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En la plataforma Puentes de Cine se estrena hoy la última cinta de Dan Sallitt, sobre la relación de dos mujeres a lo largo de una década
Pedro Garay
pgaray@eldia.com
“Una parte de mi parece disfrutar de tratar temáticas extremas, difíciles, pero no parto de querer hacer una película de una temática complicada. Hay una parte de mi que gravita a lo provocativo, y otra que quiere que eso sea visto como normal, como representativo de toda la gente: esa parte más filosófica da forma al guión, pero el costado provocativo quizás energiza una idea que podría considerarse extraña y difícil. Y todo cineasta tiene que encontrar la energía para su proyecto, esa energía es preartística, casi infantil. Pero si querés hacer arte, tu trabajo es convertir esos aspectos preconscientes, preartísticos de tu idea no destruyan tu película: hay que mediarla, pensar cómo la recibirá el público que no solo busca energía sino una experiencia artística completa”.
La reflexión es de Dan Sallitt, cineasta secreto, de filmografía de difícil acceso que se esparce por los círculos cinéfilos y virtuales a menudo a través de enlaces menos que legales, y que ahora estrena un filme de forma comercial por primera vez en Argentina: “Catorce” llegó hoy a la sala de Puentes de Cine, la plataforma de la Asociación de Directores de Cine surgida en el marco de la pandemia, y en diálogo con EL DIA el cineasta dice que es “la menos controversial de mis últimos filmes”.
Es entendible: en “Catorce” vuelve a sumergirse en temáticas de complejo tratamiento como las enfermedades mentales, la depresión y las drogas, pero sus últimas películas retrataron el fracaso sexual (“Honeymoon”), religiones opresivas y sectas (“All the ships at sea”) e incesto (“The Unspeakable Act”).
Sin embargo, describir desde los temas a su cine puede resultar engañoso: Sallitt filma historias delicadas, profundamente humanas, dramas minimalistas, piezas de cámara construidas con sutileza y contundencia, desde la convicción y la eficiencia que se precisa para trabajar desde el micropresupuesto. Aunque en “Catorce” el alcance de sus historias se amplía: no acontece, como sus otras cintas, en pequeños espacios con pequeños grupos de actores, y transcurre a lo largo del tiempo, retratando la relación de Mara (Tallie Medel) y Jo (Norma Kuhling), dos veinteañeras amigas desde su juventud: las amigas se encuentran, acompañan, desencuentran y distancian en un ciclo marcado por los problemas de salud mental de Jo, su comportamiento errático y la carga que coloca sobre Mara y sus relaciones. A medida que los trabajos, los novios y los apartamentos van y vienen, el poderoso vínculo entre las amigas se estira pero nunca se rompe por completo.
El final no ofrece concesiones ni “happy endings”. “Tiendo a aceptar el horror de la vida y no a urgir a la gente a que lo evite”, dice al respecto Sallitt, y afirma que “no creo que Jo hubiera podido ser salvada: hay un límite a lo que una persona puede hacer por otra, y Mara empieza hacia la mitad de la película a sentir ese límite. Pero aún si fuera incansable, si dedicara su vida a sostener a Jo estable y funcional, no me parece claro que hubiese tenido éxito. No creo que el final de esta historia tenga que ver con que la gente a su alrededor cometió errores o no vio las señales. Lo cual es algo bastante triste de la vida”. Pruebas de cierta imposibilidad final de conexión.
Pero aunque la película que cierra con una tragedia (tragedia por inevitable, por destino, como dice Sallitt), esa lectura es solo en retrospectiva: como en la vida, el recorrido está salpicado de momentos de felicidad, de amistad y calidez que solo se leen en clave trágica con el final consumado. La historia de Mara y Jo transcurre a lo largo de una década, durante la cual Sallitt suelta delicadas pistas, huellas, gestos, palabras, sobre los conflictos latentes, aunque lo ocurrido permanece invisible, como las líneas que distancian y separan a las protagonistas.
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Es parte del estilo minimalista del cineasta (narraciones económicas, naturalistas, que no declaman) que reflejan a la vez una economía de recursos: Sallitt es dentro de la comunidad del cine independiente un héroe del micropresupuesto y las historias contenidas en frasco chico y concentradas en un solo espacio, un solo tiempo, un solo escenario, aunque esas fronteras se expanden en “Catorce” para ofrecer una propuesta con discontinuidades, elipsis, saltos temporales y espaciales deudores, reconoce, del cine de Pialat, pero también de las circunstancias.
“Trabajo hace 15 años para la ciudad de Nueva York, y no pensaba que podía tomarme suficiente tiempo de vacaciones continuo para rodar una película de la forma habitual. Entonces, sentí que tenía que planificar una película que pudiera filmarse en pequeñas partes: escribí un guión que ocurría en nueve períodos temporales diferentes, y planeaba rodarla en cuatro pequeñas partes, aunque terminaron siendo cinco”, revela Sallitt.
“Fue algo muy lindo desde el punto de vista creativo”, cuenta. “He hecho muchas películas filmadas mayormente en una sola locación, con un pequeño número de actores. Eso es lo que se supone que hay que hacer para ayudar a que una película de bajo presupuesto se complete. Pero se me empiezan a acabar las ideas para hacer algo tan concentrado, así que desde hace tiempo quería estirarme un poco más, cubrir más terreno, y como tenía que filmar en partes, esta era mi chance para hacer otro tipo de historia”.
Sallitt hace casi todo en sus cintas y dividir en cinco partes el rodaje, confiesa, le permitió hacer una película más grande sin agotarse, distribuyendo los esfuerzos: las condiciones de producción condicionan su cine, dejan su sello.
“Para los filmes que hice, no hubiera hecho nada diferente. Pero hay autocensura: sabés que tenés limitaciones y entonces concebís una película que no se vea dañada por esas limitaciones”, explica el realizador estadounidense que también es crítico de cine. “En mis proyectos pasados, no sabría qué hacer con más dinero, esas películas fueron pensadas para ser hechas con mucha simpleza. El verdadero problema de un presupuesto acotado es que nunca conseguís hacer las grandes ideas: hay algunas ideas que, simplemente, no podés llevar a cabo. ‘Catorce’ era una de esas grandes ideas, así que tuve suerte de encontrar la forma de filmarla, incluso si la forma de hacerla fue impuesta por las circunstancias de mi vida y mi trabajo”.
Su primera cinta en siete años (“filmar es un proceso ansioso, muy difícil, y parte del problema es que hacer películas con pequeños presupuestos es complicado, así que cuando termino suelo tomarme un pequeño recreo. Me gusta descansar en los laureles un ratito: mientras siento que conseguí algo, no hago nada, y cuando empiezo a sentir que es hora de hacer algo más, finalmente pongo manos a la obra”, reconoce), “Catorce” es su primer estreno comercial en el país, el final de una conexión con el país que “ha crecido a lo largo del tiempo”: en Nueva York trabó amistad con el cineasta Matías Piñeiro, actuó en su cinta “Hermia y Helena” y allí conoció a Agustina Muñoz, con quien filmó un corto el año pasado. “Catorce” y el corto, “Caterina”, se proyectaron en el Festival de Mar del Plata, donde conoció a Celina Murga, “cuyos filmes adoro: ella sugirió que distribuyera ‘Catorce’ en Argentina”.
La distribución, claro, será virtual, en tiempos de pandemia, pero Sallitt dice que “me guardo la preocupación para los que sufren, no para mi película. Además, cuando se desató la pandemia no sabía que iba a ocurrir, pero bastante rápido me di cuenta de que mucha más gente podía llegar a ver ‘Catorce’, mucha más gente iba a tener acceso a la película de esta forma (a través del streaming). Además, no tengo una ligazón particular por la gran pantalla y a la experiencia comunal de proyectar la película, no es algo tan importante para mi”.
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