Le dijeron que podía hallar a Dios en las cosas más simples. 

La sonrisa de un mendigo. 

La densa y simétrica telaraña. 

El aroma de una flor. Ella lo hizo y durante años halló a Dios en esas cosas cotidianas. 

Pero un día Dios se ausentó. 

Y aunque ella lo buscó y rebuscó nunca pudo dar con su paradero. 

Desde entonces está alerta y camina cansinamente, como si viniera de muy lejos, con la mirada en el suelo, esperando que vuelva a ocurrir el milagro.

Y Dios le salga nuevamente al paso.


Texto Marco Andrés Quelas 
Foto Leandro Pacheco

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