Un gigante de todos los tiempos

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Por EDUARDO TUCCI

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Vivió el fútbol, fue un símbolo de la extensa historia que tiene el deporte más popular del país y representa un espejo en el que hay que mirarse. Francisco Varallo, o Pancho, o Cañoncito forjó su leyenda en Gimnasia, Boca y la Selección a fuerza de sacrificio y talento. Los Hornos fue su cuna, el Bosque el escenario de sus primeros taponazos gloriosos y la pelota su fiel amiga.

Distinguido con la Orden al Mérito por la FIFA, en 1994, premiado por la Conmebol en 2006 por su trayectoria, compartió títulos y 181 goles con la camiseta de Boca que le valieron ocupar un lugar preferencial entre las leyendas del deporte nacional.

Murió a los 100 años, jamás dejó de estar pegado a su pasión y tampoco a su barrio. Vital, entusiasta comentarista de los cambios que fueron sacudiendo al fútbol, resultó un testigo directo de dos siglos. “Nunca imaginé vivir tanto, aunque siempre me cuidé”, confesaba Don Pancho en uno de sus múltiples entrevistas para contar sus vivencias.

En Gimnasia fue figura cuando todavía no había nacido el Lobo. Integrante del equipo que ganó el campeonato de 1929, años después se calzó el buzo de director técnico, primero de las divisiones inferiores y más adelante, ya en la década del 50, con los mayores.

La luchó siempre desde bien abajo. Siempre recordaba cómo fue la convocatoria para integrar la Selección argentina que disputó el primer Mundial. El de 1930. El de Uruguay. El de la increíble final perdida con los dueños de casa. Don Pancho había hecho todos los méritos para estar allí pero le costó.

Y lo recordaba de esta manera en una de sus apariciones en “El Gráfico”: “Yo entré a esa Selección de una forma que hoy sonaría rara. Había postulados cinco insiders derechos: Rillaga, Zito, Marani, uno que no me acuerdo y yo. Votaron los dirigentes de la Asociación, y recuerdo que Mario Zureda, el delegado de Gimnasia, lo convenció al de Independiente: ‘Si me votas al pibe no se van a equivocar’. Y me eligieron. Yo tenía apenas 19 años, y no lo podía creer. Me sentía como en el aire. Salir de un club chico, como el mío, no se daba mucho; el otro fue Carlitos Peucelle, de Sportivo Buenos Aires...”.

Cultor del grito universal de las tres letras, como definían en su época a la entrañable relación con el gol, Varallo dejó páginas y páginas de gloria. Destacado y elogiado por todos en su época. Su palabra, recuerdos y emociones nos vuelven a atrapar. Como el primer día.

 

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