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Vivir Bien |Expertos por fascinación

Los amantes de orquídeas

Son coleccionistas, cultivadores y productores de las flores de los reyes, como se las conoce popularmente. Hay quienes tienen hasta 200 plantas. En City Bell, un laboratorio las produce híbridas con técnicas in Vitro

Los amantes de orquídeas

Damián Sancho es floricultor, coleccionista y fabrica orquídeas

Yael Letoile
Yael Letoile

22 de Septiembre de 2019 | 05:28
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Disfrutan como pocos la estación de las flores, pues es cuando más se aprecia el trabajo de todo el año.

En La Plata, hay desde coleccionistas y cultivadores hasta productores que crearon sus propios híbridos con técnicas in Vitro.

En su mayoría hobbistas o aficionados, los orquideófilos platenses llegaron a formar una asociación que se reúne los segundos sábados de cada mes para estudiar y compartir conocimientos sobre las orquídeas –del nombre científico Orchidaceae– famosas por la belleza y complejidad de sus flores.

En City Bell, la fábrica Orquidácea, que llegó a producir 30 mil plantas al año, es la única en la región con un laboratorio que genera el material madre, del que luego saldrán los plantines y, más tarde, las flores. Algunas, tan originales, que se llaman como la hija de su creador o Big Bang, en homenaje a la gran explosión que dio origen al mundo.

¿Qué mejor forma de iniciar la primavera que visitar el maravilloso mundo de los amantes de orquídeas? Pase, huela y vea.

LA PROTEJO CONTRA EL VIENTO

Todo empieza cuando te regalan una planta y después no te podés deshacer más del asunto.

Así arrancó la fascinación por las orquídeas de Graciela Pastorino (55), vecina de Gonnet, que hoy acumula una colección de 200 plantas.

Las orquídeas pertenecen a la familia de las monocotiledóneas, de un solo cotiledón –primeras hojas, en botánica–. Reconoce más de 25.000 especies naturales y unos 60.000 híbridos y variedades producidas por floricultores.

Las hay de los más variados tamaños, colores y aromas, desde las pequeñas con unos pocos centímetros de largo, hasta gigantescas como la Sobralia Altissima, una orquídea terrestre nativa de Perú que supera los 13 metros de alto. Pueden encontrarse en todas las regiones y climas, con excepción del desértico o polar, pues como para la mayoría de las flores, la helada es su principal enemigo.

“Todo empieza cuando te regalan una orquídea. Por supuesto que te tienen que gustar las plantas, después es un poco de tiempo y luego se transforma en una pasión y un desafío”, cuenta Pastorino, que también es vicepresidenta de Ecorquídeas, una asociación de aficionados de estas plantas que reúne a unos 60 floricultores de la ciudad.

“Buscamos superarnos todo el tiempo”, dice a punto de comenzar la reunión de los sábados, “comprás una planta difícil con la idea de que florezca, que es el objetivo de todos los orquidéofilos, y así te vas metiendo y adaptando la casa para que las plantas sean felices”.

TECHO por ACÁ, CALEFACCIÓN por ALLÁ

Las más comunes de por aquí son las epífitas, que crecen sobre los árboles, aunque hay orquídeas de todo tipo: de frío, de calor, tropicales.”Hay quienes se animan a las tropicales y tiene un ambiente tropical. Ponen techo por acá, calefacción por allá”, dice Pastorino, “otros las tienen en exterior, acá en La Plata o en City Bell, y las plantas viven. Lo importante es aprender a reconocer qué planta va a vivir en mi casa para no perder tiempo y no frustrarse con el cultivo”.

Otra vecina platense, Mariana Iñiguez (54) vive en un departamento y cultiva sus orquídeas en un balcón. Eso acota el espectro de plantas que puede cultivar, dice, con la expertise que le da una colección de alrededor de 50. La mayoría son epífitas, nativas o de entorno adaptado, y aunque ella las tiene en macetas, “mucha gente las cría en jardines con árboles, cosa que les gusta mucho”, asegura.

Si tuviera que recomendar a un principiante por dónde arrancar con las orquídeas, dirá que siempre hay que tener en cuenta el lugar. “Si es un patio interno, protegido, las oncidium nativos son las primeras que hay que tener, también puede ser demdromium, que están naturalizadas en Misiones, son las más fáciles y te entusiasman”, coinciden Mariana y Graciela.

“El tema de la temperatura es muy limitante y hay unas cuantas que no se pueden tener”, dicen. Hoy por ejemplo, hablamos de cattleyas, una especie de flores grandes y vistosas que viven tanto en interior como en exterior. Originales de Suramérica, fueron descubiertas en 1817 por William Swainson en Pernambuco, Brasil, quien la envió a los Jardines Botánicos de Glasgow para su identificación. Guillermo Cattley fue quien recibió el especimen por primera vez y al que le debe el nombre.

El HOMBRE QUE AMA LAS FLORES

Si a alguien le debe Damián Sancho el amor por las plantas es a su abuela. De ella heredó la “mano verde”, esa que hacía que todas sus plantas se vieran relucientes cuando él era chico.

Sancho tiene 51 años y es floricultor, coleccionista y creador del proyecto Orquidácea, fábrica de flores. En 2002, cuando por la crisis económica fundió su carpintería, decidió volcarse a lo que más amaba: las orquídeas.

“El hombre ama la belleza. La belleza exterior del mundo devuelve descanso en el interior de los corazones. En ese sentido, intentamos crear belleza, con la intención de causar fascinación y calma en la vida de las personas”, reza la presentación de Orquidacea en su sitio web.

Sancho montó el único laboratorio de orquídeas de la región, poniendo en práctica los conocimientos que cultivaba desde los 20 años, cuando por pura fascinación con las flores acudió a la facultad de Agronomía para experimentar técnicas de cultivo in Vitro.

“Producimos nuestros propios híbridos y los propagamos en nuestro laboratorio, con técnicas de cultivo in Vitro”, dice entre anaqueles repletos de frascos y botellas de vidrio, “esto es el corazón de la producción porque sino tenés este sistema por más que sepas cultivar afuera necesitas el material madre, siempre necesitás planta nueva”.

Ese proceso, explica, les permitió posicionarse en el mercado de las flores, con una producción de 30 mil plantas anuales de la variedad phalaenopsis, pasando de la venta minorista a la mayorista.

Y si cuando hablamos de orquídeas pensamos en una planta cara –hay algunas de colección que según el tamaño, los años y lo rara que sea pueden valer hasta 5 mil pesos–, el proceso de industrialización que desarrolla Sancho, hace que su costo baje.

“La orquídea es cara pero al industrializar los procesos y tener los protocolos más organizados, empieza a bajar el precio”, explica, no sin mencionar la disparada de costos que provocó la dolarización de las tarifas y las crisis económica general. Hoy, el precio minorista oscila entre los 1.000 y los 1.500 pesos.

LUPITA, ESA JOYA

Si se les da el cuidado adecuado, las orquídeas son perennes, llegan a vivir 50 años.

Históricamente, se las conoce como las flores de los reyes. En Inglaterra, los monarcas tenían invernaderos con orquídeas, que reclutaban de sus expediciones marítimas.

“Mi abuelo trabajaba en un banco y me contaba que en 1940 cuando querían quedar bien con una vedette o una mujer importante, le regalaban un anillo de oro o una orquídea en caja que era una especie de joya”, cuenta Sancho, quien visitó Taiwán y Holanda para aprender las mejores técnicas de reproducción de las flores. “Eran tiempos donde había un solo tipo en el país que hacía 40 flores al año”, distingue.

A Sancho le gustaban las especies rarísimas cuando era coleccionista, pero después fue virando hacia la producción. Entre un extremo y otro, este amante de las flores, se dio el gusto de crear un ejemplar único, que registró en Londres, y llamó Lupita, el nombre de su hija. Hoy, su placer es ver el verdor de las plantas. Dice: “Cuando entro y veo que está todo brilloso y creciendo me da más satisfacción que tener una cosa rara”.

 

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