Pedido de los hogares que albergan a quienes viven en la calle
Edición Impresa | 18 de Marzo de 2020 | 04:05

Si bien es comprensible que la mayor preocupación pase en la actualidad por la atemorizante evolución que puede alcanzar la pandemia del coronavirus, persisten problemas sociales muy graves y acuciantes -agudizados también, seguramente, por la irrupción de este flagelo- para los sectores sociales más desprotegidos.
En ese contexto, debería cobrar mayor trascendencia el reclamo de entidades platenses que, como la de Sumando Voluntades, sostienen con mucho esfuerzo hogares para la atención de quienes viven en la calle. Justamente ayer se hizo público un pedido de esa fundación benéfica, destinado a que los vecinos donen alimentos para los adultos mayores a los que alberga diariamente, impidiéndose de ese modo que ambulen por las calles desprovistos de todo recurso.
Concretamente, la entidad requirió la donación de azúcar, yerba, mate cocido, té, leche, sal fina, caldos, concretando esa alternativa al teléfono 538-9296, tal como se informó ayer en este diario. Y es seguro que la tradicional solidaridad de los platenses responderá en forma positiva.
Lo cierto es que merece ser mencionado -acaso, ahora, con mayor fundamento- el hecho de que exista en nuestra ciudad una red de organizaciones no gubernamentales, dedicada a prestar auxilio a estas personas, ofreciéndoles albergue, alimento y atención médica en los hogares habilitados para ello, en una tarea que coordina distintas estrategias de contención social.
Asimismo, la propia Comuna dispone de algunos paradores nocturnos que se suman a esta red. La ayuda, sin embargo, es mayor puesto que también se procura lograrles a esas personas alguna salida laboral.
Afortunadamente, el ejemplo que en estos casos brindan tanto las organizaciones no gubernamentales como las dependencias oficiales viene a integrar, junto con la educación, el capital básico de una nación. Y cuando la problemática pasa por graves carencias que afectan a un número importante de personas, las soluciones se transforman en una cuestión vital.
Por otra parte, es sabido que, cuando las contingencias históricas se vuelven más críticas y demandantes, nuestra sociedad no se ha encerrado en sí misma, sino que siempre se mostró generosa en aportar bienes materiales o, incluso, su propio tiempo, para ayudar a los más necesitados.
Así como en temporadas anteriores se elogió la esforzada tarea de quienes recorrían las calles por las noches, para acercarles elementos básicos, desde abrigo hasta alimentos a las persona más desamparadas, merece también pleno respaldo ahora, a pesar de las circunstancias tan exigentes que condicionan a la vida comunitaria, toda iniciativa que apunte a asegurar la subsistencia de estos hogares de tránsito, que facilitan no sólo una atención social primaria sino, también, la posibilidad de hallarles un trabajo a quienes carecen de fuente laboral y de sustento.
La actuación de entidades y de tantas personas que actúan como voluntarias demuestran que la generosidad por el prójimo y la presteza, estructuradas en una acción solidaria, no sólo son posibles, sino que pueden convertirse en una práctica de incalculable valor social. Además de permitirnos a todos una mirada mucho más esperanzadora sobre el futuro.
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