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Opinión |Enfoque

La importancia de fomentar el empleo en las pymes y no generar trapitos

La importancia de fomentar el empleo en las pymes y no generar trapitos

Miguel Ángel Abdelnur *

26 de Febrero de 2019 | 03:28
Edición impresa

En el año 1993 asumí como Director del Patronato de Liberados bonaerense. El objetivo del Patronato es controlar a los penados, en situación de libertad condicional, y ayudarlos a reinsertarse en el seno de su familia y en la sociedad. Para ello, resulta imprescindible conseguirles un empleo o apoyarlos en una actividad independiente (comercio, oficio o profesión). La gran dificultad es que el presupuesto y personal del Patronato es exiguo y no existe normativa alguna de promoción para la inclusión social y laboral, como no la hay para ningún desamparado de la Argentina. Tampoco los empresarios están dispuestos a emplear exconvictos sino se les concede, cuando menos, un estímulo. La sociedad y el Estado los arrojan directamente a la indigencia y el delito.

En 1994, el Delegado de Mar del Plata, Sr. Mario Migueles, un alma noble, me propuso una alternativa: entregar a cada tutelado un trapo rejilla, una franela, un cepillo de cerdas blandas y un balde, para que acomodaran, cuidaran y lavaran los autos de una o varias cuadras y recibieran unas monedas por su tarea. El problema de Mar del Plata era acuciante, pues los presos salían con lo puesto de la cárcel de Batán (que se encuentra a pocos kilómetros). Pidió que lo autorizara y se los protegiera para el caso -altamente probable- que se produjeran conflictos. Le di ambas seguridades. Entonces, puso manos a la obra: dividió la ciudad en cuadrículas, distribuyó el trabajo y diariamente, con su auto desvencijado, vigiló el comportamiento de los liberados. Muy pronto, el “fenómeno” se extendió por toda la provincia y a cualquier persona indigente.

Así se instituyeron, por así decirlo, los denominados “trapitos”. ¿Acaso fue esta una solución? Por supuesto que no: solamente fue un manotazo de ahogado, un acto desesperado ante la ausencia de respuestas sociales y gubernamentales.

Pero el problema de los expenados no está aislado de la marginalidad y exclusión social en general. Es notorio que la misma se ha acentuado con el correr de los años ante la inacción del Estado. Todos los gobiernos, de cualquier signo, han preferido esconder la desocupación, aumentando la burocracia administrativa hasta niveles exasperantes, en lugar de crear programas de promoción del empleo genuino. Nadie quiere desmontar este Estado enorme e ineficiente, alimentado, en toda época, por el clientelismo, la prebenda y la corrupción.

Empero no se trata simplemente de reducir el Estado sino de cambiarlo para hacerlo útil a las necesidades sociales y económicas. Y en este cambio asume capital importancia la instauración de una normativa tributaria, previsional y laboral que favorezca el empleo, con especial acento en las pymes que son las que lo proporcionan en un 70% u 80%, según diferentes estimaciones. Es preciso reducir drásticamente los impuestos y tributos a quienes den empleo e instaurar, con valentía, un estatuto laboral especial para las PYMES que, sin mengua de derechos esenciales de los trabajadores (no de privilegios sectoriales), les permita dar empleo formal. ¡Aunque parezca mentira, en la Argentina se aplica la misma legislación laboral y de la seguridad social -y los mismos convenios colectivos de trabajo- a Techint y al kiosco de la esquina, con lo cual se impide, lisa y llanamente, a los pequeños y medianos empresarios su cumplimiento! ¡De allí a la evasión y el trabajo en negro, hay un sólo paso! Esta política debe ser canalizada a través de Oficinas de Empleo regionales, con amplias facultades, orientando hacia la capacitación, dando subsidios por desempleo cuando corresponda y promoviendo, en el terreno, la ocupación. Así lo hacen los países desarrollados, quienes no dejan librada al azar la solución de esta problemática.

Pero, insisto, los políticos, los funcionarios del Estado y aún la dirigencia empresaria y sindical no tienen la intención de dar este paso transcendental, porque están muy cómodos gozando de este estado de cosas que les asegura su poder y privilegios.

Allá ellos, entonces, con este Estado taimado y desertor. Mientras asumo con esperanza una reacción positiva, me quedo con Ana Mon, que ha creado Casas del Niño en todo el territorio nacional para cobijar a la infancia desvalida; con Juan Carr y sus infinitas jornadas solidarias; con las familias que diariamente recorren las calles sirviendo un plato de comida a los sin techo; con los evangelistas, el Ejército de Salvación, y todas las confesiones no católicas que tanta ayuda prestaron a mi Patronato. Yo me quedo con la propuesta de Mario Migueles y sus trapitos.

* Ex Director del Patronato de Liberados (1993-1997)

 

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