Fobia: cómo abordar el miedo inconsciente

Es una de las patologías mentales más comunes en Argentina y afecta seriamente la calidad de vida de quienes la padecen. Especialistas y pacientes cuentan cómo tratarla y convivir con ella

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El último Estudio Argentino de Epidemiología en Salud Mental que se realizó en las ciudades más grandes de siete regiones del país, que incluyó casi 4 mil participantes mayores de 18 años, representativos de aproximadamente un 50,1 por ciento de los adultos residentes en nuestro territorio arrojó que la patología mental más prevalente son las fobias específicas (6,8%), luego la ansiedad generalizada (3,9%), los trastornos de ansiedad por separación (3,1%) y el trastorno obsesivo-compulsivo (2,9%), seguidos por el trastorno por estrés postraumático, la fobia social, los trastornos de pánico y la agorafobia.

Los estudios también demuestran que las mujeres son más proclives a sufrir de este mal. Ellas tienen casi el doble de probabilidades de padecer trastornos de ansiedad que los varones, pero también son más propensas a buscar un tratamiento porque no consideran a las enfermedades mentales ni a la asistencia terapéutica como un estigma.

Desde las fobias sociales hasta el temor a las palomas, a los botones y a viajar en transporte público. Todos estos miedos, que a alguno les pueden resultar increíbles, afectan la vida cotidiana de quienes los padecen.

Hay personas que pierden oportunidades laborales, viajes, y hasta vínculos por sufrir de distintas fobias que los alejan de una vida cotidiana plena.

Es por eso que una fobia que no se trata se va haciendo cada vez más patente, provocando más sintomatología que afecta cada vez más al paciente en sus relaciones sociales, reduciendo su autoestima, pudiendo llegar en casos extremos a aislarse socialmente de su entorno laboral, escolar y familiar. Este no es sino el primer paso hacia la depresión, que busca refugio, en muchas ocasiones, en el abuso de drogas y alcohol, las cuales son las únicas que les permiten hacer frente a estas situaciones.

“En la fobia se le tiene miedo a algo, es un trastorno donde se trata de evitar eso que es peligroso. Se tiene un temor interno y se pone ese miedo en algo del mundo exterior: se desplaza y se proyecta hacia el mundo material, ya sean animales, objetos, situaciones climáticas o desastres naturales”, explica Ricardo Rubinstein, médico psicoanalista que agrega: “lo que se elige como objeto fobígeno tiene que ver con cosas de la vida cotidiana y hay que analizar porqué se enfocó el temor en eso. Siempre hay un enlace con elementos que han sido conflictivos para la persona”.

El motivo del origen de las fobias es muy variado, pudiendo ir desde un evento estresante, un acontecimiento traumático o, simplemente, por imitación de un niño a un familiar con fobia. El enfrentamiento a este temor es lo que hace surgir una ansiedad severa manifestada con síntomas físicos y psicológicos.

“Lo que se elige como objeto fobígeno tiene que ver con cosas de la vida cotidiana”

 

Para Rubinstein, las fobias derivadas de la infancia son las más comunes, pero también tiene que ver en este trastorno cómo se resolvió el conflicto de Edipo. Depende cómo se haya atravesado ese proceso psíquico, pueden generarse distintos niveles de fobias. Depende mucho también de los vínculos con los padres, de modo inconsciente.

“Todo depende de qué representa inconscientemente ese objeto que causa temor para la persona. Cuando la angustia es tanta e inhibe y paraliza al sujeto, hay que consultar a un especialista”, destaca Mirta Goldstein, secretaria científica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), que entiende que “si lo que se tiene es asco a las cucarachas y ante su aparición grito y la mato, o pido que alguien lo haga por mí, es algo normal o que no afecta mi desarrollo personal. Distinto es si ante el insecto me da un ataque de pánico o angustia”.

Los especialistas diferencian la fobia de los cuadros de ansiedad difusa. “Quien tiene miedo a algo específico vive tranquilo en cuanto y en cuando no aparezca en su vida el objeto o la situación a la que se teme, la fobia está compensada. Pero cuando el trastorno es difuso, no hay algo concreto que genere el episodio, sino que cualquier cosa puede desatarlo. En este caso, el sujeto está más desorganizado mentalmente y es más complejo tratarlo. Porque la cura o el tratamiento depende mucho de los recursos internos que la persona tenga, del nivel de estructura que se tiene para organizarse mentalmente”, describe Rubinstein.

UN LARGO CAMINO

Silvia Pérez (65) es enfermera en un instituto de menores y hace poco más de diez años fue diagnosticada con trastorno de ansiedad generalizado. Según cuenta, el primer episodio lo tuvo durante un viaje en micro a capital federal en 2009 y meses después, tras un segundo ataque de pánico, comenzó a tratarse, pero tardó varios meses hasta que pudo volver a su vida normal.

“Esto no se cura nunca. Yo en un principio pensé que estaba deprimida porque cuando comencé con los síntomas, hacía poco que había fallecido mi madre. Comencé a ir a la psiquiatra, me medicaron y me dieron una carpeta médica, pero no mejoraba mucho. Si tenía que trasladarme, me tomaba un taxi o remis, no podía subirme a los ascensores, tampoco ir al banco a hacer un trámite porque de solo pensar que había mucha gente toda junta me ahogaba”, cuenta la mujer que durante ese tiempo no podía dormir pensando que nunca más iba a poder visitar a sus familiares en Perú.

La vida de Silvia mejoró cuando comenzó un tratamiento de terapia grupal y a los pocos meses pudo volver a trabajar. “Pude ir a Perú el año pasado a festejar los 90 años de mi papa, y la psicóloga me dio el alta resaltando que ya tenía herramientas para afrontar estos episodios. Tuve recaídas, pero no tan graves como se daba todo al principio”, destaca la enfermera que sumó a su rutina clases de yoga, va al gimnasio y hace ejercicios de respiración.

En ese sentido, Gustavo Bustamante, psicólogo y presidente de la Fundación Fobia Club, opina que “los trastornos mentales pueden mejorar o rehabilitarse, pero nadie garantiza que no haya una recaída o un nuevo episodio. No se puede hablar de cura”, y como ejemplo describe una situación. “Hay alguien fóbico a las palomas, y en este momento donde todos estamos en casa en cuarentena, esa persona debiera estar lo más tranquila porque no se va a cruzar a ninguna paloma. Pero un día está con la ventana abierta, ve una a lo lejos e inmediatamente cierra la ventana y no vuelve abrirla porque cree que la paloma podría entrar en su casa. El fóbico se imagina lo que puede llegar a pasar, está en un alerta permanente y eso los afecta. Se trata de un miedo irracional y desproporcionado”.

“La detección temprana es importante para que los pacientes puedan tratarse”

 

Las terapias que se llevan adelante para tratar las fobias pueden ser individuales o grupales. En Fobia Club, por ejemplo, realizan tratamientos cognitivos conductuales donde se va acercando al paciente hacia el objeto o situación temida a través de reconfigurar las ideas erróneas o creencias distorsionadas que se tienen sobre ese temor.

“Todo depende de qué representa inconscientemente ese objeto que causa temor para la persona”

Mirta Goldstein,
secretaria científica de APA

 

“En líneas generales, se cree que en un periodo de 8 a 10 semanas se puede evolucionar y corregir algunas conductas”, cuenta Bustamante que subraya la importancia de no subestimar estos trastornos: “la detección temprana y la búsqueda de personal calificado es importante para que los pacientes puedan tratar su patología, logren una mejor calidad de vida y no se frustren”.

“Aunque la cabeza te pueda, siempre hay que buscar la opción para llegar a la acción”

Ana Roche,
fóbica a viajar en micro

 

Ana Roche (41), es periodista y cuenta que a los 20 años se le desencadenó la fobia a viajar en transporte público. “Toda fobia es parte de un trastorno de ansiedad. A veces hay mucho de imaginación y mucho de falta de realidad, pero sin embargo le creemos a esos pensamientos que nos propone la mente, que nos dominan y nos limitan la vida. Las fobias muchas veces se van transformando en el tiempo, y no siempre quedan pegados a un episodio, sino que van mutando. Los ataques de ansiedad en un principio se visualizan como ataques de pánico con una sintomatología repetida: parece que te vas a morir porque es algo nuevo. Tenés mucha taquicardia, la conciencia se te va y es como que te morís en ese instante. De esos episodios tal vez tengas dos o tres espaciados, y cuando aparece la fobia es un miedo incontrolable hacia una situación determinada. En mi caso ocurrió en un micro de larga distancia. Supongo que se dio así por mi historia, a veces hay que evitar pensar en un origen único o primario. Pasó, quedó ahí y desde entonces he tenido miedo en subirme a un colectivo para viajar, sobre todo en distancias largas o que se alejen demasiado de cierto recorrido mental que tengo de confort o de hábito”, describe la profesional casi como si fuera especialista, y un poco lo es.

Hasta que pudo comenzar a solucionar su fobia, Ana pasó por varias etapas: “hice un tratamiento después de muchos años. En general la persona que sufre una fobia tarda en encontrar un profesional adecuado con quien hacer un tratamiento. Yo tardé mucho, porque primero vas a un clínico, te derivan a un psiquiatra, tratan de medicarte con dosis bajas que supuestamente van a mantener controlados los episodios, pero uno se da cuenta que no es así. En mi caso yo trataba de evitar cada vez más esa situación que me daba terror, porque una vez que te sabés lo que es el ataque de pánico, te queda miedo al miedo, no querés que se genere un episodio en esa situación. Te empezás a inhabilitar, a tener mucha sintomatología antes de la acción, que finalmente no la podés llevar adelante”.

La periodista destaca que nunca dejó de trabajar ni estudiar y que dentro de todo, tuvo una “vida normal”: “la fobia la superé durante mucho tiempo, pero aún tengo ese determinante. Comencé con estos episodios en 2000 y recién en 2013 encontré la terapia cognitiva conductual o para la ansiedad, que son psicólogos especializados, que es la indicada para salir de la fobia con cierta rapidez, seguramente después se tenga que seguir con un tratamiento de psicoanálisis, depende de cada uno. Durante ese primer año y medio de tratamiento logré ir contra esta fobia. A veces hay recaídas, pero es por la condición de una persona con rasgos de ansiedad, nada que tenga demasiada carga patológica porque a veces nos etiquetamos y no es así”.

Para sobrellevar la fobia, Ana dice que le hace muy bien sumar elementos de calidad de vida para paliar esos episodios y hacerles frente, y que en la balanza no pese más ese estrés. Entre eso, hay que hacer cosas vinculadas a la creatividad, ejercicio físico, meditación y yoga.

“Yo en este momento tengo algunos nuevos inconvenientes para viajar en micro y a veces en auto. A veces, aunque la cabeza te pueda, siempre hay que tomar que eso es parte de uno. Es muy difícil, pero hay que amigarse con esas sensaciones desagradables, porque tiene que ver con emociones de miedo y enojo. Hay que asimilarlo y transitar y siempre buscar la opción para llegar a la acción, aunque se estén meses y años intentándolo. Hay que buscar variables y decir pude y reconocer el logro”, resalta Roche.

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