautiverio. Y llega seis años después del final de la exitosa serie. Todo pareció reiterativo. “El Camino” es un epílogo innecesario pero apenas agradable.
El alargue es una tentación para las series con gran llegada. Sostuvo un interés y calidad constante, aunque nunca alcanzó las alturas de las obras maestras del género (Los Soprano, Mad Men, The Wire, la primera True Detective). Algunas han trastabillado por haber sido forzadas a estirarse innecesariamente (The affair, La Casa de papel). Pero no es fácil de encontrar su mejor duración cuando los productores y el rating están decidiendo por ellos.
Ahora llega al cine la despedida de otra serie exitosa: Downton Abbey, una comedia británica costumbrista, romántica y suntuosa. Fue creada y escrita principalmente por el escritor Julian Fellowes. La serie transcurría en el condado inglés de Yorkshire, en el country house de Downton, describiendo la vida de la familia aristocrática Crawley y sus sirvientes en las postrimerías de la época eduardiana.
En su paso por el cine, sale airosa. Lujosa, disfrutable, con buen gusto y diálogos irónicos y leves, el film vuelve sobre sus pasos para contarnos la llegada de la reina al castillo. Y allí veremos otra vez, a manera de alegoría, la disputa entre los de arriba y los de abajo, entre el séquito de la reina y los servidores de los Crawley, entre lo que pasa afuera y lo que acontece adentro. Sorprende que cuatro años después de su despedida, el cine los muestre casi sin que se note el paso del tiempo. Los que han visto con atención esta serie ( me gustó mucho, sobre todo por sus detalle más que por sus grandes temas) podrán disfrutar otra vez de la abuela y su verba filosa, de la belleza intocable de Lady Mary, del mayordomo intachable y de los bellos planos fotográficos de una puesta en escena más confiada al buen gusto que a la hondura.
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