Sutileza y política entre líneas

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Por AUGUSTO MUNARO

Hay en este poema largo, una voz poética que se construye como evocación de un amado, quien está privado de su libertad. El reencuentro es una idea que puntúa el paso del tiempo, y que encuentra su única tregua en el ejercicio íntimo de la memoria. El deseo, como aliciente, se transmuta en poesía. Un verso se repite como mantra, como si se tratara de una letanía ascética, y es de este modo como la situación de privación forzada, abre un nuevo espacio, y comienza a delinear el poder liberador de la palabra. Drama, narración, siempre poesía, la escritura de Mallol se ensimisma en el ritmo e inventa una lengua propia. Donde cada palabra se saborea como una hostia. Aquí, en esta peculiar cadencia, los signos de puntuación se suprimen, la ortografía ligeramente se modifica, transformándolo todo en un extenso soliloquio de fuerte sesgo amoroso. Esas tensiones sutiles, son las resonancias de los sentimientos más íntimos.

¿Poesía política? Toda escritura es, en cierto grado, una intervención política en relación al lenguaje. Pero aquí, no cae en el burdo panfleto; no hay ideología, sino marcas históricas; militancia con la lengua, ahí donde la vida se define como “la política de cada día cómo mirás al sol / cómo decís te quiero qué tan amigo / sos de tus amigos / si sos capaz de negar a quien querés tres veces / antes de que raye la mañana / por quién sentís compasión a quién apoyás por qué trabajás / qué defendés”. Anahí Mallol es una de las pocas poetas de su generación que no han caído en la previsibilidad ni el facilismo circunstancial de la época. Se aleja de los discursos empobrecidos, del repertorio de obviedades. Esto lo viene afirmando desde Posdata, su primer libro, hace más de veinte años, cuando nuestra autora ya comenzaba a diferenciarse del resto de las propuestas líricas dominantes. Así, Diario de la cárcel, es un libro que continúa ese credo, esa búsqueda rigurosa en su decir. Sincera a través de una escritura transparente, sencilla (sólo en apariencia), que se construye verso a verso, para anclar su efecto en el lector. Mallol es siempre luminosa cuando expresa del único modo posible, el tono exacto con que se explicitan las pasiones más profundas. Y lo hace sin tapujos. Contención expresiva y un sutil juego de la inteligencia y de la sensibilidad. No hay palabra que resulte falsa en su sentimiento.

 

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