Daniel Martínez
Edición Impresa | 22 de Febrero de 2019 | 02:48

Una profunda tristeza causó el fallecimiento de Daniel “Sapo” Martínez, orgulloso ex combatiente de Malvinas que fue respetado y querido tanto por sus compañeros de batalla, como por aquellos con los que compartió salones escolares y ámbitos laborales.
Daniel Diego Martínez nació el 28 de enero de 1962 y su papá, que era fanático de Gimnasia, le puso Daniel Diego en honor a los hermanos Bayo. Creció en una casa del centro de La Plata -vivía en 48 entre 11 y 12-. Cursó la educación primaria en la Escuela 2 y el secundario en el Colegio Nacional. Allí recibió su apodo de “Sapo”, que no lo abandonaría jamás y del cual casi que se enorgullecía. En las aulas del tradicional establecimiento de 1 y 49 se destacó por su inteligencia. Forjó, ya de muy joven, un carácter aparentemente duro y firme, pero detrás de esa imagen había un enorme corazón que demostraba fidelidad incondicional con sus amigos.
Le tocó hacer el servicio militar en 1981 y al año siguiente peleó, como soldado del Regimiento 7, en la guerra de las Islas Malvinas. Allí se destacó por su compañerismo y lealtad en momentos en que al tiempo que escaseaba el alimento debían enfrentar al enemigo. Fue herido en combate y de esa lesión resultó la pérdida de una porción de la oreja y de la audición del oído derecho. Después de meses de convalecencia ingresó a la facultad de Ciencias Naturales y Museo, donde se recibió de licenciado en Zoología.
Trabajó primero en el ministerio de Economía de la Provincia y luego en el Registro de la Propiedad.
Tuvo una activa participación en las agrupaciones de ex soldados que procuraron mejorar la condición de los que volvieron de la guerra y favorecer su reinserción social.
Amaba la música, tuvo una enorme colección de discos de vinilo y le encantaba ir a recitales de rock. Buen lector, a pesar de que nunca ejerció como zoólogo seguía actualizándose sobre las ciencias naturales. Le apasionaba la naturaleza y la pesca: estar en el río, en silencio, era su placer.
Fue un gran amigo y un buen padre. Se casó primero con Ana Claudia Simón y tuvieron dos hijos, Ana Eugenia y Valentín. Tuvo un segundo matrimonio con Alejandra Marichelar, con quien tuvo a su hija Lucía. Ana y Valentín le dieron nietos que alegraron sus últimos años y resultaba enternecedor ver a ese “viejo guerrero” de gesto adusto, sonreír abrazado a esos nenes.
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