Pepito Cibrián: divierte en Instagram, da clases por Zoom y juega al “Age of Empires”
Edición Impresa | 19 de Abril de 2020 | 06:11

Por MARÍA VIRGINIA BRUNO
Una línea está en La Plata y otra en Pilar. A Pepito Cibrián (71) se lo escucha agitado y se disculpa. “Es que estoy haciendo bici fija”, advierte, en diálogo con EL DIA. Es una de las actividades que hace a diario, a rajatabla, en esta cuarentena que lo hermana a sus padres, dice, que vivieron en carne propia el exilio cuando escaparon de la Guerra Civil española. Porque para él, aunque celebra las medidas tomadas por este gobierno, este aislamiento es “un exilio en mi propio país”, lo que lo hizo concientizar sobre el valor de la libertad, aquello que extraña “como un loco”.
-¿Cómo la estás pasando?
-Acá vamos, la pasamos…
Privilegiado, el autor y director, mitad creativa de varios musicales que han marcado un antes y un después en la escena argentina, como “Drácula”, por ejemplo, que va camino a cumplir 30 años, Pepito pasa estos días de encierro en un lugar paradisíaco de 2200 metros cuadrados (“un delirio digno de la ansiedad de Pepe”, reconoce), lejos de la gran urbe, hoy paralizada, aunque algunos tontos se resistan... Está acompañado por Carmen, su tía de 90 años, a la que llevó a vivir con él, “a huevo”, porque ella no quería saber nada de mudarse, antes de que se desatara la pandemia.
Como todos por estos días, el autor manifiesta los cambios de humor, que lo hacen subir y bajar como si estuviera en un juego de una plaza infantil, como cuando era niño.
Cuando la aguja anímica lo lleva a estar en la cresta de la ola, disfruta de un encierro activo, abrazado a la tecnología, aquel recurso con el que comenzó a amigarse en estas circunstancias.
“Con esta crisis está apareciendo la magia de la naturaleza que realmente está muy feliz. Pero tengo miedo que volvamos a enojarla”
“Porque yo no sé un coño”, tira, con su estilo tan español, sobre esta versión 2.0 en la que se ha convertido, ayudado por sus colaboradores, claro. Porque con la actividad parada, Pepito dejó de hacer teatro (estaba entusiasmado haciendo funciones de “Por el nombre del padre”, sobre un texto suyo, “con la Saccone” como coprotagonista) y también dejó de ir a su taller, un espacio de formación artística que, sin embargo, sigue en actividad.
-¿Cómo?
-¡Lo hacemos por Zoom!
A través de esta aplicación, la vedette de esta cuarentena, que permite hacer videoconferencias entre hasta 40 personas de forma gratuita, Pepito logró mantener su escuela abierta. “Por suerte, no se ha ido nadie, la gente lo disfruta mucho y lo necesita”, dice Cibrián, quien, dado el contexto, ha bajado la cuota a la mitad para incentivar a sus alumnos a continuar acompañando desde la virtualidad. Además, como extra, tanto Pepito como sus profesores y artistas, como su mano derecha Diego Iglesias, regalan “una clase más extra por semana”. Esta actividad, claro, hace que Pepito se mantenga ocupado. “Yo también me divierto y la paso muy bien”, admite.
Pero eso no es todo. Para no olvidar su costado actoral, el autor tomó prestado de su último espectáculo a un personaje, Jacinta, y hace a diario vivos de Instagram que causan sensación.
“Jacinta es una portera española, muy bruta, muy bruta, pero igual de simpática. Es inimputable por la ternura que tiene esta bestia adorable”, describe a la criatura que lo ayuda a seguir conectando con la interpretación a pesar del encierro.
Con Jacinta sale a jugar de lunes a viernes, a las 19, y en sus directos desde la red social preferida de las nuevas generaciones invita a diferentes personalidades para que interactúen con ella.
“Estoy perfecto . De los cánceres, de la cabeza, que tuve esa fractura tan grande que me regaló noventa puntos en la cara, de la rodilla... de todo”
En Instagram, que por estos días explota de transmisiones en directo, donde famosos se conectan con otros famosos para charlar públicamente, mientras cientos de miles miran desde sus casas, Pepito también comparte novelas (ya publicó tres) y próximamente regalará los libretos de “Drácula”, primero, y otros musicales como “El Jorobado”, después.
La idea es simple, admite. “Busco darle a la gente algo, sin ningún interés económico, claramente, y de paso me distraigo”..
-Y de salud, ¿cómo estás?
-Estoy perfecto. De los cánceres, de la cabeza, que tuve esa fractura tan grande que me regaló noventa puntos en la cara, de la rodilla... de todo. Estoy bárbaro.
El último contacto con Pepito había sido personal, en el diario, en agosto pasado, a propósito de su inminente llegada a la Ciudad con “La dama de las rosas”, que escribió y protagonizó, y que trajo al Coliseo Podestá. Venía, en aquel entonces, de una hermosa estadía en terapia intensiva tras un accidente doméstico, pero se lo notaba impecable, aunque con alguna señal en su robusto cuerpo, tan bien vestido, con telas invernales. Por eso sorprende su vitalidad, arriba de esa bicicleta que anda y anda pero siempre en el mismo lugar.
-¿Cómo es un día de tu vida en cuarentena?
-Me levanto muy temprano, porque me acuesto muy temprano ahora. A las seis ya estoy en pie. Lo primero que hago es ir corriendo a ducharme, para sacarme el ‘fush fush’ (el enemigo invisible), y después desayuno, siempre, con un jugo de frutas naturales. Luego hago bicicleta y me pongo a leer el horror: me informo (sus favoritos son el New York Times y El País, de España). Luego camino por mi parque, tomo sol todos los días, para tratar de que la cabeza se tranquilice (tras haber leído el horror). Y después vuelvo a la casa: juego al “Age of Empires” (un videojuego muy popular), que me gusta mucho, veo series, o YouTube, y estoy con mis perros (tiene cuatro). La verdad es que estoy en un lugar privilegiado, realmente, y eso ayuda. Pero no estoy todo el día recorriendo el parque como un enfermo mental. Tengo un parque impresionante, una casa muy linda, pero a veces no te basta del todo. Sobre todo por la gran confusión que todos tenemos con esta pandemia: qué pasará, cómo pasará, cuándo será. Porque todas las noticias son tan apocalípticas...
Pepe, que extraña el hecho de poder “tener ese libre albedrío que ya no tenemos”, a causa del confinamiento social, preventivo y obligatorio que ya lleva más de un mes, quiere volver a la normalidad. “Quiero que me dejen volver a a entrar a mi país, digamos, volver a mi gente, a la calle con el ruido. Pero todo eso implicará que vuelva a haber smog, que vuelva a haber todo esa contaminación. Entonces, pienso, ¿qué hago? ¿cómo se hace? ¿cómo vamos a hacer?”.
La reflexión se vuelve pesada, aunque compartida parece más liviana, y generalmente llega cuando la ola lo lleva al fondo anímico. Para el artista, esta crisis sanitaria que estamos viviendo tiene que servir para algo y estará en nosotros, los humanos, en poder aplicarlo. Aunque se sincera al decir que no es tan optimista en relación al hombre en su estado salvaje…
“Quiero volver a mi gente, a la calle con ruido. Pero todo eso implicará que vuelva el smog, la contaminación. Entonces, pienso, ¿cómo se hace? ¿cómo vamos a hacer?”
“Ojalá entiendan los poderes y las corporaciones que no hay que tirar más mierda ni cosas a los mares para que puedan surgir transparentes las aguas de Venecia, o los tigres en las montañas de la nieve que se creían extinguidos. Está apareciendo la magia de la naturaleza que realmente está muy feliz. Pero tengo miedo que volvamos a enojarla”.
-¿Tenés miedo?
-Mucho. Le temo al futuro, pero no sólo a éste. No es que se hundió un Titanic. ¿Y si se siguen hundiendo otros? ¿Si viene otra pandemia? Todo esto me lleva a preguntarme muchas cosas como, por ejemplo, ¿por qué está este virus? Hace 800 años que se comen a los murciélagos...
Está conforme con las medidas que se están tomando desde el gobierno para darle batalla al COVID-19, califica como “maravilloso lo que están haciendo, llevado adelante con mucha autoridad”, pero reconoce que no le “gustaría estar en la cabeza de la gente” porque cada vez es más chico el nudo de la botella con el que se enfrentan a diario, entre subsidios para un lado, subsidios para el otro.
En relación a su actividad, admite con pesar que “es un año perdido para el teatro y hay que pasar todos los planes para el próximo, Dios quiera. Pero no lo sabemos porque tratamos con un enemigo que nadie sabe donde está”. Aunque se entusiasma con la fantasía de que, tal vez, antes de fin de año salga una vacuna, “y eso nos ayude”.
Cuando todo pase, “creo que la gente va a tener muchas ganas de ir al teatro, de salir, divertirse, reírse por la calle pero -siempre hay un pero- si el teatro cuesta $ 1500 no va a ir nadie. ¡Porque no tenemos un mango! Yo no tengo formas de ingreso, salvo el taller. Pero tengo gastos mucho más grandes que el taller. ¡Y cuánta gente hay que no tiene nada, que la está pasando realmente mal! Va a ser difícil recuperarnos”.
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