Sería inexcusable permitir el retorno de la tracción a sangre

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El bloqueo de la bajada de la Autopista por un grupo de cartoneros que anteayer protestaron por la prohibición del empleo de caballos para el acarreo, volvió a poner sobre el tapete una cuestión polémica y de muy antigua data, como lo es el uso de la tracción a sangre. La protesta, que generó serios trastornos a miles de automovilistas, incluyó además el pedido de los cartoneros por un convenio que otorgaba al sector más cupos laborales, además de la actualización de los montos que se les abonan, entre otras demandas.

Lo cierto es que el sorpresivo piquete obstaculizó tanto la subida como la bajada de la Autopista, aunque a la traza se podía acceder a través de la avenida 122. Sin embargo, quienes venían desde la Ciudad de Buenos Aires eran desviados en el kilómetro 31,5 hacia el Ramal Gutiérrez, de modo que no se pudo bajar tampoco en Villa Elisa.

El bloqueo se tradujo en que las vías alternativas, como el Camino Centenario, se vieran colapsadas, con una inusual presencia de micros y camiones. A su vez, los colectivos que a diario unen la traza entre nuestra ciudad y la capital federal experimentaron serias demoras, lo que les complicó la vida a miles de usuarios de dichos transportes.

En ese contexto, funcionarios comunales, luego de señalar que está reconocido el trabajo que realizan los llamados recicladores urbanos, dijeron que de ningún modo están dispuestos a negociar el uso de la tracción a sangre.

En realidad, más allá de contemplar el aspecto social involucrado, la tracción a sangre se encuentra prohibida por normas provinciales y municipales desde hace muchas décadas y ese solo fundamento debiera bastar para concluir con cualquier duda al respecto. A menos que se pretenda darle vigencia a la ilegalidad.

La presencia de caballos tirando de carros callejeros es cuestionada también, desde siempre, por las organizaciones de defensa de los animales. Asimismo, los especialistas en el tema vial han enfatizado acerca de los enormes riesgos que causan sobre todos los protagonistas del tránsito y, en primer término, sobre quienes se trasladan en esos carros que obstruyen la normal dinámica vehicular.

Existen reiterados reclamos sobre maltratos a animales, en los que se mencionaron casos de ejemplares muertos en la vía pública, ya sea por inanición o agotamiento. Se sostuvo, además, que en muchas ocasiones los caballos no están capacitados para transportar el peso que deben acarrear sobre los carros que tiran y que se convierten en obstáculos peligrosos para el tránsito cotidiano de los autos por las calles de la Ciudad.

Sobran, pues, en nuestra región argumentaciones jurídicas, técnicas y de distinto orden para reclamar la desaparición de la tracción a sangre, que pueden compadecerse perfectamente con las emergencias sociales, que deben ser atendidas debidamente por el Estado.

Los antecedentes sumados demuestran que no existe motivo que justifique esta modalidad nociva de traslado de cargas, ni hay fundamentaciones consistentes que autoricen a sentar el precedente del “todo vale” en la vía pública, a partir del cual sólo cabe esperar consecuencias muy negativas. Las autoridades son responsables de que rija la ley y todo actuar negligente, todo incumplimiento de ese principio, resulta inexcusable.

 

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