Nico Scarpino: “No poder subir a un escenario duele pero es por el bien común”
Edición Impresa | 9 de Mayo de 2020 | 05:54

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com
“La esperanza no la pierdo nunca”, admite el actor Nico Scarpino, en diálogo con EL DIA, en relación a la pandemia y las consecuencias que tendrá para el cascoteado sector artístico, en el que debutó en “Cantaniño” cuando tenía 4 años.
A los 47, y consolidado como uno de los grandes intérpretes de la escena teatral y televisiva, Scarpino advierte que el COVID-19, esa extraña nomenclatura que se nos volvió tan tristemente cotidiana, nos está dando un mensaje importante y que dependerá de nosotros recibirlo o dejarlo pasar.
“El tema es cómo uno capitaliza esta pandemia y la transforma en algo positivo”, analiza el también director, de mirada azul intensa y voz cálida, que en teatro fue parte de “Poder se puede”, “Los 39 escalones”, “La Dama de Negro” y, entre otros sucesos de las tablas, la desopilante “Como el culo”.
En este mar de sensaciones encontradas, en el que los días de cuarentena parecen ser todos fines de semana, hay pensamientos que van y vienen. Uno recurrente, el futuro. “A veces tengo la esperanza de que de verdad vamos a salir mejores de esta situación y por momentos tengo la sensación de que no, que cuando todo pase, esto vuelve a ser como antes”, se sincera el actor que debutó en 1994 en tevé como Guillermo ‘Willy’ Simonetti en “Nano”.
Reconoce que el “se sale entre todos” es lindo desde el discurso pero, por sí solo, no bastará.
“Para salir entre todos es que cada uno tenemos que hacer el trabajo necesario, interno, de ordenarnos, sacar nuestras peores cosas, que ya no tienen que convivir con nosotros, descubrir todo lo bueno que tenemos para dar. Y recién ahí, si nos unimos en una misma energía, vibración, onda, vamos a salir adelante. Pero sólo con decirlo y desde un lugar de angustia, presión, queja, enojo, no se va a lograr”.
Venía de una temporada exitosísima en Carlos Paz, como protagonista y director actoral de “Un estreno, un velorio” -de Marcos Carnevale, con producción de Flavio Mendoza- y debían reestrenar en el porteño teatro Broadway en abril. Pero el virus chino metió la cola y estamos donde estamos: cincuenta días de encierro y sin cuenta para salir de él.
Aunque los no famosos piensan que los famosos tienen la vaca atada, Scarpino remarca que los actores no son ajenos a las situaciones complejas que están emergiendo con esta crisis sanitaria que llegó en medio de una crisis económica para implosionar. Como todos los ciudadanos, sostiene el actor, “hay algunos que la sortean fácilmente, hay otros que zafan y otros están muertos de hambre”. Y es el panorama colectivo, más allá de su situación particular, lo que le genera angustia.
Y cuando la angustia brota, las preguntas mandan. Como un juego de flipper, rebotan de un lado a otro, buscando respuestas. Piensa en lo que vendrá y piensa en su profesión intentando retomar el ritmo normal aunque, en esta marea de reflexiones, se cuestiona, ¿qué es la normalidad?
Se imagina una reapertura teatral, donde las salas llenas serán una postal del pasado, con público a raya, manteniendo la distancia social, y aún así le cuesta ver la reactivación. “Si la gente tiene ganas de entretenerse, ¿va a ir al teatro? Y si va al teatro, ¿con qué plata va a pagar la entrada? ¿Se va a justificar tener un espectáculo, como el de Flavio, que es enorme, si no se puede mantener? Son muchos los interrogantes que me encantaría poder tener un poco más desculados”.
Pero el costado optimista de Nico lo endereza enseguida cuando se empieza a inclinar ahogado en preocupaciones. Y ahora dirá que él nunca pierde la esperanza, como en el inicio de esta nota, porque tenerla, dice, “es parte de ese trabajo interno que uno hace a partir de esta situación extraordinaria que tenemos enfrente, de poder crecer”.
El actor está convencido de que “somos protagonistas de un momento histórico”, que, insiste, “si uno lo capitaliza sale más favorecido que aquel que se enoja y lo transita desde un dolor”.
De caídas y levantadas sabe Nico que, de niño, vivió con angustia las jugadas del destino que hicieron que su familia quedara literalmente en la ruina -perdieron la casa en la que vivían en Banfield- y fueron rescatados por su abuela. Ese momento fue una bisagra, una marca que siempre lo mantuvo con los pies en la tierra, con la humildad de los grandes y la generosidad de unos pocos.
Scarpino, que apareció en más de 50 publicidades, fue discípulo de Raúl Serrano y, de la mano de la regia Lydia Lamaison, entró en la tevé. Después de “Nano”, llegaron otros éxitos como “Culpables”, “Por Amor a vos”, “Los Únicos”. De a poco escalaba en el mundo de la interpretación, intercalando pantalla y tablas, donde siempre se sintió como pez en el agua.
En 2009 el amor le golpeó la puerta: era Sergio ( Paglini, también actor, nacido en Tres Arroyos, y con pasado universitario en La Plata), con quien se casó en 2015. Con él y sus perritos, Lucas y Olivia, crearon “un universo propio, un refugio”, que hace que este aislamiento “sea mucho más cómodo de transitar”.
Hace un tiempo, Nicolás contó en público el deseo que tenían con su pareja de convertirse en padres, “con la misma responsabilidad que asumimos el compromiso del matrimonio”, dijo, en aquel entonces, y reconoció que el esfuerzo no tendría cabida en este proyecto. “Dejamos que las cosas vayan fluyendo”...
-En estos días de encierro y reflexión, ¿han “amasado” más ese deseo?
-Las ganas y el deseo, fundamentalmente, están. Pero, bueno, esta pandemia te coloca en un lugar de pausa, donde todo se frena. Lo único que nosotros podemos alimentar es el hecho de seguir proyectándolo.
-¿Qué es lo que más extrañás de esta vida de encierro?
-Los encuentros familiares. Tengo a cargo personas mayores, que son mi papá y mi mamá, y Sergio tiene a cargo a su abuelita, y a una tía, que son personas de riesgo. Los veo cada tanto, cuando uno puede ir y alcanzarle las compras, o hacerles un trámite en relación a algún medicamento. Pero los ves a distancia, sin poder tocarlos, sin poder abrazarlos, sin poder besarlos. Eso lo extraño. Por supuesto que después extraño lo cotidiano, ir al teatro. A mí subirme a un escenario es lo más hermoso que me puede pasar. Estar encerrado sin poder subirme a un escenario molesta, duele, pero es el por el bien de todos, y hay que aceptarlo.
-¿Cómo imaginás el día que nos digan ‘ya pueden salir’?
-Me imagino saliendo pero con mucha precaución. Creo que el barbijo llegó para quedarse un rato. Mi sensación es que la salida no va a ser desaforada. Va a ser paulatina.
-A merced de la cuarentena quedó “Un estreno, un velorio”. ¿Qué rescatas de ese espectáculo?
-Es un un proyecto increíble. Además de ser parte de este espectáculo como actor, me ofrecieron ser el director de actores. Fue un proceso hermoso, pero también complejo. Era la primera vez que yo me subía a hacer un espectáculo, que además tenía mi mirada actoral desde abajo. Además, me tocó interpretar un personaje precioso que era hermano gemelo, con sus particularidades, del de Flavio (risas). El espectáculo se llevó 11 premios Carlos, y yo fui uno de los premiados (dice con timidez).
-¿En qué otros proyectos te veremos más adelante?
-Además del estreno, cuando se pueda, de “Un estreno, un velorio” en Buenos Aires, lo que puedo tener en proyección, pero no concreto, porque siempre me da vueltas en mi cabeza y en mis ganas, es hacer un unipersonal. No sé cuándo será que se pueda dar. Después lo que sí tenía a partir del 6 de abril era el rodaje de una película con Guillermo Francella, con dirección de Marcos Carnevale, que quedó absolutamente parada. En cuanto se vuelva a la actividad, no sé si se podrá retomar, no sé cómo. ¡Veremos, veremos, después lo sabremos…!
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